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Puente y canal de Dios, Elpor Witness Lee

ISBN: 978-0-7363-3840-0
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CAPÍTULO DOS

CONOCER LA MANERA QUE EL SEÑOR
NOS DIRIGE Y LA FUNCIÓN DE LA VIDA

CONOCER LA MANERA QUE NOS DIRIGE EL SEÑOR

Pregunta: ¿Cómo podemos conocer el camino del Señor? ¿Cómo sabemos cuál es el camino que Él ha dispuesto para nosotros?

Respuesta: La frase el camino del Señor tiene un significado muy amplio. Podemos entenderla literalmente sin saber realmente a qué se refiere. Podríamos compararla a la frase el enorme y vasto océano. La frase en sí misma es fácil de entender, pero es difícil saber a qué se refiere. Podemos decir que los caminos del Señor son aún más extensos que el enorme y vasto océano. En la Biblia el tema de los caminos del Señor es sumamente extenso. Por ejemplo, Romanos 11 dice: “¡Cuán [...] inescrutables Sus caminos!” (v. 33). Es imposible para el hombre medir y buscar los caminos de Dios. Por consiguiente, cuanto más sigamos al Señor, menos nos atreveremos a decir lo que significa conocer el camino del Señor. En un sentido más estricto, y que quizás nos resulte más fácil entender, conocer el camino del Señor en un asunto particular es conocer como nos dirige el Señor. Así pues, la frase el camino del Señor tiene un significado demasiado amplio, mientras que la frase como nos dirige el Señor nos comunica algo que todos podemos entender fácilmente. Conocer la dirección que nos da y la manera que nos guía el Señor es relativamente práctico.

Los asuntos espirituales son grandiosos, mientras que nosotros no. Por tanto, si alguien desea seguir al Señor, no debe decir: “Quiero tocar el camino del Señor” o “Quiero conocer el camino del Señor”. El camino del Señor es un gran asunto que no podemos tocar muy rápidamente, sino más bien, debemos acercarnos a ello poco a poco.

Es relativamente fácil conocer o entender cómo el Señor nos dirige o guía personalmente. Por ejemplo, si alguien desea ir a Kaohsiung, ¿qué camino debe tomar? El camino que debe tomar para ir a Kaohsiung lo irá descubriendo a medida que sigue los pasos que acostumbra a dar. Deberá ir allí paso a paso. Primero se pone de pie y luego sale de la casa. Después camina por la calle sin saber si debe ir hacia el sur o hacia el norte, y entonces pide direcciones a medida que avanza. Luego la gente le dice que la manera más segura para llegar a Kaohsiung es ir en tren. Entonces, va a la estación del ferrocarril, compra un boleto, espera el tren en la plataforma, y finalmente aborda el tren que lo lleva a Kaohsiung. Esto suena muy inconveniente, pero en realidad, todos los que seguimos al Señor debemos actuar de una manera práctica y concreta, no de una manera vaga y descuidada. A veces el Señor nos da cierto sentir y nos motiva a seguirlo. Si simplemente lo seguimos, todo estará bien; no obstante, muchas veces preferimos reflexionar sobre cómo podemos conocer y entender el camino del Señor. Es como si tratáramos de adelantarnos al Señor. Puesto que el Señor quiere que nosotros lo sigamos, no debemos tratar de adelantarnos a Él, procurando conocer Su camino de forma apresurada. Simplemente debemos seguirlo a Él.

TODAS LAS ACTIVIDADES QUE NO SON DE DIOS
Y QUE CARECEN DE DIOS
SON ACTIVIDADES RELIGIOSAS

La diferencia entre creer en Cristo y creer en una religión es que al creer en Cristo es Dios mismo quien busca al hombre, mientras que la religión exige que el hombre busque a Dios. ¿Qué es la religión? La religión consiste en creer que hay un Dios al cual hay que reverenciar; esto es, que el hombre se percata de que hay un Dios y por tanto, desea adorarlo. El hombre cree en una religión porque considera que Dios existe y, por tanto, decide servirlo, adorarlo, investigarlo, estudiarlo, examinarlo y ser ferviente por Dios. Sin embargo, creer en Cristo no es así. Creer en Cristo es Dios mismo quien viene a buscar al hombre, que desea entrar en el hombre y que desea que el hombre le sirva.

Según el concepto que se tiene comúnmente, la gente se pregunta: “¿Qué diferencia hay entre el cristianismo y la religión?”, o se pregunta: “¿Es el cristianismo una religión?”. Para responder a esta pregunta de manera cuidadosa, tenemos que aclarar que el cristianismo no es una religión. El Señor Jesús nunca usó la palabra religión durante Su ministerio en la tierra. Asimismo, los apóstoles nunca usaron la palabra religión en su predicación del evangelio. Aunque el cristianismo es considerado una de las cinco religiones principales del mundo, el hecho es que creer en Cristo no es creer en una religión. También podemos explicar esto diciendo que los que verdaderamente creen en Cristo son cristianos, no son seguidores de la religión cristiana.

¿Qué significa creer en una religión? Las personas creen en una religión porque consideran que hay un Dios y que deben reverenciarle y servirle. Sin embargo, los que creen en Cristo no actúan de esta manera; no son como los que adoran a Dios por su propia iniciativa, quienes perciben que Dios existe y consideran que deben adorarlo. Cada vez que un hombre cree en Cristo, esta acción ha sido iniciada por Dios. Fue Dios quien vino a buscar a Moisés mientras pastoreaba el rebaño (Éx. 3:1-6); fue Dios quien vino a buscar a Saulo mientras él estaba dando coces contra los aguijones (Hch. 26:13-15); y también fue Dios quien les dijo a Pedro y a Andrés mientras pescaban: “Venid en pos de Mí” (Mt. 4:18-20). Es muy maravilloso que en toda la Biblia, cada vez que una persona tiene contacto con Dios, siempre se debe a que Dios ha venido a ella primero. Dios primero vino a buscar a Job, y luego Job le sirvió (Job 38:1—42:6); asimismo, Dios primero vino a buscar a Moisés, y luego Moisés le sirvió (Éx. 3). En la Biblia no encontramos ningún caso en el que una persona sirviera a Dios porque primero ella hubiera tenido el pensamiento de servir a Dios.

En toda la Biblia se nos dice únicamente que Dios vino a buscar al hombre. Un día Isaías tuvo una visión y escuchó la voz del Señor, que le decía: “¿A quién enviaré y quién irá por nosotros?”. Entonces, respondió: “Heme aquí, envíame a mí” (Is. 6:1-8). Asimismo, fue después de recibir una visión que Jeremías se levantó para profetizar a los israelitas las palabras que Jehová le había mandado que hablase (Jer. 1:4-19). Daniel también tuvo una visión antes de que se levantara a ayunar y a orar para suplicarle a Jehová que restaurara a Jerusalén (Dn. 7—9). En toda la Biblia se nos muestra que Dios primero viene a buscar al hombre antes de que éste le sirva. Aquellos que creen en una religión toman la iniciativa de servir a Dios; pero aquellos que creen en Cristo sirven a Dios después de que han sido motivados y tocados por Dios.

Por esta razón decimos que ninguno debe decidir apresuradamente servir a Dios. Únicamente debemos servir a Dios cuando Él nos motive para servirle. Si servimos a Dios sin que primero Él nos motive, estaremos en una religión. Hablando de manera figurativa podemos decir que, hoy en día muchas personas cuelgan por fuera un rótulo que dice “cristiano”, pero interiormente están muy ocupados en actividades religiosas. Son cristianos sólo de nombre, pero en realidad son personas religiosas. ¿Qué significa ser cristiano? Un cristiano es alguien en quien Cristo está y que es continuamente agitado por Cristo mediante el Espíritu, de modo que no puede permanecer tranquilo, sino que siente que no tiene otra opción que servir a Dios. En cambio, una persona religiosa es alguien que toma la iniciativa de servir a Dios y desea hacer muchas cosas para Dios. Ésta es la condición de muchos cristianos hoy. En lugar de esperar a que el Señor los dirija en su interior para luego seguirle, ellos mismos son quienes toman la iniciativa y dejan que el Señor sea un simple espectador. Sin embargo, en la experiencia de los verdaderos cristianos, el Señor es quien toma la iniciativa, y ellos simplemente dicen “Amén”; es el Señor quien toma la iniciativa y ellos son Sus seguidores. Esto es completamente diferente del camino que siguen las personas religiosas.

Si usted siente que en su interior el Señor lo está guiando a hacer algo, debe preguntar: “Oh Señor, ¿qué quieres que haga? Señor, ¿qué deseas hacer en mí? ¿Deseas brotar de mi interior?”. Cuando usted esté quieto en la presencia del Señor de esta manera, el Señor tendrá la oportunidad de mostrarle poco a poco cómo proceder y cómo someterse a Él. De este modo, usted conocerá la dirección del Señor. En un sentido más general, usted conocerá cuál es la voluntad del Señor para usted, o en otras palabras, conocerá el camino del Señor. En su corazón usted percibirá cuál es el deseo que está en el corazón del Señor, y podrá seguir teniendo comunión con el Señor para que Él le continúe guiando. Entonces de inmediato podrá obedecer a este sentir y buscarlo nuevamente, diciendo: “Señor, ¿qué quieres que haga? ¿Cómo deseas hacer esto a través de mí?”. Esta manera de esperar calmadamente a que el Señor nos dirija es la correcta.

El principio que se nos presenta aquí es el de no hacer nada hasta que el Señor nos dirija interiormente. Sin embargo, la mayoría de los cristianos no procede de esta manera. En el pasado, solían correr apresuradamente cuando iban en pos de fama y de una posición en el mundo. Ahora que han sido salvos, en cuanto el Señor toca su ser, su antigua manera de proceder se manifiesta nuevamente. Así que corren apresuradamente para crear una confraternidad cristiana para llevar a cabo una obra en la universidad, y hacen planes de invitar a unos cuantos pastores famosos y celebran una gran reunión evangélica. Todo esto es iniciado por ellos mismos. De este modo, llegan a ser personas religiosas que no permiten que Cristo actúe en ellos ni viva por medio de ellos.

¿Qué significa ser cristiano? Significa que cuando Cristo se mueve en usted, usted sigue Su mover. Si un día Él le dice: “Hijo mío, ven en pos de Mí”, usted debe entonces preguntarle: “Señor, ¿qué quieres que haga?”. Después de que Pablo se encontró con el Señor, las primeras palabras que él dijo fueron: “¿Quién eres, Señor?”. Entonces el Señor le respondió: “Yo soy Jesús, a quien tú persigues. Levántate y entra en la ciudad, y se te dirá lo que debes hacer” (Hch. 9:5-6). Desde el primer día en que Pablo se encontró con el Señor, aprendió una lección, pues comprendió que todo lo que había hecho en el pasado no eran más que actividades religiosas. Él era muy ferviente por el Señor, y por eso había ido al sumo sacerdote y le había pedido cartas para las sinagogas de Damasco, para que si hallaba a alguno que fuera de este Camino, pudiera llevarlo preso a Jerusalén (vs. 1-2). La acción de ir a Damasco fue algo que Pablo había decido. Sin embargo, cuando el Señor le salió a su encuentro, Pablo cayó en tierra y dijo: “¿Qué haré, Señor?” (22:10). A partir de ese día, todas sus acciones fueron las acciones del Señor, de manera que cuando el Señor se movía en él, él se movía, y cuando el Señor no se movía, él tampoco se movía. Todas sus acciones externas eran el mover interno del Señor.

Como cristianos que somos, tenemos a una Persona que se está moviendo dentro de nosotros. Cuando Él se mueve, nosotros nos movemos. Pero esto no significa que seamos como marionetas que no tienen sentimientos, pensamientos, afectos ni opiniones. Nosotros somos seres humanos; tenemos una mente, una parte emotiva y una voluntad, y también tenemos inclinaciones y preferencias. Por esta razón no somos personas pasivas, sino personas que cooperan y son sumisas. Ser sumiso es cooperar con Aquel que se mueve en nosotros. En esto estriba nuestra unidad con el Señor. Es sólo cuando el Señor se mueve en nosotros que nosotros actuamos. Es así como un cristiano debe ser. De esta manera, somos guiados por el Señor. En otras palabras, entendemos la voluntad del Señor y conocemos cuál es el camino del Señor en nosotros. El camino del Señor es una expresión que tiene un significado muy amplio y extenso, pero a medida que sigamos al Señor, gradualmente lo entenderemos en nuestra experiencia.

Nuestro mayor problema es que deseamos ser el Pablo y el Moisés de hoy. Recuerden que no es por que aspiramos a ser Moisés que llegaremos a ser un Moisés, ni tampoco por aspirar a ser Pablo llegaremos a ser un Pablo. Dios es quien escoge y llama a las personas para que sean Moisés y Pablo. Hoy en día no hay manera de imitarlos. Nuestro primer problema es que deseamos ser un gigante espiritual. En segundo lugar, tenemos el problema de querer hacer una gran obra de evangelización, o al menos pensamos que debemos hacer una gran obra de evangelización en las universidades. Tener estos deseos es ir más allá de Dios. Si iniciamos algo por nuestra cuenta, sin que el Señor se mueva en nosotros primero, es ir más allá de Dios. En esto radica nuestro problema.


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