Misterio de Dios y el misterio de Cristo, Elpor Witness Lee
ISBN: 978-0-7363-2690-2
Copia impresa: Living Stream Ministry disponible en línea
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En la eternidad pasada, Dios hizo un plan con respecto a lo que Él realizaría durante el transcurso de los tiempos y las generaciones en todos los siglos. Él planeó hacer que Cristo fuera el centro y la Cabeza de toda la creación. Cristo es el misterio de Dios (Col. 2:2); como tal, Él es la imagen fiel del Dios invisible y el Primogénito de toda creación (1:15), el Primogénito de entre los muertos y la Cabeza del Cuerpo, que es la iglesia (v. 18), la porción que Dios nos ha otorgado (v. 12) e incluso el reino mismo (v. 13). Podemos compartir a Cristo, recibirlo y andar en Él. Además, Dios desea que Cristo sea algo más subjetivo en nuestra experiencia que todos los puntos antes mencionados. Él se ha propuesto que Cristo sea nuestra propia vida y elemento (3:4; cfr. Ef. 2:5). Dios desea que Cristo, como el Espíritu, entre en nuestro espíritu a fin de mezclarse con nosotros y llegar a ser nuestro propio elemento (1 Co. 6:17). Conforme al plan de Dios, Cristo debe ser nuestra vida, nuestro elemento y nuestro todo.
Dios no sólo planeó que Cristo fuera nuestra vida y nuestro todo, sino que, además, Él ha hecho que Cristo sea la realidad de todas las cosas positivas en el universo. Todas las cosas físicas que vemos son simplemente figuras y sombras de la realidad, la cual es Cristo (Col. 2:17). Las cosas físicas no son reales; sólo Cristo es real. El alimento que comemos no es el verdadero alimento, pues es solamente una figura. Cristo es nuestro verdadero alimento (Jn. 6:35, 57). La casa en que vivimos no es nuestra verdadera morada. Nuestra verdadera morada es Cristo (cfr. 15:4). El Señor es nuestra morada para siempre (Sal. 90:1). Él es nuestra habitación eterna, nuestra morada eterna (cfr. Ap. 21:22). La vida física que heredamos de nuestros padres no es la verdadera vida; es simplemente una sombra, una figura. Cristo es la verdadera vida (Jn. 14:6). Así que, a los ojos de Dios, si no tenemos a Cristo, no tenemos vida. En 1 Juan 5:12 dice: “El que tiene al Hijo, tiene la vida; el que no tiene al Hijo de Dios no tiene la vida”. Cristo también es nuestra verdadera luz y nuestro verdadero camino (Jn. 1:4; 1 Jn. 1:5; Jn. 14:6). Todas las cosas físicas visibles no son reales; todas ellas son simplemente figuras y sombras de la realidad, la cual es Cristo mismo.
Dios se ha propuesto que Cristo sea nuestro todo. ¿Qué es lo que usted desea? ¿Desea la buena tierra con sus manantiales? Cristo es la buena tierra y sus manantiales (cfr. Dt. 8:7). ¿Desea tener esperanza y paz? Cristo es tanto nuestra esperanza como nuestra paz (Ef. 1:12; 2:14). ¿Desea riquezas? Cristo es nuestra verdadera riqueza (cfr. 3:8; Fil. 4:19), y nuestro verdadero tesoro (2 Co. 4:7). ¿Necesita alimento con el cual nutrirse o una casa en donde vivir? Cristo es ambos. ¿Desea recibir una carta? Cristo es incluso nuestra carta (3:3). ¿Necesita ropa? Colosenses 3:10-14 revela que podemos vestirnos de Cristo, quien es nuestra verdadera ropa. ¿Necesita una cabeza bajo la cual someterse? Cristo es nuestra Cabeza (Ef. 1:22). De hecho, si no tiene a Cristo, usted es una persona sin cabeza. ¿Desea filosofía? Cristo es mucho más que la filosofía (Col. 2:3). Nunca podríamos agotar todo lo que Cristo es para nosotros. Cristo en verdad lo es todo.
Aunque Cristo lo es todo, existe un problema. El problema es que aunque Cristo está en nosotros, no lo aplicamos en nuestra vida diaria. Tenemos a Cristo, pero cuando pensamos sobre algo, no aplicamos a Cristo. Tenemos a Cristo, pero cuando vamos a hacer algo, no aplicamos a Cristo. Tenemos a Cristo, pero cuando hablamos con la gente, no aplicamos a Cristo. Esto puede compararse con tener un buen carro pero no saber conducirlo. Hemos recibido a Cristo en nosotros, pero no lo aplicamos en nuestro diario vivir.
Los cristianos hoy hablan con frecuencia de hacer, en calidad de creyentes, lo que es correcto. Día tras día buscan la voluntad del Señor para saber lo que deben o no deben hacer. Sin embargo, esta clase de búsqueda no es adecuada. En lugar de simplemente indagar si debemos hacer algo o no, deberíamos preguntarnos: “Si hago esto, ¿lo estaré haciendo solo o lo estará haciendo Cristo juntamente conmigo?”. Esto es lo que debemos esforzarnos por saber. Cuando hacemos algo, debemos indagar a fin de determinar quién es el que actúa. ¿Actuamos nosotros solos, o está actuando Cristo en nosotros y por medio de nosotros? En Gálatas el apóstol Pablo testifica, diciendo: “Ya no vivo yo, mas Cristo vive en mí” (2:20). Es posible que frecuentemente inquiramos de la siguiente manera: “¿Señor, es correcto que haga esto?”; pero también deberíamos comprobar si estamos actuando por nosotros mismos o si es Cristo quien vive en nosotros.
Cierto día un hermano joven me preguntó: “Hermano Lee, ¿por qué dicen algunos que los cristianos no deben ir al cine?”. Al contestar su pregunta, no le di una respuesta larga; simplemente le pregunté: “¿Cuando usted va al cine, le acompaña Cristo?”. El hermano joven me respondió: “Es obvio que Cristo no va conmigo al cine”. Además del tema de las películas, yo también preguntaría: Cuando predicamos el evangelio, ¿quién es el que predica? ¿Predicamos el evangelio por cuenta propia, o es Cristo en nosotros el que predica? Cuándo visitamos a algún creyente, ¿lo visitamos nosotros solos, o es el Cristo que mora en nosotros el que visita en nosotros y con nosotros? En otras palabras, al ocuparnos de todas las cosas en nuestra vida diaria, ¿realmente aplicamos a Cristo en lo que hacemos? Si hemos recibido la revelación de que Cristo lo es todo para nosotros, entonces nos aseguraremos de aplicarlo a Él en todo. Día tras día, momento tras momento y en todo lo que hagamos, debemos asegurarnos que Cristo vive en nosotros. Debemos asegurarnos de aplicar a Cristo en todo lo que hagamos.
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