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Los de corazón puropor Witness Lee

ISBN: 978-0-7363-2060-3
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CAPITULO SEIS

MANTENER UNA CONCIENCIA SIN OFENSA

Hechos 24:16 dice: “Y por esto procuro tener siempre una conciencia sin ofensa ante Dios y ante los hombres”. Asimismo, 2 Timoteo 1:3a dice: “Doy gracias a Dios, al cual sirvo desde mis antepasados con una conciencia pura”. Hechos habla de “una conciencia sin ofensa”, mientras que 2 Timoteo habla de “una conciencia pura”. Además, en 1 Timoteo 1:19 dice: “Manteniendo la fe y una buena conciencia, desechando las cuales naufragaron en cuanto a la fe algunos”. El versículo dos del capítulo cuatro de este mismo libro dice: “Por la hipocresía de mentirosos que, teniendo cauterizada la conciencia como con un hierro candente”. Efesios 4:19 asimismo afirma: “Los cuales, después que perdieron toda sensibilidad, se entregaron a la lascivia para cometer con avidez toda clase de impureza”. Estos versículos nos muestran cuán importante es la conciencia en la vida de un cristiano.

Si un cristiano desea crecer en la vida divina, es imprescindible que haga tres cosas: en primer lugar, deberá confesar exhaustivamente sus pecados delante de Dios; en segundo lugar, deberá tomar medidas minuciosas con respecto a los pecados cometidos delante de los hombres; y en tercer lugar, deberá consagrarse completamente a Dios. Si los santos están dispuestos a acudir al Señor haciendo estas tres cosas y las practican con toda seriedad, con certeza avanzarán en la vida divina. Pero si sólo reciben estas palabras a manera de doctrina, no les serán de mucha ayuda. Estos mensajes son sólo pautas, y serán de beneficio para los santos únicamente cuando ellos anden seriamente en el camino del Señor. La secuencia en la que experimentamos estas tres cosas —confesar nuestros pecados ante Dios, confesar nuestros errores ante los hombres y consagrarnos absolutamente a Dios— puede variar. Estos tres asuntos son como las tres cuerdas de un único cordón, y ninguno que tome el camino del Señor puede ser negligente respecto a ello.

Además, después que un cristiano ha confesado exhaustivamente sus pecados, ha tomado medidas minuciosas con respecto a ellos y se ha consagrado a Dios, deberá también preocuparse por mantener una conciencia sin ofensa. Esta es la senda que un cristiano debe tomar. Después que hemos confesado nuestros pecados ante Dios, que hemos tomado medidas con respecto a los pecados cometidos ante los hombres y que nos hemos consagrado a Dios, tendremos inmediatamente cierto sentir en lo profundo de nuestro ser. Tal sentir no constituye una mera convicción intelectual, sino que es un sentir en lo profundo de nuestro ser que nos insta a mantener una buena conciencia y a tener paz en nuestra conciencia. Por consiguiente, es de suma importancia conocer el origen de la conciencia, la posición que ella ocupa y la función que desempeña.

EL ORIGEN, LA POSICION
Y LA FUNCION DE LA CONCIENCIA

En palabras sencillas, la conciencia procede de Dios. Quienes buscan conocer a Dios, deben saber que antes de la caída de Adán, el hombre vivía en la presencia de Dios y no tenía necesidad de ejercitar su conciencia. Por ejemplo, cuando en pleno día estamos bajo la luz del sol, no necesitamos utilizar una lámpara ni requerimos de otra clase de luz. Sólo aquellos que no están bajo el sol necesitan otra clase de luz. La conciencia se hizo necesaria debido a la caída del hombre, ya que el hombre abandonó la presencia de Dios. En el principio, el hombre vivía delante de Dios, a quien podemos asemejar al sol. Originalmente, el hombre recibía la luz directamente del rostro de Dios. Si bien la luz de las velas es débil, no deja de cumplir una función, pues cuando el sol se ha puesto, la luz procedente de las velas comienza a brillar. Lo mismo sucede con la función que desempeña la conciencia. Cuando el hombre vivía delante de Dios y recibía la luz de Dios, éste no hacía uso de su conciencia y la función que la conciencia desempeña no se había manifestado, debido a que el hombre no tenía necesidad de ella al estar delante de Dios. Por la historia de la humanidad, sabemos que el hombre cayó poco después de haber sido creado; cayó de la luz a las tinieblas. Así pues, después de la caída existía una distancia, una barrera, entre Dios y el hombre. La Biblia nos muestra que en ese preciso momento, Dios dio un paso concreto para activar la función de la conciencia del hombre. Esto se puede comparar a una lámpara que es encendida cuando el cielo empieza a oscurecer. No debemos olvidar que la función de la conciencia fue activada después que el hombre cayó.

La posición que ocupa la conciencia es la de un representante de Dios, o podríamos decir, que la conciencia ocupa el lugar de Dios en el hombre. Por consiguiente, aunque vivir conforme a nuestra conciencia es bueno, no constituye la condición más elevada. El hombre está en su condición más elevada cuando vive directamente delante de Dios. ¿Por qué tenemos necesidad de una lámpara? Necesitamos una lámpara porque el cielo está oscuro. ¿Por qué tenemos necesidad de la conciencia? Necesitamos la conciencia debido a que el hombre es un ser caído. Puesto que el hombre, al caer, abandonó la presencia de Dios, Dios tuvo que valerse de la conciencia como Su representante para iluminar al hombre. Podemos dividir la historia de la humanidad en diferentes dispensaciones. La primera dispensación se llama la dispensación de la inocencia; en ella, el hombre era regido directamente por Dios. Después de la caída, se dio inicio a la segunda dispensación, la dispensación de la conciencia. Durante esta dispensación, estaban presentes en el hombre tanto el pecado como la conciencia. Aunque el hombre había caído en las tinieblas del pecado, Dios aún conservó la conciencia como una lámpara para el hombre. La conciencia del hombre todavía podía iluminar al hombre y, así, manifestar su función. Es así como la conciencia fue activada.


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