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Cómo disfrutar a Dios y cómo practicar el disfrute de Diospor Witness Lee

ISBN: 978-0-7363-6564-2
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Actualmente disponible en: Capítulo 2 de 21 Sección 5 de 5

EL SECRETO DE LA VIDA CRISTIANA
ES DISFRUTAR A DIOS

Dios no desea que nosotros hagamos nada para Él. Como hijos de Dios que somos, debemos cambiar nuestros conceptos y ver que lo único que Dios desea es darse a nosotros como nuestro disfrute. El secreto de la vida cristiana no es cuánto laboramos para Él, sino cuánto le disfrutamos. No se trata de qué hacemos para Él, sino de cómo le disfrutamos. Debemos aprender este secreto. No es necesario que nos preocupemos por hacer esto o aquello. Simplemente debemos aprender a volver nuestro ser a Dios para disfrutarle. Cuando oremos, no es necesario que estemos preocupados por nuestras dificultades y nuestras cargas, como por ejemplo, el hecho de tener un hijo gravemente enfermo. Si nos olvidamos de ello, el Señor no se va a olvidar, pero si lo tenemos presente, el Señor muchas veces parecerá ignorar la situación. Aun cuando digamos: “Mi hermano Lázaro está enfermo”, el Señor no actuará más rápidamente por causa de nosotros. Cuanto más queramos que Él venga y se ocupe de un asunto, menos vendrá. Él sabe que nuestro “Lázaro” está enfermo, pero no contesta nuestra oración. Es solamente cuando nosotros desistimos que Él viene. Cuanto más le insistimos, más se tarda hasta que “Lázaro” finalmente muere, es sepultado y empieza a heder. Es así como procede el Señor. Él no desea que nosotros hagamos algo para Él; lo único que desea es que aprendamos a absorberlo y disfrutarlo.

Marta estaba siempre ocupada haciendo cosas para el Señor. Ella no sabía cómo detenerse y absorber al Señor. Tenemos que aprender a detenernos. En particular, cuando oremos, debemos aprender a desligarnos de tantos asuntos. No debemos tener nuestra mente ocupada con tantos asuntos mientras oramos. Ya sea que oremos por media hora o sólo por diez minutos, debemos absorber al Señor y disfrutarlo. Debemos alimentarnos de Él hasta que estemos llenos. Dejemos que los niños estén enfermos; dejemos que las dificultades sigan allí; dejemos que las cargas se resuelvan solas. El Señor sabe de todas estas cosas. Nosotros debemos disfrutarle y alimentarnos de Él. Simplemente debemos disfrutar al Señor y absorberlo una y otra vez. Si hacemos esto, seremos llenos de Dios, y nuestro rostro resplandecerá. Estaremos llenos de la presencia del Señor. ¡Cuán glorioso será esto!

Lamentablemente, hoy sucede todo lo contrario. Muchos hermanos y hermanas son como los dos discípulos que iban camino a Emaús. Están muy afligidos. Predican el evangelio con el ceño fruncido. Visitan a las personas con rostros sombríos. Van con sus tristezas, no con el Señor. Como resultado, aquellos a quienes visitan acaban por sentirse más tristes. Algunos ancianos son ancianos que están llenos de tristeza. Cuando piensan en los santos del salón número veintiocho, menean la cabeza. Cuando consideran a los santos del salón dos, se lamentan por la situación. Cuando oran en la mañana, dicen: “Señor, acuérdate de los santos del salón veintiocho, y no te olvides de los del salón dos”. Esto no es orar al Señor; es orar acerca de los salones de reunión. Los ancianos deben olvidarse de todo ello. Cuando acudan al Señor en la mañana, deben contemplar Su hermosura, absorberlo, recibirlo y disfrutarlo. Mientras se alimentan del Señor y son llenos de Él, sus rostros resplandecerán. Entonces cuando visiten a los santos del salón veintiocho en la noche, todos los hermanos y hermanas dirán que “Moisés” ha venido. Ellos se maravillarán al ver el rostro resplandeciente del hermano y dirán: “El rostro de este anciano ha cambiado. Su rostro ya no es un rostro de tristeza sino un rostro resplandeciente. Cuando se pone en pie para hablar, el Señor es expresado”. Ése es el secreto, y eso es lo que significa ser un cristiano.

No es necesario que oremos por tantos asuntos. Simplemente debemos tocar al Señor, debemos contactarlo. Nuestra relación con el Señor no se basa en asuntos. Él no desea que nosotros hagamos nada para Él ni tampoco desea hacer nada por nosotros. Nuestra relación con el Señor no se basa en hacer cosas sino en disfrutarle. Él dijo: “Tomad, comed” (Mt. 26:26). Esto significa que Él desea que nosotros lo recordemos; que lo tomemos y bebamos. Él se dio a Sí mismo a nosotros para que le disfrutemos. Él no desea hacer nada por nosotros, sino simplemente ser nuestro disfrute. Él no quiere que hagamos nada para Él; solamente desea que nosotros le disfrutemos. Eso es todo lo que desea y lo único que importa. Él vino a ser nuestro disfrute. Nosotros simplemente tenemos que disfrutarle, y Su gloria se expresará por medio de nosotros. En esto consiste la vida cristiana, y éste es el significado de ser un cristiano. Hermanos y hermanas, es sólo de esta manera que encontraremos luz, poder, victoria y santidad. Es sólo de esta manera que encontraremos al propio Señor de gloria.


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