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Conclusión del Nuevo Testamento, La (Mensajes 221-239)por Witness Lee

ISBN: 978-0-7363-7202-2
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LA CONCLUSIÓN
DEL NUEVO TESTAMENTO

MENSAJE DOSCIENTOS VEINTISÉIS

LA IGLESIA:
LOS VENCEDORES EN LA IGLESIA

(1)

En los mensajes anteriores abordamos los fracasos que tuvieron lugar en las iglesias y la degradación de la iglesia. En este mensaje comenzaremos a considerar a los vencedores en la iglesia.

XIII. LOS VENCEDORES EN LA IGLESIA

La vida cristiana más la vida de iglesia es íntegramente una vida que vence. Este asunto de vencer tuvo su inicio cuando creímos en el Señor. Cuando creímos en el Señor dimos un paso firme para vencer. El universo entero se levanta en contra de que las personas crean en el Señor. Por tanto, creer en el Señor es vencer en verdad, una verdadera victoria.

A. Han vencido por la fe en Cristo
para heredar la vida eterna
y llegar a ser hijos de Dios eternamente

Vencemos por la fe en Cristo para heredar la vida eterna y llegar a ser hijos de Dios eternamente. Esto es revelado en Apocalipsis 21:6b-7: “Al que tenga sed, Yo le daré gratuitamente de la fuente del agua de la vida. El que venza heredará estas cosas, y Yo seré su Dios, y él será Mi hijo”. Este versículo se refiere al disfrute que tendremos en la Nueva Jerusalén en el cielo nuevo y la tierra nueva. En la eternidad disfrutaremos la vida eterna y seremos los hijos de Dios, quienes constituyen la Nueva Jerusalén.

En Apocalipsis 21:7 el significado de la palabra venza es diferente del significado en los capítulos 2 y 3 de Apocalipsis, donde se usa siete veces. En 21:7 significa vencer al creer, como en 1 Juan 5:4 y 5. Vencer según Apocalipsis 2 y 3 hace que los creyentes vencedores sean aptos para participar en el disfrute del reino milenario como una recompensa particular en la administración dispensacional de Dios, mientras que vencer según 21:7 hace que todos los creyentes sean aptos para participar en la Nueva Jerusalén con todo su disfrute como la porción común que tendrán de la salvación eterna provista por Dios.

En 21:7 “hijo” se refiere al creyente que habrá de morar en la Nueva Jerusalén. Los hijos de Dios en la Nueva Jerusalén son los constituyentes de la Nueva Jerusalén. Ellos son creyentes regenerados que poseen la vida divina y la naturaleza divina. La Nueva Jerusalén está constituida por todos aquellos santos que nacieron de Dios, pues la Nueva Jerusalén es una entidad compuesta por todos los hijos que renacieron de Dios. Todo hijo renacido de Dios forma parte de esta entidad viviente y compuesta. Debido a que los hijos de Dios son los constituyentes de la Nueva Jerusalén, ellos también morarán en ella.

Los hijos de Dios participarán en todo el disfrute de la Nueva Jerusalén, especialmente el disfrute del agua de vida. No debiéramos confundir el disfrute que tendrán los santos con el disfrute que tendrán las naciones. Las naciones disfrutarán la bendición común, pero los santos tendrán un disfrute particular. Principalmente, los santos disfrutarán el suministro de vida del agua de vida (22:1).

B. Han vencido al mundo mediante
la fe en el Hijo de Dios

Los vencedores en la iglesia han vencido al mundo mediante la fe en el Hijo de Dios. En 1 Juan 5:4 y 5 se nos dice: “Porque todo lo que es nacido de Dios vence al mundo; y ésta es la victoria que ha vencido al mundo, nuestra fe. ¿Quién es el que vence al mundo, sino el que cree que Jesús es el Hijo de Dios?”. La palabra griega para “mundo” en estos versículos es kósmos. Aquí no denota la tierra, sino un sistema ordenado establecido por Satanás, el adversario de Dios. Dios creó al hombre para que viviese sobre la tierra con miras al cumplimiento de Su propósito. Pero Su enemigo, Satanás, a fin de usurpar al hombre creado por Dios, estableció en la tierra un sistema mundial opuesto a Dios al sistematizar a los hombres con la religión, la cultura, la educación, la industria, el comercio y el entretenimiento por medio de la naturaleza caída de los hombres, por sus concupiscencias, placeres, pasatiempos, y aun por el exceso con que atienden a cosas necesarias tales como: el alimento, la ropa, la vivienda y el transporte. La totalidad de este sistema satánico, que incluye a toda persona, asunto y cosa, yace en poder del maligno (v. 19). Este sistema es por completo contrario a la economía de Dios y se opone a que los creyentes sigan a Cristo de manera absoluta. Por tanto, debemos vencer al mundo.

En 1 Juan 5:4 se nos dice que “todo lo que es nacido de Dios vence al mundo”. La palabra todo se refiere a todo aquel que ha nacido de Dios. Sin embargo, esta expresión debe de referirse especialmente a aquella parte de nuestro ser que ha sido regenerada con la vida divina, es decir, al espíritu de una persona regenerada (Jn. 3:6). El espíritu regenerado del creyente no practica el pecado (1 Jn. 3:9) y vence al mundo. El nacimiento divino del creyente con la vida divina es el factor básico de una vida victoriosa.

Hemos visto que la palabra todo en 5:4 se refiere al espíritu humano. Decir que todo lo que es nacido de Dios vence al mundo en realidad significa que es el espíritu humano regenerado el que vence al mundo. Para vencer al mundo no debemos confiar en nuestra capacidad ni en nuestros esfuerzos; por el contrario, debemos confiar en nuestro espíritu regenerado. Por nuestras propias fuerzas no podemos vencer al mundo; sin embargo, nuestro espíritu regenerado sí puede perfectamente vencer al mundo, el sistema satánico maligno. Cuando ejercitamos nuestro espíritu, permanecemos en él y andamos por él, vemos que nuestro espíritu tiene la capacidad vital de vencer todo lo negativo. Es por eso que debemos ejercitar nuestro espíritu a fin de tener comunión con el Señor y orar con relación a nuestro disfrute del Señor. También debemos ejercitar nuestro espíritu para invocar el nombre del Señor y para orar-leer la Palabra. Este ejercicio estimula la capacidad que nuestro espíritu tiene de vencer al mundo.

Es la vida divina en nuestro espíritu la que posee la capacidad de vencer al mundo. La vida divina en nuestro espíritu puede vencer las tentaciones que nos acechan. Todos debemos ver que nuestro espíritu está mezclado con la vida divina y es el órgano que puede vencer al mundo.

En 1 Juan 5:4b se nos dice: “Ésta es la victoria que ha vencido al mundo, nuestra fe”. Ésta es la fe que cree que Jesús es el Hijo de Dios (v. 5) a fin de que seamos engendrados por Dios y poseamos la vida divina, en virtud de la cual somos capacitados para vencer al mundo organizado y usurpado por Satanás.

En realidad, nuestra confianza no debiera estar puesta en nuestra fe por sí sola. La fe por sí sola no vence al mundo. Nuestra fe nos introduce en una unión orgánica con el Dios Triuno procesado, y es esta unión orgánica, no la fe directamente, la que vence al mundo. Al creer en el Señor Jesús somos introducidos en una unión orgánica con el Dios Triuno; y entonces esta unión, producida por la fe, vence al mundo.

En 1 Juan 5:5 se añade: “¿Quién es el que vence al mundo, sino el que cree que Jesús es el Hijo de Dios?”. Un creyente es alguien que fue engendrado por Dios y que ha recibido la vida divina (Jn. 1:12-13; 3:16). La vida divina le da poder para vencer al mundo maligno, al cual Satanás da energía. Tales creyentes están en contraste con aquellos que siguen siendo miserables víctimas del sistema satánico maligno. Al creer que Jesús es el Hijo de Dios somos introducidos en una unión orgánica con el Hijo, quien es la corporificación del Dios Triuno. Es esta unión orgánica con el Dios Triuno en el Hijo la que vence al mundo.


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