Cumplimiento del tabernáculo y de las ofrendas en los escritos de Juan, Elpor Witness Lee
ISBN: 978-0-7363-7380-7
Copia impresa: Living Stream Ministry disponible en línea
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El título de este capítulo es: “La serpiente y la novia”. Parece extraño poner estas dos cosas juntas. ¿Cómo puede estar la serpiente con la novia? ¿Qué significa dicho título? Este título no tiene absolutamente nada que ver con algo religioso o ético. Por supuesto, es muy común hablar de un novio y una novia. ¿Pero quién vincularía a la serpiente con la novia? No obstante, el capítulo 3 de Juan habla tanto de la serpiente como de la novia. Todos sabemos que en este capítulo tenemos a Nicodemo, la verdad de la regeneración por el Espíritu y el versículo “de oro”: Juan 3:16. Sin embargo, me pregunto, ¿cuántos cristianos han prestado adecuada atención a las palabras serpiente y novia halladas en los versículos 14 y 29?
Juan 3:14 dice: “Como Moisés levantó la serpiente en el desierto, así es necesario que el Hijo del Hombre sea levantado”. El Señor parecía decirle a Nicodemo: “Tú eres un maestro de Israel, y ciertamente debes haber enseñado la historia de Números 21. Según ese capítulo, los hijos de Israel fueron mordidos por serpientes. La naturaleza serpentina entró en ellos. A los ojos de Dios, todos ellos vinieron a ser serpentinos. Cuando ellos se estaban muriendo a causa del veneno, clamaron a Moisés, y él oró a Dios por ellos. Dios le dijo a Moisés que hiciera una serpiente de bronce y que la levantara sobre un asta. En el Antiguo Testamento, levantar algo de esta manera denota el juicio ejecutado por Dios y delante de Dios. Por lo que, la serpiente de bronce levantada sobre un asta indica que fue juzgada por Dios. Sabemos por Números 21:9, que “si una serpiente mordía a alguno, cuando éste miraba a la serpiente de bronce, vivía”.
La serpiente de bronce era igual que una serpiente real en forma, pero no en naturaleza. Tenía la forma de una serpiente, pero no la naturaleza venenosa de una serpiente. La serpiente de bronce era un sustituto para todos los hijos de Israel que habían sido mordidos por las serpientes ardientes y se habían convertido en seres serpentinos. Por lo tanto, todos los hijos de Israel fueron juzgados por Dios cuando el sustituto de ellos, la serpiente de bronce, fue levantado sobre el asta y fue juzgado por Él. Además, como ya señalamos, cualquiera que mirara esa serpiente de bronce, viviría. La Biblia no dice que los hijos de Israel se sanarían al mirar a la serpiente de bronce; sino que ellos vivían. A los ojos de Dios, ellos no estaban enfermos, sino muertos. Ésta es la razón por la cual ellos vivían si miraban a la serpiente de bronce levantada.
En Juan 3:14 el Señor le indicó a Nicodemo, un anciano religioso que enseñaba la Biblia al pueblo de Dios, que así como la serpiente de bronce fue levantada en el desierto por los hijos de Israel, que habían sido mordidos por la serpiente, así el Señor, el Hijo del Hombre, sería levantado, para que todo aquel que en Él cree, tenga vida eterna. El versículo 15 es la compleción del versículo 14, al decir: “Para que todo aquel que en Él cree, tenga vida eterna”. La palabra para al comienzo del versículo 15 indica que el resultado de que el Señor fuese levantado como el Hijo del Hombre, es la vida eterna para todo aquel que cree. El versículo 16 comienza con la palabra porque, lo cual indica que 3:16 es una explicación de los versículos 14 y 15. Esto explica el hecho de que, a los ojos de Dios, el Señor Jesús fue levantado como nuestro Sustituto para llevar el juicio de Dios por nosotros, de modo que pudiésemos mirarlo a Él y recibir la vida eterna. Dado que en Adán fuimos mordidos por la serpiente antigua, estábamos muertos. Pero ahora por medio de Cristo, como la serpiente de bronce levantada en la cruz, podemos recibir la vida eterna, la vida de Dios.
La serpiente es mencionada en Juan 3 de tal manera que nos indica que todos nosotros, los seres humanos caídos, somos serpentinos. No solamente somos pecadores; somos serpentinos porque fuimos mordidos por la serpiente antigua. Ciertamente, cuando Nicodemo vino al Señor Jesús esa noche, él definitivamente no estaba consciente de que era serpentino. Probablemente se consideraba como un hombre que buscaba a Dios y temía a Dios, como un hombre que trataba de agradar a Dios al guardar la ley y que enseñaba las Escrituras a los hijos de Israel. Sin embargo, Nicodemo, no estaba satisfecho con la ley ni con las enseñanzas halladas en el Antiguo Testamento. Él había oído de Jesús el nazareno y de las señales que había hecho. Es posible que Nicodemo haya visto algunas de esas señales, y quizás haya oído hablar al Señor. Pero no se atrevía a venir a Él directamente, porque eso habría sido vergonzoso para un hombre de su posición. Es por esto que Nicodemo vino al Señor de noche.
Sabemos que Nicodemo respetaba al Señor Jesús por la manera en que le habló en el versículo 2. Nicodemo le dijo: “Rabí, sabemos que has venido de Dios como maestro; porque nadie puede hacer estas señales que Tú haces, si no está Dios con él”. Entre los judíos, rabí era el título más elevado que se le pudiera conceder a alguien. Nicodemo no sólo llamó al Señor un rabí; también reconoció que Él había venido de Dios. Sabía que así como Dios envió Moisés a los padres, así también envió al Señor Jesús a ellos. Nicodemo parecía decir: “Tal vez otros fariseos no te respeten, pero yo sí. Te aprecio como un rabí que Dios nos envió. Ciertamente Tú puedes darme mejores enseñanzas. Dado que soy un maestro de las Escrituras, quiero recibir más y mejores enseñanzas, como también enseñanzas más elevadas”. No obstante, el Señor Jesús le respondió a Nicodemo no con enseñanzas, sino con una palabra clara acerca de nacer de nuevo: “De cierto, de cierto te digo: El que no nace de nuevo, no puede ver el reino de Dios” (v. 3). Aquí el Señor Jesús parecía decirle a Nicodemo: “Tú vienes a Mí buscando enseñanzas. Pero no necesitas más enseñanzas: lo que necesitas es nacer de nuevo. Nicodemo, necesitas otro nacimiento”.
Cuando habló con Nicodemo, el Señor Jesús fue sabio. No le dijo de manera franca y directa que era un ser serpentino. El Señor no dijo: “Nicodemo, dado que eres serpentino, te es necesario nacer de nuevo”. Primero, el Señor le dijo a Nicodemo que le era necesario nacer de nuevo. Solamente después Él introdujo el asunto de la serpiente de bronce.
En la conversación entre Nicodemo y el Señor Jesús había dos lados, el lado de Nicodemo y el lado del Señor. Siendo un anciano, Nicodemo era una persona religiosa, ética y moral. Lo que le dijo al Señor aquí era natural, religioso, moral, ético y humano.
La manera en que el Señor le habló a Nicodemo no era religiosa, ética, moral ni humana. El Señor le dijo que le era necesario nacer de nuevo. Moisés no enseñó eso. Tampoco lo enseñaron Confucio ni los filósofos griegos. Esta palabra va más allá de la religión, la ética, la moralidad y la filosofía.
Sin duda alguna, las palabras del Señor acerca de nacer de nuevo desconcertaron a una persona tan religiosa y ética como el anciano Nicodemo. Nicodemo le dijo al Señor: “¿Cómo puede un hombre nacer siendo viejo? ¿Puede acaso entrar por segunda vez en el vientre de su madre, y nacer?” (v. 4). Aunque la palabra del Señor acerca de nacer de nuevo trascendía todo pensamiento humano, la pregunta que hizo Nicodemo en el versículo 4 indica que hizo descender la palabra del Señor a un nivel humano. Pensó que para nacer de nuevo, uno debe volver a entrar en el vientre de la madre y nacer por segunda vez. Pero aun si eso fuera posible, seguiríamos teniendo la naturaleza serpentina. Nacer físicamente de nuevo, no cambiaría esto en nada. Como dijo el Señor en el versículo 6: “Lo que es nacido de la carne, carne es; y lo que es nacido del Espíritu, espíritu es”. Aquí el Señor parecía estar diciendo: “Aun si tú pudieses volver una y otra vez al vientre de tu madre, y nacer, seguirías siendo carne”. A los ojos de Dios, esta carne contiene el veneno de la serpiente antigua. Nuestra carne es totalmente serpentina.
El Señor fue paciente con Nicodemo, y continuó diciendo en el versículo 5: “De cierto, de cierto te digo: El que no nace de agua y del Espíritu, no puede entrar en el reino de Dios”. Ya vimos que el agua era el concepto central del ministerio de Juan el Bautista, esto es, dar fin al hombre de la vieja creación. El Espíritu es el concepto central del ministerio del Señor Jesús, esto es, hacer germinar al hombre en la nueva creación. Estos dos conceptos juntos constituyen todo el concepto de la regeneración. La regeneración es dar fin a los que pertenecen a la vieja creación con todas sus obras, y hacerlos germinar en la nueva creación con la vida divina.
En 3:5 el Señor le estaba diciendo a Nicodemo: “Tú necesitas ser sepultado en el agua de la que habló Juan el Bautista en su ministerio. Juan no vino para enseñarte cómo guardar la ley de Moisés; él vino a darte sepultura. ¿Sabes por qué Juan quería sepultarte? Porque tú estás muerto; eres un cadáver, y un cadáver debe ser sepultado. Juan el Bautista dijo que él te sumergiría en el agua y te sepultaría allí, pero que tras él venía Aquel que te bautizaría en el Espíritu. El agua sirve para sepultarte, y el Espíritu tiene como fin resucitarte. Juan vino para sepultarte en agua, y Yo vine para resucitarte, de modo que puedas ser una persona nueva, una persona resucitada por el Espíritu de vida”.
Al parecer, Nicodemo entendió lo que el Señor le decía al menos hasta cierto grado. Por lo tanto, le preguntó en el versículo 9: “¿Cómo puede hacerse esto?”. En respuesta a la pregunta de Nicodemo, el Señor dijo que así como Moisés levantó la serpiente en el desierto, así es necesario que el Hijo del Hombre fuera levantado. Luego el Señor le dijo que todo el que cree en Él, en el Hijo del Hombre que fue levantado, recibe vida eterna. Entonces Él le explicó que ésta era la verdadera manifestación del amor de Dios para con el mundo.
Lo que el Señor le dijo a Nicodemo en los versículos 14 y 15, indicaba que si Nicodemo quería ser regenerado, nacer de nuevo, él tenía que darse cuenta que era serpentino. El Señor parecía decirle: “Nicodemo, tú eres uno de los que fueron mordidos por la serpiente, así como los hijos de Israel fueron mordidos por serpientes ardientes en el desierto. Por consiguiente, no deberías pensar que eres bueno. Debes darte cuenta de que eres serpentino. Para Dios, Nicodemo, tú eres una serpiente, una cría de aquella serpiente antigua mencionada en Génesis 3. Tu necesitas que Yo sea tu Sustituto, que sea la serpiente de bronce juzgada por Dios, de modo que tú puedas ser redimido y tengas la base para creer en Mí a fin de recibir la vida divina, de modo que puedas nacer de nuevo para llegar a ser otra persona, un nuevo hombre”.
Según 3:14, Cristo fue hecho una serpiente de bronce. Vuelvo a decirles que Él tenía la forma de una serpiente, pero que no tenía la naturaleza venenosa de una serpiente. Sin embargo, nosotros realmente somos serpentinos, porque en nuestra naturaleza caída somos hijos de la serpiente antigua, el diablo (1 Jn. 3:10). Por esta razón, en Mateo 12:34 el Señor Jesús llamó a los fariseos “cría de víboras”. En Mateo 23:33 les llamó serpientes y cría de víboras, la descendencia de la clase más venenosa de las serpientes. El Señor les estaba diciendo a los fariseos que ellos eran viboritas. Además, en Juan 8:44 Él dijo: “Vosotros sois de vuestro padre el diablo, y los deseos de vuestro padre queréis hacer. Él ha sido homicida desde el principio, y no ha permanecido en la verdad, porque no hay verdad en él. Cuando habla mentira, de lo suyo habla; porque es mentiroso, y padre de mentira”. Puesto que el diablo es el padre de los pecadores, los pecadores son los hijos del diablo. El diablo es la serpiente antigua (Ap. 12:9; 20:2), y los pecadores también son serpientes, cría de víboras. Por lo tanto, a los ojos de Dios, en nuestra naturaleza caída no somos meramente pecaminosos, somos serpentinos.
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