Evangelio de Dios, Elpor Watchman Nee
ISBN: 978-1-57593-940-7
Copia impresa: Living Stream Ministry disponible en línea
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La primera pregunta consiste en si el hombre es salvo por medio de la fe juntocon guardar la ley. El hombre es salvo por medio de la fe al guardar la ley. Ya hemos hablado de la ley, pero lo repetiremos de nuevo. La Biblia dedica mucho tiempo para tratar con este asunto. Por eso los predicadores deben también dedicar mucho tiempo para tratar con este asunto. Puesto que el hombre presta mucha atención a la ley, la Biblia dedica dos libros para tratar con este problema. Tenemos que saber por qué Dios dio la ley. Dios dio la ley a los israelitas, no para que ellos la guardaran, sino para exponer sus pecados. Originalmente, los israelitas tenían pecados, pero éstos no habían llegado a ser transgresiones. Desde Adán hasta Moisés, el hombre tuvo pecados (Ro. 5:14), pero no tenía ninguna transgresión. Dios les dio la ley a fin de volver los pecados del hombre en transgresiones (Ro. 5:13, 20a).
¿Cómo se volvieron los pecados del hombre en transgresiones? Suponga que existe una persona que tiene la disposición y el temperamento de andar pasando al lado del lugar de reunión todos los días. Esto es algo que a él le gusta hacer. El tiene que hacer esto cada día, cada semana, cada mes y cada año. Nadie puede explicar la razón por la cual él hace esto. Pero en su temperamento, disposición y vida, hay algo que lo obliga a andar pasando al lado del lugar de reunión. Aunque él tiene tal hábito, no podemos decir que tiene transgresión alguna. Es posible que no nos guste lo que él hace y que podamos pensar que eso está mal, pero él no se da cuenta de que esto está mal. ¿Cuándo va él a darse cuenta de que esto está mal? Suponga que usted tiene dos listones de color rojo brillante y los ata cada uno en cada extremo de la senda. El siguiente día, cuando él llegue, verá los dos listones y se dará cuenta de que no debe caminar a través de ellos. Su hábito siempre ha sido caminar por allí porque algo dentro de él lo obliga a hacerlo. Supongamos que él ve estos dos listones y considera el color brillante, la textura de seda, los nudos bien hechos, y los rompe y camina atravesándolos. En ese caso su andar es diferente de su andar anteriormente. Su andar anterior fue pecado sin transgresión. Ahora es el mismo andar, pero él anda en transgresión.
Dios dice que la ley es perfecta. Es buena, justa, santa y excelente (Ro. 7:12). Sin embargo, el hombre está lleno de pecado. Está lleno de pecado por dentro y por fuera. Sin embargo, desde Adán hasta Moisés aunque el hombre tenía pecado, no tenía transgresiones. Dios estableció la ley, no con el fin de que el hombre no pecara, sino con el fin de exponer los pecados del hombre y hacerlos transgresiones. Hoy día la ley está aquí. Una vez que una persona quebranta la ley, se da cuenta de que ha pecado. Así que, podemos decir que Dios dio la ley al hombre, no para que la guardara, sino para que viera que había pecado. Cuando no había ley, no se daba cuenta de que tenía el pecado. Ahora él lo sabe.
Lo extraño es que el hombre toma la ley, la cual está allí para probar su pecado, para tratar de probar que él es justo. El cambia el sentido de la ley. Dios quiere que sepamos por medio de la ley que hemos pecado, pero nosotros queremos probar por medio de la ley que somos justos. Dios quiere mostrarnos por medio de la ley que estamos pereciendo, pero nosotros queremos probar por medio de la ley que somos salvos. El hombre no se ve a sí mismo. Sus pensamientos están llenos de la ley. No ve que es corrupto por dentro y que no puede guardar la ley. La carne del hombre no puede guardar la ley de Dios. No se somete a la ley de Dios. Sin embargo, el hombre todavía quiere obtener justicia de la ley y ganar la vida por medio de ella. Dios utiliza la ley para mostrar al hombre que él no tiene esperanza y que necesita recibir la salvación. Pero, cuando el hombre ve las ordenanzas, intenta obtener una poca de justicia por medio de ellas y así ser salvo. Romanos 3:19 dice: “Ahora bien sabemos que todo lo que la ley dice, lo dirige a los que están bajo la ley, para que toda boca se cierre y todo el mundo quede bajo el juicio de Dios”. Aquí dice que la ley fue dada con el propósito de cerrar toda boca, para que nadie pueda decir nada, y para que todos puedan estar bajo el juicio de Dios. Después de esto, existe un veredicto con respecto a nosotros: “Ya que por las obras de la ley ninguna carne será justificada delante de El; porque por medio de la ley es el conocimiento claro del pecado” (v. 20). Podemos ver que la intención original de la ley era exponer el pecado; no fue dada para justificar al hombre. Es muy claro que el propósito de la ley de Dios era exponer el pecado en vez de establecer nuestra propia justicia.
En el Antiguo Testamento, Dios no solamente le dio al hombre la ley, también le dio todos los tipos. Esas fueron las leyes rituales. Ellas explicaban cómo alguien debía ofrecer los sacrificios y cómo pagar el dinero para la expiación. Para nosotros en el Nuevo Testamento estos asuntos tipifican la redención lograda por el Señor Jesús y su salvación subsecuente. Esto es lo que Dios nos ha mostrado. Es tan extraño que el hombre tratara de establecer su propia justicia no solamente por medio de la ley, sino también por medio de estos tipos. Trató de establecer su justicia por medio de estas ordenanzas. Aun encontramos a un fariseo diciendo en oración que ayunaba dos veces por semana y que ofrecía a Dios una décima parte de lo que tenía (Lc. 18:11-12). El pensaba que esas cosas eran su justicia y que por medio de ellas podía ser salvo. El hombre no ve el propósito por el cual Dios estableció la ley. No entiende el propósito de Dios. El hombre duda que sea tan fácil ser salvo. Piensa que es verdad que el hombre es verdaderamente salvo por medio de creer en el Señor Jesús. La mayoría de nosotros los cristianos sabemos que necesitamos creer. Es correcto creer, pero muchos dicen que también debemos guardar la ley. Lo que el hombre hoy día está diciendo no es si uno puede ser salvo por medio de la ley o no. Lo que él está diciendo es que aquellos que creen en Jesús deben también guardar la ley antes de que puedan ser salvos. La fe en Jesús es una doctrina irrefutable en la Biblia. Pero los cristianos dicen que debemos agregar a esto el guardar la ley. El hombre no ve que creer en Jesús y guardar la ley son dos cosas absolutamente contrarias. Nunca pueden estar juntas. La diferencia entre la fe en Jesús y las obras en la ley es la diferencia entre el cielo y el infierno. Así como el cielo es tan inmensamente diferente del infierno, así la fe en Jesús es tan diferente de las obras de la ley.
¿A quién se le dio la ley? Fue dada a los judíos. Entonces, ¿por qué el Nuevo Testamento menciona una tras otra vez el asunto de guardar la ley? En el Nuevo Testamento, los apóstoles, o deberíamos decir el Espíritu Santo, sabían claramente que los que lo leían podían no necesariamente eran todos judíos. Al principio solamente una minoría de aquellos que creyeron en Jesús eran judíos. Una vez una persona me preguntó: “Usted dice que los judíos fueron los que recibieron la ley. Pero, ¿quiénes son los judíos?” Le dije que los judíos eran como los conejillos de indias. Cuando un investigador de productos farmacéuticos no está seguro de alguna medicina, no experimenta con humanos. En lugar de eso, primeramente inyecta la medicina a los conejillos de indias. Si los conejillos de indias mueren inmediatamente, entonces el medicamento no puede ser usado. Solamente después de que se prueba que el medicamento es efectivo, éste será inyectado dentro de los seres humanos. Es lo mismo con los medicamentos tomados en forma oral. Primero es tomado por los conejillos de indias. Si surte efecto, entonces el medicamento se utiliza. De otra manera será descartado. Y se hace lo mismo con la inmunización en contra de la bacteria. Si funciona en los conejillos de indias, funcionará en el hombre. Si no funciona en los conejillos de indias, no funcionará en el hombre. Yo diría en la manera mas respetuosa que los judíos son los conejillos de indias. Dios probó la ley con los judíos. Si los judíos podían cumplirla, entonces podía ser usada. Si no podían cumplirla, no podía ser usada. Dios probó la ley con los judíos, y no la pudieron cumplir. Esto significa que todo el mundo no podía cumplirla. Los judíos fueron seleccionados por Dios como objetos de un experimento. Los judíos representan a todo el mundo. Por esto vemos que la ley fue dada oficialmente a los judíos. Sin embargo, el principio de la ley es dada a todos los hombres. Es dada a toda carne. Dios le dio al hombre la ley para advertirle que el hombre es de carne y es carnal.
¿Qué es el cristianismo? El cristianismo no le dice a los hijos de Adán que hagan el bien. Eso no es cristianismo. El cristianismo dice que Adán está crucificado y terminado y que la raza adámica está aniquilada por medio de la cruz del Señor Jesús. El hombre en Cristo recibe una vida nueva y llega a ser un linaje nuevo. La ley no es útil para el nuevo linaje ya que no hay tal cosa como la ley en la nueva raza. La ley fue dada por Dios a los hijos de Adán para exponer sus pecados. Si uno quiere ser salvo por medio de guardar la ley, tiene que darse cuenta de las serias consecuencias de las palabras guardar la ley. Una vez que el hombre guarda la ley, él tendrá la justicia. No obstante, esta justicia será de la carne. En otras palabras, eso significaría que los hijos de Adán, esto es, la raza adamítica, no necesita morir. Esto significaría que el hombre puede agradar a Dios con su carne. Quizá alguien pueda argumentar que él no está intentando guardar toda la ley, que él sabe que es imposible guardar toda la ley, que lo que él dice es creer en Jesús y después guardar la ley. Pero si las obras de la ley tienen una fracción de milésimo de terreno delante de Dios, eso significa que Adán no tuvo que morir. Esto anularía la naturaleza misma del cristianismo. El cristianismo no está aquí para establecer un terreno para Adán. No está aquí para mantener la vieja creación. Está aquí para transferirnos a la nueva creación. Somos de carne, y no podemos obtener la justicia que viene por guardar la ley.
Desde la caída del hombre, hubo querubines y una espada de fuego guardando el árbol de vida en el huerto de Edén (Gn. 3:24). ¿Por qué los querubines y la espada de fuego guardaban el camino al árbol de la vida? Impedía que el hombre comiera del árbol de la vida. Después de que el hombre llegó a ser pecador y comió del fruto del árbol del conocimiento del bien y del mal, no quedó otro camino para que él regresara al árbol de la vida y comiera de su fruto excepto por medio del juicio del querubín y el sacrificio por medio de la espada de fuego. Dios nos muestra que el hombre no puede comer del fruto del árbol del conocimiento del bien y del mal y al mismo tiempo comer del fruto del árbol de la vida. El hombre no puede comer de los dos. El hombre no puede recibir la semilla del pecado por un lado y tomar la salvación del Señor por el otro.
Aquí yace la diferencia entre el cristianismo y el judaísmo. El judaísmo dice al hombre en la carne que si guarda la ley vivirá. Pero el cristianismo dice que el hombre no puede vivir, porque no puede guardar la ley. El cristianismo claramente afirma que el hombre no puede hacer esto. No existe la posibilidad de que él guarde la ley. Por lo tanto, podemos ver que en el Antiguo Testamento, Dios le dio la ley al hombre para que la guardara. En el Nuevo Testamento, vemos que el hombre de ninguna manera puede guardar la ley, ni tiene que guardarla. Esta es una de las grandes verdades en la Biblia. Ahora, el peligro es que si mezclamos la fe y la ley anulamos el principio de la Biblia. Inmediatamente, Adán tendrá el terreno, y el hombre carnal será capaz de vivir de nuevo. Según el juicio de Dios el hombre debe morir. Por medio de Jesucristo, Dios ha eliminado al hombre. El no quiere que el hombre carnal contribuya con ninguna cosa. Hoy día, si el hombre todavía trata de producir algo de su carne, él derriba el principio del Nuevo Testamento. Si se le da algún terreno a la ley, entonces la carne también tendrá algún terreno. Pero Dios dice que la carne no tiene terreno, que todos los terrenos han sido eliminados.
Tal vez nos preguntemos si esto es anular la ley. Por favor recuerde que según la Biblia, la ley exige dos cosas de nosotros. Primero, la ley dice que el que guarda la ley vivirá (Ro. 10:5). La ley nos demanda guardarla y hacer algo. Una vez que el hombre la guarda, tendrá la justicia. Si tenemos la justicia, tendremos la recompensa, la cual es la vida. Pero existe un segundo aspecto. La ley dice que el día que comamos del árbol del conocimiento del bien y del mal, sin duda moriremos (Gn. 2:17). Por un lado, la ley requiere que el hombre cumpla algo. Por otro, castiga de muerte a todo aquel que no guarda la ley. Todos los que no guardan la ley reciben la recompensa de no guardar la ley. Por lo tanto, en el Antiguo Testamento, en principio vemos que la ley requiere que el hombre la guarde y sea justo. Todos los que no la guardaron fueron condenados y castigados.
En Shanghái, el departamento de tránsito tiene muchas regulaciones de tránsito. Por ejemplo, para manejar en la noche uno tiene que tener luces en su bicicleta. Si no tiene luces la bicicleta, lo multarán con sesenta centavos. Esta regulación requiere dos cosas: Requiere que el hombre instale una luz, y requiere que los que no lo hagan sean castigados. Entonces, ¿qué significa anular la ley? Anular la ley significa que uno no tiene que tener una luz, y que no tiene que ser castigado. ¿Qué es guardar la ley? Guardar la ley es cumplir uno de los dos requisitos. Los que tienen la luz están guardando la ley. Los que no tienen la luz, pero están dispuestos a pagar los sesenta centavos, también están guardando la ley.
El problema de hoy es que no podemos guardar la ley. La ley de Dios requiere que seamos justos. Si no somos justos, entonces fallamos. Solamente siendo justos podemos vivir. Sin embargo, ningún hombre de la carne es capaz de guardar la ley. Ninguno de nosotros puede tener justicia delante de Dios al guardar la ley. Una vez que el hombre toca la ley de Dios, fallará. Pablo dijo en Romanos 7:7 que aun si Dios tiene solamente una ley, el hombre no es capaz de guardarla. Pablo no traspasó todas las leyes. El solamente mencionó una ley, aquella relacionada con la codicia. En el lenguaje original, la codicia es lujuria. Pablo dijo: “¡Miserable de mí! La lujuria vuelve una y otra vez, es imposible para mí no tener lujuria”. El no podía lograr que la luz de su bicicleta funcionara, sin embargo, tenía que viajar en la ciudad. Para algunos, el problema no es que la luz no trabaje. Ellos simplemente no quieren tener la luz. Estas personas ni siquiera quieren prender la lámpara. ¿Qué significa anular la ley? Cuando alguien suplica a Dios diciendo: “Oh Dios, hoy no puedo cumplir Tu ley. Por favor déjame ir por causa del Señor Jesús. He hecho lo mejor que podía. Por favor no me castigues”. Todo aquel que ruega al Señor Jesús para que sea propicio o para que Dios tenga misericordia de ellos, están anulando la ley. Por un lado, no quieren guardar la ley. Por otro, no quieren el castigo de la ley. No quieren tener una luz. Pero al mismo tiempo quieren evitar el pago de los sesenta centavos. ¿Qué acerca de nosotros hoy día? ¿Tenemos nuestras luces? Si tenemos las luces, entonces podemos viajar pacíficamente en la ciudad. No obstante, ninguno de nosotros es capaz de tener la luz. Por lo tanto, la única manera es pagar los sesenta centavos. Esto es lo que el Señor Jesús ha hecho por nosotros. Este es el juicio del que hemos participado en Cristo. Tenemos que decir: “¡Gracias y alabado sea el Señor que ya hemos sido juzgados en Cristo!” Hemos sido castigados en Cristo. Dios ya nos juzgó en Cristo. Ya que el Señor Jesús murió, resucitó y ascendió, la salvación que recibimos ahora es equivalente a lo que obtendríamos si guardáramos la ley. Los que tienen la luz son libres. Los que han sido castigados también son libres. Hoy día, si un hombre guarda todas las leyes, será justificado y será salvo de la misma manera que nosotros quienes hemos creído en Jesús y somos salvos y justificados. Por supuesto, no solamente somos salvos cuando creemos en Jesús; al salvarnos, el Señor Jesús nos concede muchas otros cosas aparte de la ley.
Pablo dijo en Romanos 3:31: “¿Luego por medio de la fe invalidamos la ley? ¡De ninguna manera! Antes bien confirmamos la ley”. Por lo tanto, cuando somos salvos por medio de la fe en Jesús, no invalidamos la ley. Puesto que hemos satisfecho los requisitos de la ley en nosotros, la ley no tiene nada que decir. Nunca piense que debemos agregar las obras de la ley a nuestra fe. El hecho de que creamos es como pagar los sesenta centavos. El hecho de que guardemos la ley es como tener la luz. Nadie en todo el mundo tiene la luz y paga los sesenta centavos al mismo tiempo. Es irrazonable. ¿Por qué tenemos que pagar los sesenta centavos y al mismo tiempo tener la luz? Si es capaz de tener la luz, entonces no tiene que pagar los sesenta centavos. Si existe la palabra de fe, entonces no puede existir la ley. Si existe la ley, no puede existir la palabra de fe. Nadie puede tener fe y guardar la ley al mismo tiempo, porque hacerlo así sería despreciar al Señor Jesús. Esto significaría que uno no alcanza a ver su total debilidad e inmundicia.
Por favor lea de nuevo Gálatas 2:16-17: “Y sabiendo que el hombre no es justificado por las obras de la ley, sino por la fe en Jesucristo, nosotros también hemos creído en Cristo Jesús, para ser justificados por la fe en Cristo y no por las obras de la ley, por cuanto por las obras de la ley ninguna carne será justificada. Mas si, buscando ser justificados en Cristo, nosotros mismos también somos hallados pecadores, ¿es Cristo entonces ministro de pecado? ¡De ninguna manera!” El libro de Gálatas nos muestra que en Galacia algunos contendían diciendo que no es suficiente que el hombre sea justificado por medio de la fe en el Señor Jesús; todavía tenía que guardar la ley. Ellos no decían que el hombre no debe de creer. Reconocían que el hombre es justificado en Cristo. Pero decían que de todos modos necesitaban guardar la ley. Pablo dijo una palabra muy franca. Dijo que si mientras buscamos ser justificados en Cristo somos hallados pecadores, eso significa que después de que hemos creído en el Señor Jesús, todavía no somos justificados, que somos todavía pecadores y que todavía debemos guardar la ley antes de poder ser salvos. Por ejemplo, supongamos que estoy enfermo y voy diez días a un doctor. Después, debido a que todavía estoy enfermo, tengo que consultar otro médico. Si busco ser justificado en Cristo, y al mismo tiempo trato de guardar la ley, eso significa que todavía soy un pecador y no he sido salvo. Si ya no soy un pecador, entonces ya no tengo que guardar la ley. Si soy todavía un pecador, ¿es Cristo un ministro de pecado? Pablo preguntó que si no era justificado después de haber creído en el Señor Jesús, ¿significaba eso que Cristo es un ministro de pecado? La respuesta es: “¡Claro que no!” En el Nuevo Testamento, Pablo dijo “claro que no” muchas veces. En griego, esto es un modismo. La versión King James lo traduce: “Dios no lo permita”; es equivalente a la expresión “el cielo no lo permita”, que es una expresión muy fuerte. Eso significa que aun los cielos rechazarían esto. No hay razón debajo del sol para que esto sea así. Por lo tanto, podemos ver que un hombre no puede tener fe en Jesús y al mismo tiempo guardar la ley.
En Romanos 3, Pablo hizo otra declaración muy clara. El versículo 28 dice: “Concluimos, pues, que el hombre es justificado por la fe sin las obras de la ley”. Esta es una afirmación concluyente. Ahora es un asunto de fe. No tiene absolutamente nada que ver con la ley. Gracias al Señor. Jesús es suficiente. Cuando la Biblia presta atención a la fe, presta atención a la gracia de Dios. Esto nos muestra que todas las cosas vienen al recibirlas. A algunos les gusta exaltar al hombre en su predicación del evangelio. No obstante, si conocemos la Biblia, veremos que aparte de Dios, el hombre es absolutamente miserable. Por favor recuerde estas dos oraciones: el hombre no es salvo por medio de la ley, ni tampoco es salvo por medio de la fe junto con la ley. Este es el primer error del hombre y el más común. El hombre ha mezclado la fe con la ley.
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