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Impartición divina de la Trinidad Divina, Lapor Witness Lee

ISBN: 978-0-7363-6710-3
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23. EN CALIDAD DE COMIDA, BEBIDA
Y VESTIDO PARA LOS CREYENTES

Nuestro Señor Jesús es nuestra comida, nuestra bebida y nuestro vestido (1 Co. 10:3-4; Gá. 3:27). Comemos de Él, bebemos de Él y nos vestimos de Él, tomándolo como nuestro vestido. En el desierto los israelitas comieron la comida espiritual, el maná, y bebieron de la roca espiritual que los seguía. Pablo nos dijo que la roca era Cristo. También nos dijo que “todos los que habéis sido bautizados en Cristo, de Cristo estáis revestidos”. Esto significa que nosotros nos vestimos de Él como nuestro vestido espiritual. ¡Aleluya! Él es sin duda la realidad de todo lo que necesitamos en nuestra vida diaria.

24. COMO TESORO INTERIOR DE LOS CREYENTES

El Señor Jesús es también nuestro tesoro interior (2 Co. 4:7). Mientras le disfrutamos al comerle y al beberle y al vestirnos de Él, Él llega a ser nuestro tesoro. Este tesoro en nosotros es Dios mismo impartido en nuestro ser.

25. COMO OLOR ESPARCIDO POR LOS CREYENTES

Él es también nuestro olor, la fragancia que esparcimos (2 Co. 2:14). Cristo nos ha infundido a Dios, y este Dios que ha sido infundido en nuestro ser es una agradable fragancia que otros disfrutan. Éste es el resultado de la impartición de Dios a nuestro ser.

26. EN CALIDAD DE MORADA DE LOS CREYENTES

Él es también nuestra morada. Cristo es nuestro hogar. Nosotros vivimos y moramos en Él. Pablo aspiraba a ser hallado en Cristo (Fil. 3:9a). Cuando permanecemos en una casa por mucho tiempo, esa casa llega a ser nuestra morada. Cristo es nuestra morada para que Dios pueda impartirse en nosotros.

27. COMO ESPERANZA DE GLORIA

Según Colosenses 1:27 Cristo es nuestra esperanza de gloria. Nosotros tenemos una esperanza que está guardada para nosotros. Vamos a entrar en la gloria. ¡La gloria es nuestra meta! Podemos llegar a nuestra meta si permitimos que Dios se infunda en nosotros todo el día. Dios se infunde y se imparte en nuestro ser, y esta impartición nos conduce a la gloria. Ésta es nuestra esperanza.

28. COMO HIJO PRIMOGÉNITO DE DIOS

Cristo es el Hijo primogénito de Dios (Col. 1:18; Ro. 8:29; He. 1:5-6). Según Colosenses 1:18 el Señor Jesús es el Primogénito de entre los muertos. Esto significa que Él es el Primogénito en resurrección, en la nueva creación. Romanos 8:29 dice que “a los que antes conoció, también los predestinó para que fuesen hechos conformes a la imagen de Su Hijo, para que Él sea el Primogénito entre muchos hermanos”. Por medio de Su resurrección, Él produjo a los muchos hijos de Dios, a los muchos hermanos del Primogénito. Hebreos 1:6 dice: “Y cuando trae de nuevo al Primogénito a la tierra habitada, dice: ‘Adórenle todos los ángeles de Dios’”. En Su primera venida Él era el Hijo unigénito de Dios (Jn. 1:18; 3:16); luego, por medio del proceso de la muerte y la resurrección, el Hijo unigénito vino a ser el Primogénito entre muchos hermanos (Ro. 8:29). Por lo tanto, en Su segunda venida Él no será el Unigénito, sino el Primogénito entre muchos hermanos.

29. COMO CABEZA DE TODAS LAS COSAS

Efesios 1:22 dice que Él “sometió todas las cosas bajo Sus pies, y lo dio por Cabeza sobre todas las cosas a la iglesia”. El gran poder de Dios que operó en Cristo lo dio por Cabeza sobre todas las cosas a la iglesia. El ser Cabeza sobre todas las cosas es un don que Dios le dio. Fue mediante la supereminente grandeza de Su poder que Cristo recibió la autoridad de ser Cabeza de todo el universo. Él es la Cabeza de todas las cosas a fin de que Dios pueda impartirse en nosotros.

30. COMO CABEZA DEL CUERPO

Cristo es la Cabeza del Cuerpo (Col. 1:18; Ef. 1:22-23). Cristo no sólo es la Cabeza de todas las cosas de un modo general, sino también la Cabeza del Cuerpo, la iglesia. Todo lo que Cristo, la Cabeza, logró y obtuvo es transmitido a la iglesia, Su Cuerpo. En esta transmisión la iglesia comparte con Cristo todos Sus logros: la resurrección de entre los muertos, el sentarse en Su trascendencia, la sujeción de todas las cosas bajo Sus pies y el ser Cabeza sobre todas las cosas.

31. COMO ESPOSO

En 2 Corintios 11:2 leemos: “Porque os celo con celo de Dios; pues os he desposado con un solo esposo, para presentaros como una virgen pura a Cristo”. Él es nuestro esposo a fin de impartir en nuestro ser todas las riquezas de Dios que están corporificadas en Él (Col. 2:9).

32. EN CALIDAD DE PRIMICIAS

En 1 Corintios 15:20 se nos dice: “Mas ahora Cristo ha resucitado de los muertos; primicias de los que durmieron es hecho”. El versículo 23 dice: “Pero cada uno en su debido orden: las primicias, Cristo; luego los que son de Cristo, en Su venida”. Cristo fue el primero en levantarse entre los muertos, las primicias de la resurrección. Puesto que Él, la Cabeza del Cuerpo, fue resucitado, también nosotros, Su Cuerpo, seremos resucitados. Esto equivale a disfrutar la impartición de la vida divina.

33. COMO POSTRER ADÁN

Cristo era el postrer Adán. En 1 Corintios 15:45 leemos: “Así también está escrito: ‘Fue hecho el primer hombre Adán alma viviente’; el postrer Adán, Espíritu vivificante”. Como el postrer Adán, Cristo por un lado acabó con el viejo hombre y, por otro, llegó a ser el Espíritu vivificante para que Dios pudiera impartirse en nosotros y ser nuestra vida, de modo que seamos hechos la nueva creación de Dios.

34. COMO SEGUNDO HOMBRE

En 1 Corintios 15:47 se afirma: “El primer hombre es de la tierra, terrenal; el segundo hombre es del cielo”. Cristo no sólo es el postrer Adán, sino también el segundo hombre. El primer Adán es el comienzo del viejo hombre en la vieja creación; el postrer Adán es el final, el fin del viejo hombre en la vieja creación.

El primer hombre, Adán, es la cabeza de la vieja creación y la representa como ser creado. El segundo hombre, Cristo, es la Cabeza de la nueva creación y la representa como hombre resucitado. En todo el universo sólo hay dos hombres: el primer hombre, Adán, el cual incluye a todos sus descendientes, y el segundo hombre, Cristo, el cual abarca a todos Sus creyentes. Nosotros los creyentes fuimos incluidos por nacimiento en el primer hombre, y por la regeneración hemos venido a formar parte del segundo Hombre. Nuestra acción de creer nos trasladó del primer hombre al segundo. Por ser parte del primer hombre, nuestro origen es la tierra y nuestra naturaleza es terrenal; pero por ser parte del segundo hombre, nuestro origen es Dios y nuestra naturaleza es celestial. Esto también tiene como finalidad la impartición de la vida divina.

Todos estos puntos muestran que Cristo lo es todo para nosotros, a fin de que Dios pueda impartirse en nuestro ser. ¡Cuán maravilloso es Cristo! Él es sumamente rico a fin de que Dios se imparta en nuestro ser.


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