Cómo ser un colaborador y un anciano y cómo cumplir con sus deberespor Witness Lee
ISBN: 978-1-57593-814-1
Copia impresa: Living Stream Ministry disponible en línea
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Quisiera hablarles francamente. Según mi observación durante muchos años, el problema más grande entre los colaboradores y los ancianos es que muchos estiman mucho su posición como colaborador o como anciano. En realidad, nosotros los colaboradores y los ancianos no tenemos ninguna posición. Según el amor y la gracia de Dios, todos somos Sus hijos y pertenecemos a la misma especie. En este sentido, no podemos decir que no tenemos posición. Según nuestra posición pertenecemos a la especie de Dios y somos Sus hijos. Dios, según Su economía, quiere, a partir del linaje humano que El creó en la tierra, obtener la iglesia, la cual es el Cuerpo de Cristo, y con el tiempo quiere obtener la Nueva Jerusalén para que se cumpla Su economía eterna. En el proceso se necesita mucho trabajo y mucho servicio, por eso son necesarios los colaboradores y los ancianos.
En los evangelios podemos ver claramente que Pedro, Jacobo y Juan eran los primeros que seguían al Señor. Estuvieron al lado de Señor siguiéndole durante tres años y medio. Al final, el Señor los llevó consigo a Jerusalén. Iba allí para morir, a fin de que se cumpliera la economía de Dios, pero Sus seguidores disputaban en el camino en cuanto a quién entre ellos era el mayor (Mr. 9:34; Lc. 22:24). Esto era verdaderamente algo desagradable y vergonzoso. Habían seguido al Señor por tres años y medio; habían estado junto a El y habían recibido muchas revelaciones de Su parte. Luego, en camino a Jerusalén el Señor les dijo repetidas veces que iba a Jerusalén a morir y que al tercer día resucitaría (Mt. 16:21; 17:22-23; 20:17-19). Aunque oyeron al Señor decir que iba a morir, no oyeron que dijo que al tercer día resucitaría. La palabra resurrección era una palabra extraña e incomprensible para ellos.
Oyeron que el Señor iba a morir, y también estaban a punto de entrar en Jerusalén. Pero estaban junto al Señor y disputaban acerca de quién era el mayor entre ellos. Jacobo y Juan eran primos del Señor, porque su madre era hermana de María, la madre del Señor Jesús. Por tanto, pidieron a su madre que visitara al Señor Jesús, y ella fue y le dijo al Señor: “Di que estos dos hijos míos se sienten uno a Tu derecha y otro a Tu izquierda en Tu reino”. Cuando los otros diez discípulos oyeron esto, se indignaron por los dos hermanos (Mt. 20:20-24). El hecho de que Jacobo y Juan se valieran de su parentesco con el Señor fue un acto desagradable.
Entonces el Señor Jesús llamó a los discípulos y dijo: “El que quiera hacerse grande entre vosotros será vuestro servidor, y el que quiera ser el primero entre vosotros será vuestro esclavo” (vs. 26b-27). Aquí esclavo no se refiere a un siervo empleado, sino a un esclavo comprado. Según la ley romana, los esclavos no tenían derechos.
Nosotros como colaboradores y ancianos somos esta clase de esclavos. Pablo dijo: “Porque no nos predicamos a nosotros mismos, sino a Cristo Jesús como Señor, y a nosotros como vuestros esclavos por amor de Jesús” (2 Co. 4:5). Esto significa que los creyentes no deben estimar demasiado a Pablo, ni a Pedro ni a otros por el simple hecho de que eran apóstoles y evangelistas. En realidad, eran esclavos de los creyentes. Hoy tampoco debemos considerarnos colaboradores ni ancianos; más bien, debemos considerarnos esclavos de todos para servirles.
Mi carga más grande es ésta: espero que el Señor tenga misericordia de ustedes por medio de mi comunión en amor para que sean convencidos y entiendan que ser colaborador o anciano equivale a ser esclavo. En cuanto a esto, el Señor Jesús se nos presentó como un buen ejemplo. El era el Señor y el Maestro, pero se vació y ciñó Sus lomos para lavar los pies de Sus discípulos, sirviéndoles como esclavo (Jn. 13:3-5). El Señor también nos mandó hacer lo que El hizo (vs. 12-17). Nosotros los hermanos que somos colaboradores y ancianos hemos cometido errores y debemos arrepentirnos. Digo esto con un corazón afligido, porque siempre asumimos la posición de que nos consideramos superiores a los demás, y no permitimos que digan que estamos equivocados. Si alguien dice que estamos equivocados, le guardamos rencor en nuestro corazón. Esta no es la actitud adecuada de un esclavo.
Por esta razón quisiéramos tener comunión primero en cuanto a cómo ser un colaborador y cómo ser un anciano. Debemos saber que ser hijo de Dios no requiere ningún aprendizaje. Después de ser regenerados, espontáneamente llegamos a ser hijos de Dios, y por esto le damos gracias al Señor y le alabamos. Pero nadie es un colaborador al momento de ser salvo, y nadie es un anciano al momento de ser regenerado. Ser colaborador y ser anciano requiere mucho aprendizaje.
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