Cristo todo-inclusivo, Elpor Witness Lee
ISBN: 978-0-87083-626-8
Copia impresa: Living Stream Ministry disponible en línea
ISBN: 978-0-87083-626-8
Copia impresa: Living Stream Ministry disponible en línea
Font Size
Ahora, ¿qué podemos decir de la autoridad, qué del hierro? El Señor dijo que le fue dada toda potestad en el cielo y en la tierra. Pero la historia no termina allí. El Señor también nos dijo que esta autoridad la ha dado a nosotros. Hermanos y hermanas, ¿saben que tienen el derecho de reclamar la autoridad del Señor? Tienen algo mayor que el poder: ¡tienen la autoridad! ¿Conocen la diferencia entre la autoridad y el poder?
Pongamos un ejemplo. Usted tiene un automóvil y en ese automóvil tiene poder. Supongamos que en la calle usted se encuentra con un policía que está dirigiendo el tráfico con un silbato. El es un pequeño policía, pero cuando se para allí y levanta la mano, todos los carros deben detenerse. ¿Qué es esto? Es su autoridad, la autoridad del gobierno. Ese pequeño policía representa al gobierno. Usted debe obedecer sus órdenes. No importa qué clase de automóvil tenga usted o cuán potente sea. ¡Debe detenerse! No importa que tenga un carro, un camión o un autobús. Cuando él le dice “¡Alto!” usted tiene que detenerse. Comparado con el poder de todos los carros, o aún con el de uno solo, el poder del policía es muy inferior; de hecho, es casi nulo. Pero él tiene algo que usted con su carro potente no tiene: la autoridad. Cuando él dice “¡Alto!” todos deben detenerse. Su autoridad sobrepasa el poder que usted tiene.
Por muy fuerte que sea el enemigo, lo más que tiene es poder. Nosotros tenemos autoridad. Tenemos la autoridad de la Cabeza del universo entero. Ese pequeño policía representa al gobierno municipal, pero ¡nosotros representamos al Rey del universo! Hermanos y hermanas, ¿han disfrutado alguna vez esta autoridad? Temo que cuando vengan los problemas, simplemente se les olvide, y ustedes se comporten como miserables pordioseros. Se les olvida que representan a Cristo, ¡ni más ni menos que a Cristo! La autoridad encomendada a Cristo les ha sido encomendada a ustedes. El Señor nos dijo que El nos ha dado autoridad para vencer todo el poder del enemigo. Oh, ¡qué salvación es ésta! ¡Que la comprendamos y la experimentemos! Traten de aplicar la autoridad que Cristo les ha dado.
El pequeño policía allí parado tiene autoridad para detener todo el tráfico. Pero si yo voy allí y digo “¡Alto!” es muy posible que pierda mi vida. No tengo la base; no tengo el uniforme. No piense que sólo por ser cristiano podrá ejercer la autoridad sobre el enemigo. Usted tiene la autoridad, pero hay un problema. ¿Vive usted en Cristo? ¿Vive en la resurrección? Ese pequeño policía puede estar allí hoy y dar todas las órdenes; lo que ate, será atado; lo que desate, será desatado. Pero si el día siguiente la misma persona se para allí sin uniforme, no podrá hacer nada; nadie seguirá sus instrucciones y su vida estará en peligro. Cuando tiene uniforme, el tráfico le debe obedecer. Pero sin uniforme, no tiene sentido que dirija el tráfico, ni tampoco puede él igualar el poder de los carros. Usted es cristiano, pero ¿dónde está parado? ¿Dónde vive? ¿Dónde anda? ¿Anda en Cristo o en su vida natural? Si está en usted mismo, en su vida natural, ha perdido la base, no tiene el uniforme y no tiene autoridad.
En su tiempo, el apóstol Pablo echaba fuera muchos espíritus malignos (Hch. 16:18; 19:12). En el nombre del Señor Jesús se dirigía a los espíritus malos y les mandaba a salir. Pero, ¿se acuerda usted de cómo otros, los siete hijos de Esceva, intentaron hacer lo mismo en el mismo nombre? En vez de irse, los espíritus malos saltaron sobre ellos y los dominaron de tal manera que huyeron desnudos y heridos (Hch. 19:13-16). No tenían la base; no tenían la autoridad. Los espíritus malos conocían a Pablo y le obedecían, pero no a aquellos hombres. La autoridad depende del hombre.
Debemos comprender de dónde proviene el hierro. Se saca de las piedras. Y, ¿dónde están las piedras? Están en las montañas; las piedras están en la resurrección. Mientras usted permanezca en la posición de un pedazo de barro, nunca podrá reclamar la autoridad. Como hombre natural, hecho de barro, usted no tiene base ni derecho; no tiene hierro en usted. Pero cuando ya es una piedra, cuando esté viviendo en Cristo, viviendo en resurrección, automáticamente tendrá la autoridad. No necesita pedirla; simplemente puede reclamarla y aplicarla. Puede decir: “Vivo en Cristo; tengo la autoridad de los cielos, y ¡voy a usarla!” Les digo que esto realmente surte efecto.
El Señor nos dijo: “Todo lo que atéis en la tierra, será atado en el cielo; y todo lo que desatéis en la tierra, será desatado en el cielo” (Mt. 18:18). Esto es autoridad. Pero recuerde, tiene que estar en la vida de resurrección; debe tener la resurrección como base. Esto está relacionado con la resurrección. Entonces tiene el reino, tiene los montes. Es así como el reino llega a existir. Debido a que comprendemos el juicio y la autoridad de Cristo, podemos ejercitar Su juicio y autoridad. Tenemos las montañas, el reino, el gobierno divino, la autoridad de Dios.
En Deuteronomio 33:25 se nos dice que los cerrojos de las puertas están hechos de hierro y cobre. Estas puertas sirven para nuestra protección, defensa y seguridad. Si tenemos la capacidad de ejercer la autoridad del Señor y el juicio del Señor, tendremos protección y seguridad. Nuestras puertas estarán cerradas con los cerrojos de la autoridad y el juicio del Señor. Los creyentes más protegidos y más seguros son aquellos que saben algo acerca de ejercer la autoridad de Cristo. Tienen la fortaleza porque tienen la autoridad; por lo tanto, están a salvo y tienen seguridad, y por eso tienen descanso.
El edificio de Dios siempre se encuentra con esta clase de cristianos. No sólo son los materiales para el edificio, no sólo son piedras para la casa, sino que son la casa edificada. Con esta clase de creyente se encuentra la autoridad de Dios, el gobierno divino; por lo tanto, con ellos está el reino de Dios, las montañas o las colinas. Por supuesto, tenemos que crecer gradualmente, de la primera etapa a la segunda, de la tercera a la cuarta. Tenemos que aprender a aplicar a Cristo para disfrutarlo en la primera etapa como el agua viva. Hay que aprender también a aplicarlo en la segunda etapa como alimento sólido. Debemos aprender a disfrutar a Cristo hasta tal punto que todo el día sea para nosotros tan dulce y rico como la leche y la miel. Entonces habremos madurado. Llegaremos al punto de tener la base para reclamar la autoridad y el juicio del Señor.
Cuando tenemos la autoridad, no es necesario que tratemos con tantas cosas. Ni siquiera es necesario orar acerca de muchos asuntos. Tenemos el derecho de ejercer autoridad sobre esas cosas. Cuando el tráfico se acerca, ¿es necesario que el policía llame al alcalde para pedirle que haga algo para detenerlo? ¡Eso será absurdo! El policía ha sido autorizado para hacer esto. Exactamente en la misma manera, no hay necesidad de que clamemos a Dios pidiéndole ayuda. Podemos y debemos simplemente tomar la base y ejercer nuestra autoridad.
Sin embargo, quisiera repetir que no podemos hacer esto sin tener cierto grado de madurez espiritual. Sin duda, el apóstol Pablo tenía la base para reclamar la autoridad. Cuando en la iglesia en Corinto surgió un problema con respecto a cierto hermano, y el apóstol no pudo tolerarlo, les dijo que había juzgado a esa persona y que lo había entregado en las manos de Satanás en el nombre del Señor Jesús (1 Co. 5:3-5). Ejerció su derecho, asumió la autoridad. Si queremos hacer lo mismo, nosotros, tal como Pablo, debemos tener la madurez de vida.
Oh, hermanos y hermanas, debemos acudir al Señor para que aprendamos día tras día a aplicar a este Cristo todo-inclusivo con Sus inescrutables riquezas. Debemos experimentarlo a El en toda Su extensión, desde el agua viva hasta el hierro y el cobre.
Hay muchos más aspectos de las riquezas de Cristo. En estos capítulos sólo he dado algunos indicios. Hemos leído el pasaje de Ezequiel 34:29 que dice: “Y levantaré para ellos una planta de renombre”. Cristo es una planta de renombre, pero no sabemos el nombre de la planta. Cristo es otra clase de planta especial. Oh, ¡Cristo es sumamente rico! Nunca podríamos agotarlo. En las Escrituras también hay otras clases de plantas que representan a Cristo. En el segundo capítulo del Cantar de los Cantares se habla del manzano. Sin embargo, ésta no es una traducción exacta. Una traducción más precisa indica que es una clase de naranjo. Cristo es un naranjo. Hay tantas plantas que representan a Cristo y que nos revelan varios aspectos de Sus riquezas que son para nuestra experiencia. Exodo 30 enumera las plantas de las cuales se componían el ungüento para la unción y el incienso: la mirra, la canela dulce, el cálamo dulce y la casia (vs. 23-24), como también el estacte, la uña aromática, y el gálbano —todas éstas son especias dulces— junto con el incienso puro (v. 34). Estas plantas tienen mucho significado y son sumamente dulces. ¡Oh, las riquezas! ¡Oh, las inescrutables riquezas!
Esta tierra en verdad es una buena tierra, sumamente buena. Es especialmente buena en sus riquezas inescrutables. ¡Qué rica es esta porción de tierra! Es un tipo que representa al Cristo todo-inclusivo. Procuremos experimentar, disfrutar y aplicar a este Cristo tan glorioso y todo-inclusivo. ¡Que el Señor nos conceda Su gracia!
Nota: Esperamos que muchos se beneficien de estas riquezas espirituales. Sin embargo, para evitar cualquier tipo de confusión, les pedimos que ninguno de estos materiales sean descargados o copiados y publicados en otro lugar, sea por medio electrónico o por cualquier otro medio. Living Stream Ministry mantiene todos los derechos de autor en estos materiales, y esperamos que ustedes los que nos visiten respeten esto.