Tener comunión con el Señor para la mezcla de Dios con el hombrepor Witness Lee
ISBN: 978-0-7363-6534-5
Copia impresa: Living Stream Ministry disponible en línea
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Estar en comunión es vivir continuamente en nuestro espíritu en unión con el Espíritu. Nuestro espíritu debe permanecer en comunión con el Espíritu aun cuando estemos muy ocupados. Incluso podemos reírnos o enojarnos, siempre y cuando permanezcamos en comunión con el Espíritu en nuestro espíritu. En 1 Juan 1:3 se nos dice: “[La vida eterna] que hemos visto y oído, os [la] anunciamos también a vosotros, para que también vosotros tengáis comunión con nosotros; y nuestra comunión verdaderamente es con el Padre, y con Su Hijo Jesucristo”. Los apóstoles anunciaban la vida eterna a los creyentes para que éstos pudiesen tener comunión con el Padre y con Su Hijo Jesucristo. Tenemos esta comunión porque poseemos la vida eterna. En 2 Corintios 13:14 leemos: “La gracia del Señor Jesucristo, el amor de Dios, y la comunión del Espíritu Santo sean con todos vosotros”. En Filipenses 2:1 vemos que la comunión tiene que ver con nuestro espíritu: “Si alguna comunión de espíritu”. Estos versículos nos permiten ver que nuestra comunión con Dios depende enteramente de la vida y se lleva a cabo completamente en el espíritu. Nuestra comunión con Dios no depende de lo que hacemos externamente, sino del hecho de que el Espíritu está en nuestro espíritu.
Antes de ser salvos, el Espíritu de Dios y nuestro espíritu estaban separados; pero en el momento en que fuimos salvos el Espíritu entró en nuestro espíritu y nos unimos a Él. El Espíritu y nuestro espíritu llegaron a ser un solo espíritu. Unirnos como un solo espíritu es algo continuo que implica un fluir mutuo. La vida de Dios, que hemos recibido, no es una parte ni la totalidad sino un fluir mutuo. Este fluir mutuo es la comunión de la vida divina, y nos hace uno con Dios al mezclarnos con Él. La comunión es una comunicación y unión entre el Espíritu y nuestro espíritu.
Alguien que es verdaderamente espiritual permanece en su espíritu, disfruta de la presencia de Dios, y experimenta vida, paz y liberación. También se siente satisfecho y fortalecido. Puesto que vive en comunión con Dios, la vida divina puede fluir en él y llegar a ser su elemento constitutivo. Como resultado, puede expresar continuamente la vida de Dios e impartir en otros esta vida. Mediante la vida divina que fluye en él y llega a ser su elemento constitutivo, él gradualmente crece en esta vida hasta la madurez. El fluir de vida y la impartición de vida son la obra genuina de toda persona que sirve al Señor. Nuestro crecimiento en vida y nuestra función en la obra dependen de la comunión de vida, que es también la comunión que tenemos en la presencia de Dios. Es posible que algunos entre nosotros no tengamos la comunión de vida, pero a pesar de ello continuemos dando mensajes, orando, visitando o administrando la iglesia. Esta clase de obra, que no se lleva a cabo en comunión con Dios, es simplemente un trabajo, y no puede impartir vida a otros. Aquellos que son inexpertos pueden considerar tales cosas como la obra de Dios, pero quienes tienen experiencia y viven en comunión con Dios, saben que dicha obra podría llevarse a cabo sin comunión y sin el suministro de vida.
Un creyente que desee ser usado por Dios debe pagar el precio. Éste es el requisito indispensable para ser usados por Dios. Además de pagar el precio, aún hay muchas otras lecciones que sólo las podemos aprender en nuestra comunión con Dios. Algunos hermanos pagaron un precio cuando empezaron a servir, pero ahora no pueden ser usados apropiadamente por el Señor porque gradualmente perdieron la comunión. No todos los que pagan el precio son capaces de mantener la comunión. Sin embargo, los que mantienen la comunión ciertamente serán capaces de pagar el precio. Cuando no estemos dispuestos a obedecer al sentir interior y a pagar el precio, la comunión cesará espontáneamente. También hay ocasiones cuando pagamos el precio, pero no tenemos la comunión. Por lo tanto, aprender a tener comunión con el Señor es la lección más importante que deben aprender aquellos que sirven al Señor. La comunión es la clave de todas nuestras experiencias espirituales, ya sea que éstas estén relacionadas con nuestra vida, con nuestro vivir o con nuestra obra. Por lo tanto, si deseamos ser usados por Dios, debemos prestar suma atención a esta comunión.
En lo que se refiere a aprender a tener comunión, debemos empezar conociendo el sentir interior. Supongamos que un hermano percibe en su interior que no tiene vida, paz ni libertad. Él debe detenerse e inmediatamente consultarle a Dios a qué se debe esto. Quizás hizo algo que Dios le prohibía hacer, o retuvo algo que Dios quería que entregara. Tal vez ha permanecido en cierto pecado y no está dispuesto a abandonarlo, pese a que tenía un sentir respecto a ello. Mientras esté dispuesto a entrar en la presencia de Dios, le será fácil descubrir la causa de ello. Una vez que sepa cuál es la causa, enseguida debe tomar las medidas correspondientes, pues si no está dispuesto a hacerlo, su sentir de muerte y esclavitud se agudizará más. Estos sentimientos negativos son advertencias de Dios que le indican al hermano que hay un problema y que debe consultarle a Dios.
También es posible que el hermano no haya cometido ningún error ni ningún pecado, ni haya desobedecido a Dios, pero, con todo, siente hambre y sed interiormente. El sentir de hambre y sed difiere del sentir de muerte, inquietud, esclavitud y vaciedad. El sentir de vaciedad y muerte no es normal, pero el sentir de hambre y sed es normal. Dios usa el sentir de hambre y sed para instarnos a que lo busquemos en oración y paguemos el precio para ganarlo. Si estamos dispuestos a atender a este sentir interior, entraremos de manera más profunda en la presencia de Dios. El sentir de embotamiento es distinto del sentir de oscuridad. El sentir de oscuridad es anormal, e indica que hay un problema entre nosotros y Dios, es decir, que lo hemos ofendido. En cambio, el sentir de embotamiento es muchas veces la manera en que Dios nos insta a que nos levantemos y lo busquemos en oración y esperemos Su llamado. Cuando tengamos el sentir de embotamiento, debemos levantarnos para esperar en Dios y buscarlo de una manera más profunda.
También está el sentir de indiferencia, que es cuando no nos sentimos tranquilos ni tampoco intranquilos. Éste también es un llamado que Dios nos hace para que entremos en Su presencia. A fin de atender adecuadamente al sentir interior, debemos pasar tiempo para absorber a Dios en oración. La oración es la manera en que absorbemos a Dios. Si no prestamos la debida atención al sentir interior, perderemos el sentir de vida, paz y libertad. Dios nos da este sentir interior porque Él desea que nosotros nos acerquemos a Él y respondamos a Su llamado. Si no desatendemos el sentir interior, entraremos en una comunión más profunda, lo cual nos permitirá experimentar la vida en abundancia y gozar de una paz más profunda y de mayor libertad. Pero si desatendemos al sentir interior, perderemos la comunión de vida, lo cual nos llevará a perder el sentir de vida, paz y libertad.
Si estamos dispuestos a aprender estos finos detalles de la lección de estar en la presencia de Dios y de tener comunión con Él, creceremos en vida diariamente y también se forjará diariamente en nosotros el elemento espiritual. Como resultado, la vida desbordará en nosotros y podremos impartir la vida divina a otros. Éste es el fruto de vivir en la comunión divina y de permitir que Dios forje Su elemento divino en nosotros. Dios puede fluir a través de los que están dispuestos a ser esta clase de personas, y tales personas pueden ser usadas por Dios.
La comunión es el fluir de vida. Es el Espíritu que fluye en nuestro interior. Aprender la lección de tener comunión es ocuparnos del sentir en nuestro espíritu tomando las medidas apropiadas con respecto a nuestro ser delante de Dios. Por lo tanto, debemos apartar suficiente tiempo para acudir a Él, absorberlo y esperar en Él. Debemos entrar en Su presencia para que Él tenga la oportunidad de fortalecer el fluir de Su vida en nosotros. Cuanto más tiempo pasemos entrando en Su presencia a fin de esperar en Él, acercarnos a Él y absorberlo, más oportunidades Él tendrá para fluir en nosotros. Las medidas que tomemos como resultado de esta clase de comunión, fortalecerán nuestra comunión con Dios y harán que la vida desborde y que nuestra función se haga manifiesta.
Como aquellos que desean ser usados por el Señor, debemos prestar atención a la comunión de la vida divina y no al bien ni al mal, ni a lo correcto o incorrecto. La comunión de vida corresponde al principio del árbol de la vida. Cualquier iglesia o santo que desee ser usado por el Señor no podrá vivir en la esfera de lo correcto e incorrecto. Todo lo que tratemos en la esfera de lo correcto e incorrecto no pertenece a la vida ni nos da paz ni libertad. Debemos contactar la presencia de Dios, es decir, Su vida. Cuando tocamos la muerte, nuestro servicio se estanca. La clave para ser usados por el Señor es tocarlo a Él. Esto se aplica a los santos en particular, así como también a la iglesia. Quienes están en comunión con Dios serán usados por Él. En vez de discutir acerca de los detalles sutiles de la verdad, debemos prestar más atención a entrar en una comunión más profunda con el Señor. Es lamentable que muchos santos que desean servir al Señor hayan caído en la trampa del diablo, es decir, estén en la esfera de lo correcto e incorrecto o del bien y el mal. Debido a esto han perdido el fluir de vida y han caído en muerte. Cuando los creyentes debaten acerca de algún punto de la verdad, quizás logren entender claramente la verdad, pero casi siempre tocan la muerte. No debemos olvidar que sólo aquellos que conocen el fluir de vida pueden ser usados por Dios. Por consiguiente, debemos conocer la comunión de vida.
Andrew Murray fue usado grandemente por Dios porque era una persona que conocía la comunión divina. Él conducía a las personas a Dios, y su obra tuvo mucha eficacia. El secreto para que seamos usados por el Señor estriba en la comunión de vida. Debemos estar dispuestos a abandonar otras cosas a fin de conservar esta comunión. La ocupación del apóstol Juan era remendar las redes, y su ministerio fue un ministerio que remendaba con la vida divina. Dios lo usó a él para que escribiera el último libro de la Biblia, el Apocalipsis, en el cual todos los asuntos espirituales concluyen con la vida divina. El fundamento del servicio al Señor es nuestra experiencia de vida, y nuestra experiencia de vida depende de nuestra comunión con el Señor.
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