Estudio-vida de Hebreospor Witness Lee
ISBN: 978-0-7363-3845-5
Copia impresa: Living Stream Ministry disponible en línea
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Dios ha hablado en dos etapas: a los padres y a nosotros. En tiempos pasados Él habló a los padres, pero en estos últimos días Él nos habla a nosotros. Antes de que Dios hablara a los hombres, Él le habló a la nada, a lo que no era. Él le habló a la nada puesto que en ese entonces no existía nada. Fue por medio de Su hablar que Él llamó las cosas que no eran, como si existiesen (Ro. 4:17). Él dijo: “¡Luz!”, y la luz llegó a existir. El universo entero fue creado por medio de Su hablar, por Su palabra. El universo entero fue constituido por la palabra de Dios (11:3). “Porque Él dijo, y fue hecho; Él mandó, y existió” (Sal. 33:9). Dios lo hace todo por medio de Su hablar. La verdadera obra que Dios realiza hoy entre nosotros la efectúa por medio de Su hablar. Si Dios no nos hablara, no podríamos hacer nada, no importa cuán arduamente trabajáramos. Si Dios no hablara, los ancianos y los hermanos que presiden en las iglesias no podrían hacer nada. Pero cuando Él habla, debemos decir: “¡Alabado sea el Señor!”. Cuando Dios le habla a la nada, algo llega a existir. Él llama las cosas que no son como si fuesen. Por Su hablar todo llegó a existir. El universo entero fue hecho por Su palabra, y después de esto, la humanidad llegó a existir.
Después que el hombre fue creado, Dios habló a los padres. En tiempos pasados Él habló parcial y diversamente a los padres en los profetas (1:1). En el Antiguo Testamento, Dios no habló al pueblo una sola vez y de una sola manera, sino en muchos fragmentos y de muchas maneras; trajo una porción a los patriarcas hablándoles de cierta manera, otra porción por medio de Moisés de otra manera, una porción por medio de David de una manera, y otra por medio de varios profetas en diversas maneras. Aun el Pentateuco, que consta de los primeros cinco libros del Antiguo Testamento, contiene una gran diversidad de pasajes en los que Dios habló. Estos libros, Génesis, Éxodo, Levítico, Números y Deuteronomio, constituyen cada uno un fragmento diferente del hablar divino y, a su vez, en cada libro encontramos diversos fragmentos del mismo. ¿Ha visto usted alguna vez algún otro escrito que tenga un contenido tan rico como la Biblia? El Antiguo Testamento contiene diversos escritos: historias, crónicas, salmos, proverbios y los libros de los profetas. Algunos libros son muy extensos, de más de sesenta capítulos, mientras que otros son breves, de tan sólo unos cuantos capítulos. Además, la Biblia agota todas formas del lenguaje; por ejemplo, encontramos profecías, tipos, sombras y figuras. La Biblia habla figurativamente de la mujer, la serpiente, el hombre, el león, el escorpión y el cordero, así como del agua, el sol, la luna, las estrellas y las distintas clases de árboles y plantas; y también emplea palabras explícitas, ejemplos, proverbios, parábolas, alegorías y tipos. Todas estas formas de expresión han sido utilizadas en las Escrituras. Cuando Dios le habló a Moisés, Él no se valió solamente de palabras, sino que le habló desde una zarza que ardía y no se consumía (Éx. 3:1-6). Ésta fue una forma maravillosa de hablar. Por medio de esto, Moisés entendió que no necesitaba ser consumido por el fuego, sino que más bien debía arder sin consumirse. Dios no pretendía servirse de él como combustible. Una pequeña zarza ardiendo le comunicó a Moisés muchas cosas. Ésta fue la manera en que Dios le habló a Moisés. ¡Oh, cuánta sabiduría se halla en la Biblia! Las cosas más sencillas son usadas de manera profunda para comunicar el hablar de Dios. Verdaderamente Dios ha hablado en muchas porciones y de muchas maneras.
Hebreos 1:2 usa la frase “al final de estos días”, que bien podría traducirse “en los postreros tiempos”. Ésta es una expresión hebrea que denota el fin de la dispensación de la ley, cuando el Mesías habría de ser presentado (Is. 2:2; Mi. 4:1).
En estos postreros días, Dios nos ha hablado y continúa hablándonos en el Hijo.
El Hijo es el Verbo o la Palabra (Jn. 1:1; Ap. 19:13). “En el principio era el Verbo [...] y el Verbo era Dios”. Él era la Palabra de Dios, Aquel por medio de quien Dios hablaba. El Hijo es la Palabra por completo para el hablar de Dios
Por ser la Palabra, el Hijo principalmente nos da a conocer a Dios el Padre (Jn. 1:18), es decir, Él declara, define, expresa y revela a Dios. Cuanto más nos habla el Hijo, más Dios se expresa y se revela.
La persona misma del Hijo constituye el hablar divino. El Hijo, por ser el Verbo de Dios y el hablar de Dios, constantemente nos imparte vida. Por ser el Verbo, el Hijo tiene la vida y continuamente nos transmite dicha vida. Cuando le recibimos, tenemos vida.
Como la Palabra divina que nos comunica el hablar divino, el Hijo revela la realidad por medio del Espíritu (Jn. 16:12-15). La realidad es todo lo que Dios es para nosotros. Esta realidad nos la revela el Hijo como la Palabra, a través del Espíritu.
Cuando el Hijo habla, Él es el Espíritu; o sea que el Espíritu es el Hijo mismo hablándonos. El Hijo de Dios es el Verbo, la Palabra. Cada vez que la Palabra es emitida, se convierte en el Espíritu. Este hecho nos lo demuestran las siete cartas enviadas a las iglesias en Apocalipsis 2 y 3. Al principio de cada epístola es el Señor quien habla, pero al final se nos dice que debemos oír lo que el Espíritu dice a las iglesias. Esto comprueba que siempre que el Señor Jesús nos habla, Él es el Espíritu que nos habla. Siempre que el Hijo habla, lo hace como el Espíritu. Si estudiamos las siete cartas de Apocalipsis 2 y 3, veremos que siempre que el Hijo habla, es el Espíritu quien habla (Ap. 2:1 cfr. 7; 2:8 cfr. 11; 2:12 cfr. 17; 2:18 cfr. 29; 3:1 cfr. 6; 3:7 cfr. 13; y 3:14 cfr. 22). Tenemos al Hijo que es la Palabra de Dios. Él no solamente es la Palabra de Dios sino también el hablar de Dios. Siempre que Él nos habla, Él es el Espíritu que habla. “Las palabras que Yo os he hablado son espíritu y son vida” (Jn. 6:63).
Hoy el Hijo, como el Espíritu que habla, está hablando juntamente con las iglesias. Él no solamente les habla a las iglesias, sino que también habla con las iglesias. Apocalipsis 22:17 dice: “Y el Espíritu y la novia dicen: Ven”. Al principio del libro de Apocalipsis, el Espíritu habla a las iglesias, pero al final de Apocalipsis el Espíritu habla con las iglesias, ya que el Espíritu y la iglesia han llegado a ser uno. ¡Aleluya! Éste es el hablar de Dios.
Nota: Esperamos que muchos se beneficien de estas riquezas espirituales. Sin embargo, para evitar cualquier tipo de confusión, les pedimos que ninguno de estos materiales sean descargados o copiados y publicados en otro lugar, sea por medio electrónico o por cualquier otro medio. Living Stream Ministry mantiene todos los derechos de autor en estos materiales, y esperamos que ustedes los que nos visiten respeten esto.