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Llevar fruto que permanece, tomo 1por Witness Lee

ISBN: 978-0-7363-6314-3
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Actualmente disponible en: Capítulo 5 de 17 Sección 1 de 4

CAPÍTULO CINCO

PERFECCIONAR Y FORTALECER
LAS REUNIONES DE HOGAR

ESTAR UNIDOS AL SEÑOR COMO UN SOLO ESPÍRITU

Todos sabemos que para hacer cualquier cosa se requiere el verdadero poder. Cuando salimos a perfeccionar una reunión de hogar, el verdadero poder estriba en que estemos unidos al Señor como un solo espíritu. Si estamos unidos o no al Señor como un solo espíritu, se pone de manifiesto espontáneamente de cuatro diferentes maneras. En primer lugar, debemos ser personas que siempre oran y tienen comunión con el Señor. Esto no significa que tengamos que orar por muchas cosas. A menudo cuando tenemos demasiadas cosas por las cuales orar, ellas llegan a ser una distracción que nos impide estar unidos al Señor. Según el Nuevo Testamento, orar sin cesar significa que siempre estamos unidos al Señor y que en nuestro interior continuamente contactamos al Señor. Como resultado, todo nuestro ser está lleno y ocupado por el Señor interiormente, y nuestra expresión externa y espontánea es una de acción de gracias y alabanzas.

En Efesios 5 Pablo exhortó a los creyentes a no embriagarse con vino. Luego dijo: “Antes bien, sed llenos en el espíritu” (v. 18). Como resultado de haber sido llenos en el espíritu, estamos llenos de la palabra del Señor. Nuestra boca no simplemente hablará y cantará la palabra del Señor sin cesar, sino que además estará llena de acciones de gracias y alabanzas (vs. 19-20). Para ello se requiere que vivamos en el Señor y estemos unidos al Señor continuamente.

Si somos demasiado formales y rígidos cuando conducimos una reunión de hogar, definitivamente acabaremos con la reunión. Esta manera rígida y formal de proceder tal vez no sea mala, pero no es resultado de que estemos viviendo por la vida divina. Por lo tanto, debemos ser personas que están unidas al Señor en nuestro espíritu. El resultado de estar unidos al Señor de esta manera es que nuestra expresión será fresca, viviente y conmovedora, lo cual hará que otros perciban que somos personas llenas de vitalidad. Si una persona llora delante de nosotros, aunque no lloremos, sentiremos cierta tristeza. Cuando una persona viene a nosotros llorando, al verla sentimos ganas de llorar. De la misma manera, si una persona viene a nosotros llena de gozo, aunque no queramos reír, reiremos. Una persona que ríe, una persona que trae risa consigo, hará que respondamos con risa. La clase de persona que somos determina la clase de respuesta que producimos.

Cuando salimos a perfeccionar una reunión de hogar, debemos traer con nosotros al Señor. El Señor es ameno, fresco, lleno de vitalidad y siempre está gozoso. Por supuesto, la Biblia nos dice que el Señor Jesús tuvo momentos en los que estuvo triste y afligido, y en Génesis 6:6 también leemos que cuando el hombre se corrompió a lo sumo, a Dios le dolió y se arrepintió de haber hecho al hombre en la tierra. Es cierto que Dios tiene momentos de tristeza, pero no son muchos los pasajes de la Biblia donde se nos dice que Dios se lamenta. Al contrario, Dios está siempre gozoso. Dios no es un Dios triste, sino un Dios de gozo. Hoy en día, puesto que estamos unidos a Dios y somos un solo espíritu con el Señor, debemos ser personas gozosas y liberadas.

Es correcto que seamos personas apropiadas, pero no debemos ser demasiado restringidos. Si somos liberados, gozosos, amenos y frescos, cuando vayamos a una reunión de hogar, llevaremos con nosotros estas agradables cualidades. Un japonés tiene el aspecto de un japonés; cuando va a una reunión de hogar, trae consigo su cultura y atmósfera japonesa. Asimismo, cuando un estadounidense va a una reunión de hogar, trae consigo una atmósfera estadounidense, y si también va un niño de cinco años, traerá consigo una atmósfera pícara y traviesa. Por lo tanto, cuando salimos a perfeccionar una reunión de hogar, la clave más importante es la clase de persona que seamos. Un japonés “perfeccionará” una reunión de hogar japonesa, un estadounidense creará una reunión de hogar estadounidense y una persona bromista producirá una reunión de hogar en la que continuamente se bromea. Asimismo, una persona formal y rígida producirá una reunión de hogar muerta y fría. No podemos fingir lo que no somos. La clase de persona que seamos es la clase de reunión de hogar que produciremos. Lo que determinará lo útiles que seamos en las manos del Señor y la clase de reunión de hogar que produzcamos, es la medida, el grado y la condición en que estemos unidos al Señor. Si estamos unidos al Señor en gran medida, si el grado de nuestra unión es elevado y si la condición es buena, la reunión de hogar que nosotros conduzcamos ciertamente será buena.

Todos sabemos que para llevar a cabo una determinada tarea, se requiere cierta clase de persona. Por ejemplo, cuando un cirujano está a punto de empezar la cirugía, debe estar completamente esterilizado, y debe cubrir su cabello y su cuerpo. Sólo entonces podrá efectuar la cirugía. Si un cirujano no se limpia las manos ni se cubre la cabeza, inconscientemente le pasará al paciente las bacterias que están en su cuerpo. De la misma manera, cuando nosotros salimos a perfeccionar una reunión de hogar, a menudo sin querer les llevamos a los santos nuestro viejo hombre. Nuestra intención original era llevarles al Señor Jesús, pero muchas veces no fue el Señor Jesús quien vino; en vez de ello, vino un japonés, un estadounidense o una persona bromista. Aunque nuestra intención es traer al Señor, a la postre es de dudar quién finalmente viene.

Ciertamente es fácil cambiar las cosas externas. Es fácil pedirle a un cirujano que se lave las manos y esterilice y cubra todo su cuerpo. Sin embargo, es muy difícil para una persona cambiar su naturaleza. Hay un proverbio que dice: “Cambiar la naturaleza de una persona es más difícil que mover montañas y ríos”. Algunos colaboradores que fueron adiestrados hace más de treinta años todavía no han cambiado mucho. Incluso hasta el día de hoy siguen siendo lo que eran antes. Cuando una persona ha sido amoldada de cierta forma, no puede cambiar cuando sople el viento del este, ni tampoco cuando sople el viento del oeste; antes bien, sigue siendo la misma persona en el verano y en el invierno. Cuando otros sienten frío, él no siente frío; y cuando otros sienten calor, él no siente calor. Cuando otros lloran, prácticamente no tiene ningún sentimiento; y cuando otros ríen, él no se ríe. Cuando usted levanta sus manos para cantar himnos y estar gozoso con esta clase de persona, él no responde, y cuando quiere orar en voz alta con él, no emite ningún sonido. No importa cuánto uno regañe a este tipo de persona, él no se enojará. Por su inmensa fuerza, parece ser tan invencible y estable como un gran monte; nadie puede moverlo.

Si esta clase de persona va a conducir una reunión de grupo o una reunión de la iglesia, toda la reunión estará tan muerta y rígida como él. Ni una sola persona de la iglesia que esté bajo su liderazgo estará loca de gozo por el Señor. Puesto que una persona así no está fuera de sí, de ninguna manera puede conducir una reunión “alocada” ni perfeccionar a otros para que estén fuera de sí de gozo. Por mucho que uno se esfuerce, no logrará encender el fuego en esta clase de persona. Parece que él es incombustible, incluso es un extinguidor de incendios. Esto nos muestra que cuando se trata de perfeccionar una reunión de hogar, el problema más difícil de tratar es nuestra propia persona.

Tenemos que permitir que el Señor nos ajuste y no permanecer en nuestra vieja naturaleza. Independientemente de si somos de Shantung, Cantón, Japón o los Estados Unidos, tenemos que recordar este principio: nosotros los salvos nos hemos “mudado” de Adán a Cristo. La frase en Cristo es extremadamente importante, pero son muy pocas las personas que realmente tienen la experiencia de estar en Cristo en términos prácticos. Esta experiencia se consigue estando en el espíritu. La Biblia no dice que el que se une al Señor es un solo Cristo con Él, sino que el que se une al Señor es un solo espíritu con Él (1 Co. 6:17). Esto está totalmente relacionado con el espíritu. Por lo tanto, debemos aprender a no permanecer en nuestra propia persona, sino a entrar en el espíritu y unirnos al Señor en el espíritu. En el pasado usábamos únicamente nuestra mente para pensar, nuestra parte emotiva para manejar las cosas y nuestra voluntad fuerte para tomar decisiones. Esto demuestra que éramos personas que permanecían en el alma y en el yo. Debemos aprender a andar no conforme a las partes de nuestra alma, sino conforme a nuestro espíritu, continuamente volviéndonos a nuestro espíritu. Al volvernos a nuestro espíritu, contactamos al Señor, y el fuego de nuestro espíritu es avivado.

En el Nuevo Testamento hay dos pasajes que nos hablan de ser fervientes y ardientes en el espíritu. Uno es Romanos 12:11: “Fervientes en espíritu, sirviendo al Señor”, y otro es Hechos 18:25, que habla de Apolos. Aunque él tenía poca revelación y no conocía mucho de la verdad, con todo, era ferviente en espíritu. En el lenguaje común no se menciona el ser fervientes en espíritu; más bien, principalmente hablamos de impulsos de emoción. Sin embargo, si un cristiano es impulsivo emocionalmente, caerá, porque ser emocionalmente impulsivo es estar en el yo, en el hombre natural, e incluso en la carne. Por lo tanto, debemos ser personas que son fervientes en espíritu.

Antes de ir a perfeccionar una reunión de hogar, nosotros mismos debemos experimentar un traslado de nuestra alma —nuestra mente, parte emotiva y voluntad— a nuestro espíritu. Esto requiere ejercicio de nuestra parte. Necesitamos salir y laborar, pero nunca debemos olvidar que antes de ir a una casa, primero necesitamos experimentar un traslado. Este traslado consiste en salir rápidamente de nuestra mente y entrar en nuestro espíritu. Es posible que en un momento dado estemos en nuestro espíritu, pero minutos después regresemos a nuestra mente. Por lo tanto, tenemos que regresar al espíritu. Tenemos que tomar la resolución de no ir a perfeccionar una reunión de hogar antes de habernos vuelto a nuestro espíritu. Cada vez que vayamos a una reunión de hogar, tenemos que estar en nuestro espíritu. Más aún, cuando vayamos a una reunión de hogar para tener comunión y hablar con otros, debemos tener mucho cuidado, puesto que es muy fácil que inconscientemente regresemos a nuestro “viejo hogar”, a nuestra alma. Es de esta manera que debemos ejercitarnos.


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