Principios básicos en cuanto al ancianatopor Witness Lee
ISBN: 978-0-7363-4731-0
Copia impresa: Living Stream Ministry disponible en línea
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Hechos 15 revela algunos principios básicos en la administración de Dios. En primer lugar, el relato que encontramos en este capítulo nos muestra que en los primeros días no había ninguna iglesia que fuera la sede principal. Muchos cristianos creen que Jerusalén era la sede de la iglesia en aquella época, la cual controlaba y daba órdenes a las demás iglesias. Sin embargo, en Hechos 15 podemos ver que esto no era así porque la decisión no la tomó la iglesia en Jerusalén.
El segundo principio revelado en Hechos 15 es que ninguna iglesia debe tomar una decisión por sí misma. El problema se suscitó en la iglesia en Antioquía cuando algunos vinieron y enseñaron que los creyentes gentiles tenían que circuncidarse conforme a la ley del Antiguo Testamento. Esto era absolutamente contrario a la verdad del evangelio. Pablo, quien era el apóstol llamado para los gentiles, y Bernabé, no pudiendo tolerar esta falsa enseñanza, provocaron “una disensión y discusión no pequeña” (v. 2). Sin embargo, ni ellos ni la iglesia en Antioquía tomó ninguna decisión al respecto, porque no dieron por sentado que tenían autoridad para hacerlo. Pablo no supuso que él era el rey que debía tomar la decisión final ni dio órdenes a los demás.
Pablo, Pedro y Jacobo estaban entre aquellos que se reunieron en Jerusalén. Éstos son nombres que se consideran muy importantes en la historia de la iglesia. Sin embargo, según Hechos 15, ellos se condujeron simplemente como hermanos. Pedro y Jacobo se dirigieron a los demás como “hermanos” (vs. 7, 13), lo cual indica que no asumieron una posición superior a los demás. Debemos leer Hechos 15 varias veces a fin de percibir el espíritu de este capítulo y ver qué clase de atmósfera hubo en aquella ocasión. La atmósfera muestra que no hubo una autoridad o cabeza humana.
A modo de principio, en la administración de Dios ninguna iglesia local debe atreverse a tomar ninguna decisión en cuanto a la verdad ni en cuanto a otros asuntos que afecten a otras iglesias sin antes tener comunión. Por esta razón, la iglesia en Antioquía envió a Pablo y a Bernabé a Jerusalén. A pesar de que Pablo y Bernabé eran apóstoles, ellos no decidieron ir por su cuenta. Al contrario, los hermanos dispusieron que ellos fueran (v. 2). Esta palabra se repite en el versículo 3, que dice: “Ellos, pues, habiendo sido encaminados por la iglesia”. El hecho de que Pablo y Bernabé fuesen encaminados por la iglesia muestra que la iglesia era más alta que ellos. A lo más, ellos eran representantes de la iglesia. No sólo Pablo y Bernabé fueron enviados, sino también “algunos otros de ellos” (v. 2). Esto indica que Pablo y Bernabé no eran “reyes”. Así pues, el relato de Hechos 15 nos muestra que ningún ser humano presumía ser cabeza ni tener autoridad sobre los demás.
El tercer principio que nos revela Hechos 15 es que los representantes de las iglesias no eran solamente los apóstoles sino también los ancianos. Este capítulo describe una conferencia de apóstoles y ancianos. Ninguno asistió a esta conferencia en calidad de profeta porque los profetas no representan a las iglesias. La razón por la cual incluyó a los apóstoles y ancianos es que en la administración de Dios los apóstoles representan a la iglesia universal, mientras que los ancianos representan a sus respectivas iglesias locales.
El cuarto principio que nos revela Hechos 15 tiene que ver con la persona que actuó como cabeza en esta conferencia de apóstoles y ancianos. Es difícil decir quién presidió esta conferencia. Al parecer Jacobo dio la palabra de conclusión o una palabra decisiva, pero nadie dio las palabras de apertura. El versículo 7 muestra que esta conferencia empezó con “mucha discusión”. No sabemos quién empezó la discusión, pero ésta debió haber durado mucho tiempo. Después de la discusión Pedro se levantó y habló acerca de su experiencia. Nadie puede rebatir un hecho histórico. Pedro les contó a los hermanos lo que había visto y experimentado personalmente. No hubo disensión alguna respecto a que Dios había visitado y salvado a muchos gentiles. En el versículo 9 Pedro dijo que Dios no hizo ninguna distinción entre los judíos y gentiles, y que, puesto que Dios había limpiado los corazones de los gentiles por la fe, no era necesario que ellos fuesen circuncidados. Después del testimonio de Pedro, los demás callaron porque fueron convencidos (v. 12a).
El versículo 12b dice: “Oyeron a Bernabé y a Pablo, que contaban cuantas señales y prodigios había hecho Dios por medio de ellos entre los gentiles”. Cuando Pablo y Bernabé se mencionan en el capítulo 15, a veces primero se menciona a Pablo y otras veces a Bernabé. En el versículo 12 Bernabé se mencionó primero. Esto tiene cierta importancia. Al parecer, en Hechos 13 se da un cambio en el orden. En la primera parte del capítulo 13 y en pasajes anteriores, el nombre de Bernabé siempre se mencionaba primero (11:30; 12:25; 13:2, 7). Luego, hacia la mitad del capítulo 13 se empieza a mencionar primero a Pablo (13:42-43, 46, 50; 15:2, 22). Sin embargo, eso no significa que después de Hechos 13 Pablo siempre hubiera tomado la iniciativa (14:14). Hechos 15 menciona a Bernabé primero en dos ocasiones en circunstancias importantes (vs. 12, 25). El Espíritu, al inspirar las Sagradas Escrituras, indicó que el liderazgo no es fijo o establecido. Un hermano puede tomar la iniciativa hoy, y mañana otro hermano puede tomarla. Por lo tanto, debemos ver que Pablo no siempre estaba al frente.
Bernabé y Pablo también testificaron dando su historia y experiencia personal, y les contaron a los demás cuántas señales y prodigios había hecho Dios por medio de ellos entre los gentiles, y después guardaron silencio. Después de escuchar los testimonios de Pedro, Bernabé y Pablo, todos los que estaban presentes callaron. Es posible discutir en cuanto a doctrinas, opiniones e ideas, pero nadie puede refutar hechos históricos. Por lo tanto, no hubo más discusión. Sin embargo, ellos no tomaron una decisión por votación, sino que, en lugar de ello, Jacobo dijo: “Varones hermanos, oídme. Simeón ha contado cómo Dios visitó por primera vez a los gentiles, para tomar de ellos pueblo para Su nombre. Y con todo esto concuerdan las palabras de los profetas” (vs. 13-15). Él entonces citó algunas profecías del Antiguo Testamento para mostrar que aquello de lo cual Pedro, Bernabé y Pablo habían testificado concordaba con lo dicho por los profetas. Así pues, después de mucha discusión y unos cuantos testimonios, Jacobo, un hermano que conocía las Escrituras, citó la Palabra de Dios para confirmar los testimonios.
El relato de Hechos 15 es muy valioso porque nos permite ver que hubo discusión entre los primeros apóstoles y ancianos. No es correcto pensar que a fin de ser espirituales debemos evitar las discusiones. Es solamente cuando el rey está presente que no puede haber discusión alguna. En todas las reuniones de los ancianos debe haber mucha discusión. Esto es bíblico. Por otra parte, aunque debemos discutir, ninguno debe insistir en nada. Debemos estar completamente abiertos. Ninguno debe ser de los que dicen amén a todo, aceptando todo lo que se dice aunque no esté conforme al verdadero sentir que tenga, pues todos hemos nacido de nuevo, amamos al Señor y tenemos a Cristo viviendo en nosotros. Nosotros también tenemos un espíritu y podemos ejercer discernimiento. Hubo mucha discusión en presencia de Pedro, Jacobo y Pablo. Ninguno de ellos era un rey, porque su presencia no hizo callar a los demás. De ese modo, el reinado fue reservado plenamente para Dios. El único Rey es Dios, y todos nosotros somos súbditos Suyos. Nunca debemos decir que nadie más debe hablar cuando cierto hermano está presente. Éste es un concepto equivocado y es una afrenta a la posición de Cristo como cabeza.
La conferencia de Hechos 15 tuvo un progreso; pasó de la discusión a los testimonios y luego a la confirmación de la Palabra de Dios. Ésa es la manera apropiada en la administración de Dios de llegar al punto de tomar una decisión con respecto a problemas que se presenten entre las iglesias. No debe haber una autoridad humana. Después de que Jacobo citó la Palabra de Dios, él debe haber recibido autorización de parte del Señor, porque declaró con gran denuedo: “Por lo cual yo juzgo que no se inquiete a los gentiles que se convierten a Dios” (v. 19). Jacobo recibió y transmitió el decreto del Rey.
Esto también nos muestra que no debemos tomar decisiones basados solamente en nuestra experiencia. Debemos recibir la confirmación de la Palabra santa. Cualquier experiencia que no pueda ser confirmada con la Palabra no debe tomarse como un factor decisivo. El factor final de cualquier decisión debe ser la Palabra santa. Pedro no tuvo el denuedo de tomar una decisión basada solamente en su experiencia, ni tampoco Bernabé o Pablo. Fue sólo después de haber escuchado los testimonios y de haber hallado confirmación en la Palabra de Dios, que Jacobo emitió un juicio. La autoridad no residía en Jacobo, sino en la palabra que citó de las Sagradas Escrituras. Debido a que Jacobo halló confirmación en la Palabra, él no hizo una humilde sugerencia, sino que habló con autoridad. Por lo tanto podemos ver la sabiduría de Jacobo en sus palabras de conclusión. El juicio que él expresó era conforme a la Palabra santa y correspondía con los testimonios de los hermanos de más experiencia. Esta decisión abarcó todos los aspectos necesarios y suplió todas las necesidades. Debemos aprender todas estas cosas.
El versículo 22 dice: “Entonces pareció bien a los apóstoles y a los ancianos, con toda la iglesia”. Este maravilloso relato nos muestra que aunque la conferencia fue una reunión de apóstoles y ancianos, la decisión fue tomada con toda la iglesia. Los apóstoles y los ancianos consideraron que lo que habían decidido era algo aceptable para toda la iglesia.
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