Predicar el evangelio en el principio de la vidapor Witness Lee
ISBN: 978-0-7363-3771-7
Copia impresa: Living Stream Ministry disponible en línea
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Los primeros misioneros presbiterianos que fueron a la China amaban verdaderamente a esos pobres gentiles, y tenían un verdadero testimonio. Ese amor y testimonio convencía a las personas y por medio de ello, se abrieron las puertas para el evangelio. De lo contrario, habría sido demasiado difícil que se abrieran las puertas entre los chinos que eran tan pobres y tan conservadores. Hay una historia muy inspiradora. En aquel tiempo, no había ninguna puerta abierta para el evangelio. Los misioneros no podían hacer nada. Las personas de cierta aldea habían decidido colectivamente no abrir las puertas de su casa a ninguno de los misioneros extranjeros. Cada vez que un misionero extranjero llegaba a esa aldea, hacían sonar un gong para advertirle a todos de su llegada. Entonces toda la gente cerraba las puertas de sus casas, y en toda la aldea nadie salía hasta que volviera a sonar el gong avisando que el misionero se había marchado.
Un querido hermano, que era misionero, estudió la situación y empezó a orar. La gente cerraba sus puertas y esperaba por largo rato. Así que el hermano se quedaba de pie junto a una puerta, y cuando alguien la abría para ver si el misionero se había marchado, el hermano entonces ponía un palo en la puerta. Luego empujaba la puerta, se introducía un poco y luego, sin importarle lo que la gente le hiciera adentro, se metía a la fuerza. En China, aquel entonces, en todas las casas había un cuarto para moler, allí había una piedra de molino que se usaba para moler el trigo o el maíz. Ése era un trabajo muy pesado, pues todavía no había electricidad en las casas. Si alguien era rico, usaba su caballo o mula para realizar el trabajo, pero si era pobre, tenía que moler el grano a mano.
El misionero había observado esta situación, así que, después de entrar por la puerta, se iba corriendo directamente al molino para realizar la tarea de moler para la gente. Toda la familia ignoraba al pobre hombre, pues decían: “Si él está dispuesto a hacer el trabajo duro por nosotros, pues que lo haga”. El hermano entonces continuaba moliendo sin parar por varias horas, casi por todo un día. Esto conmovió los corazones de las personas de esa familia, especialmente a los de la generación mayor. El abuelo venía y le daba un vaso de agua y le decía: “Beba”. El misionero le daba las gracias y bebía el agua, y luego continuaba moliendo. Esto verdaderamente los conmovió. Fue por ello que la generación mayor se mostró abierta a este hermano. Ellos decían: “Por favor, siéntese y descanse. ¿Cuántos años tiene usted? ¿De dónde viene?”. Fue esto lo que abrió las puertas una por una.
Hay otras historias semejantes que son verdaderamente inspiradoras. Quisiera dejar grabado en ustedes que no hay un camino fácil para llevar fruto. Si un grano de trigo ha de llevar fruto, tiene que caer en la tierra, morir y luego resucitar. Entonces la vida se manifestará. Casi todo el mundo, sobre todo en este país, sabe algo del cristianismo. No podemos ganar a las personas de una manera fácil o ligera; en lugar de ello, tenemos que estar dispuestos a pagar el precio. Tenemos que ganar a las personas a cierto costo. Tenemos que pagar un precio para ganar a nuestros familiares, vecinos, colegas y compañeros de clase. Debemos orar por ellos y testificarles del Señor Jesús, dándoles un verdadero testimonio de vida.
Se necesita el testimonio de vida. Esta clase de testimonio no puede producirse en un par de días. Se requiere cierto periodo de tiempo. Tal como los estudiantes en la escuela, día a día tenemos que edificar este testimonio. Luego, después de unas semanas o meses, el camino estará listo para traer a las personas al Señor. Ésta es la manera más prevaleciente. De esta manera, no sólo las personas serán traídas al Señor, sino que además serán guardadas de modo que permanezcan. Les repito que esto no es simplemente predicar el evangelio, sino impartir vida a otros. Tenemos que practicar esto. A fin de guardar el debido equilibrio, tenemos que llevar una vida que predica.
Lo tercero que debemos practicar es ser edificados. Debemos poder mostrar a todo el universo, en especial a aquellos que nos interesa ganar, que somos miembros vivos del Cuerpo de Cristo. Para hacer esto, debemos invitar a los hermanos y hermanas que han sido edificados con nosotros para que nos ayuden a ganar a los incrédulos. Si no somos edificados, será difícil invitar a los hermanos para que compartan con nosotros la labor de predicar el evangelio. Aun si invitáramos a alguien, no tendríamos impacto ni habría vitalidad. Pero si por el contrario somos edificados unos con otros en amor, la gente lo percibirá. Cuando invitemos a los hermanos y hermanas a que nos acompañen para ganar a los incrédulos, ellos sentirán que hay algo especial entre nosotros. Percibirán que entre nosotros hay amor y algo muy maravilloso. Esto convencerá a las personas. Esta clase de edificación y unidad preparará el camino para que el Espíritu Santo forje algo en los incrédulos. Pero si entre nosotros no hay unidad, pese a que nos reuniésemos todos juntos, no tendríamos impacto alguno. Satanás se reiría de nosotros y sofocaríamos al Espíritu Santo. Esto impediría que el Espíritu Santo forje algo de Cristo en las personas. Por consiguiente, se necesita la unidad, la edificación.
Cuando somos conjuntamente edificados, invitar a los incrédulos a nuestras reuniones da muy buenos resultados. Una reunión de cristianos que han sido edificados es muy prevaleciente. Sin embargo, si no hemos sido edificados unos con otros, y nos reunimos de una manera suelta, no tendremos ningún impacto. A principios de los años cuarenta, en mi ciudad natal, nuestras reuniones causaban una impresión muy positiva en las personas. En sus conversaciones ellos solían decir que quien fuera a nuestras reuniones quedaría convencido. Teníamos el impacto allí.
De la misma manera, muchas personas que han venido a nuestras reuniones aquí se han llevado una buena impresión. Tal vez se olviden del mensaje que escucharon, pero no se olvidarán de la reunión ni de la atmósfera que había en la reunión. La unidad estaba presente y teníamos el impacto vivo. Por otro lado, supongamos que no estuviéramos edificados unos con otros, y que al venir a la reunión, viniéramos sintiéndonos descontentos y desilusionados con los hermanos. Entonces cuando un hermano escogiera un himno, otro sacudiría la cabeza, y luego todos cantarían desganadamente. En ese caso, no tendríamos impacto. Pero supongamos que todos estamos edificados y somos uno en amor. Cada vez que nos reunimos, nos amamos unos a otros. Todos los hermanos y hermanas se sentirían contentos de verse y sentirían que es muy maravilloso estar juntos. En tal caso, el Espíritu sería liberado. Si alguien pidiera un himno, no importa cuál fuera, en seguida todos lo cantaríamos en el espíritu, en amor y en unidad. Una reunión así sería muy convincente.
Un hermano que vino a nuestras reuniones regresó y le dijo a otros: “¡Oh, ustedes no se imaginan qué clase de reunión fue ésa! Cuando uno está en la reunión, su manera de cantar, la unidad y la unción, son maravillosas. La unción en mi interior me decía que ésta es la respuesta”. Él estaba tan impresionado, no por el mensaje que escuchó, sino simplemente por el hecho de estar en la reunión. Luego él les dijo a tantas personas como pudo que vinieran a nuestra conferencia. Él quería que ellas vinieran simplemente a oírnos cantar. Algunos de los que vinieron a nuestra primera reunión del evangelio, regresaron a sus ciudades y dijeron en su informe que el cielo había descendido en aquella reunión. He escuchado muchos testimonios como éstos.
Debemos aprender a amar al Señor, a tener comunión con Él, a vivir por Él, a andar en Él, y debemos aprender a ejercitar nuestro espíritu para tener contacto con el Señor y liberarlo de nuestro espíritu. También debemos orar por los pecadores, predicarles el evangelio, tener un testimonio de vida, reunirnos en amor y ser verdaderamente edificados unos con otros. De este modo, cada vez que nos reunamos tendremos impacto. Ésta es la manera apropiada, y es la única manera, de dar testimonio del Señor. Otras cosas pueden servirnos de ayuda, pero no son la manera apropiada ni la manera principal de hacerlo. La manera apropiada de predicar el evangelio es llevar esta clase de vida, que incluye nuestra vida de iglesia.
Los incrédulos que se añadan a la vida de iglesia de esta manera viviente serán guardados en vida. La vida continuamente los remendará y los guardará. Esta vida vendrá a ser el poder que los guarda. La manera más prevaleciente de predicar el evangelio es aquella que es conforme al camino de la vida y el camino del Cuerpo de Cristo. No debemos descuidar la manera práctica de reunirnos, pero no podremos fingir. Si no nos amamos unos a otros ni llevamos una vida cotidiana en Cristo y por el Espíritu, tal vez finjamos tener algo cuando nos reunimos. No obstante, el Espíritu jamás dará testimonio de esto, y el maligno se reirá de nosotros, no importa de que manera nos reunamos. La vida debe ser lo que nos respalda. Debemos exhibir esta vida en nuestra vida diaria, y debemos ser verdaderamente edificados y amarnos unos a otros. Entonces, cada vez que nos reunamos, tendremos la realidad, el respaldo. Tendremos la atmósfera apropiada, cantaremos en el espíritu, el Espíritu será liberado y nuestras oraciones serán apropiadas. Esto convencerá a las personas. Éste es el “clima cálido” que hará sentir cómodas a las personas. Esto no tiene que ver con una enseñanza, doctrina o predicación. Muchas veces las enseñanzas no logran infundir nada en las personas, pero siempre resulta fácil que las personas sean persuadidas o convencidas por cierta clase de sentimiento y atmósfera. Si tenemos una reunión así, en unidad y en vida, llena de amor y con la liberación del espíritu, esta clase de reunión dejará una fuerte impresión en las personas.
En mi ciudad natal una persona incrédula fue salva durante una reunión de bodas. Ella no conocía a los hermanos y hermanas, sino que simplemente estaba en la calle y notó que cerca de allí había una reunión. Ella era una mujer gentil que jamás había escuchado el evangelio. Así que vino y se sentó para observar la boda. En realidad, aquélla no fue simplemente una ceremonia de bodas, sino una reunión cristiana llena del Espíritu Santo. Los cánticos y el amor que se percibía allí eran inspiradores. Ese día ella se dijo a sí misma: “Tengo que averiguar qué clase de personas son éstas. ¿Qué están haciendo aquí?”. Fue así que esta mujer, una viuda, fue salva muy fácilmente. En esa reunión no se predicó el evangelio, pues era una reunión de bodas; no obstante, esta mujer fue salva sencillamente debido a la atmósfera, que era muy agradable, llena de amor y muy inspiradora.
Aun cuando las personas no lo entiendan con su intelecto, su corazón y su espíritu sí percibirán que hay algo placentero y convincente en ese lugar. Necesitamos tener reuniones así. Esto depende de nuestra unidad y del grado al cual hayamos sido edificados. En esta unidad y edificación hay amor, humildad, bondad, mansedumbre y toda clase de cosas positivas. Es mediante esta unidad que el Espíritu Santo es liberado y el enemigo es subyugado. Entonces las personas quedarán convencidas. Es así de fácil. Además, las personas que se añadan a la vida de iglesia de esta forma siempre serán guardadas por esta vida que remienda y guarda.
En cuarto lugar, debemos poner en práctica ejercitar el espíritu siempre que tengamos contacto con las personas. Es muy fácil predicar el evangelio por medio de discutir con las personas. No debemos predicar de esta manera y debemos dejar de discutir. Antes de que un hermano anciano, que está entre nosotros, fuera salvo, le hizo muchas preguntas a Watchman Nee, pero el hermano Nee no se las contestó, sino que sencillamente ejercitando su espíritu, le hizo una sola pregunta: “¿Ha cometido usted algún pecado?”. No trate de razonar con las personas, sino simplemente toque su conciencia, su espíritu. Es únicamente cuando ejercitamos nuestro espíritu que podemos tocar el espíritu de otros. Si ejercitamos nuestra mente, únicamente tocaremos la mente de las personas. Por consiguiente, debemos ejercitar nuestro espíritu en nuestra vida y en nuestro andar diario. Entonces sabremos cómo ejercitar nuestro espíritu. Entonces estaremos acostumbrados a ello y cada vez que contactemos a las personas, en lugar de distraernos tanto hablando, predicando y discutiendo, únicamente prestaremos atención a tocar su espíritu. Si aprendemos a ejercitarnos de esta manera prepararemos el camino para que el Espíritu Santo haga muchas cosas.
Todos los asuntos que hemos mencionado aquí no son simples enseñanzas. No deseo ministrarles más enseñanzas; en lugar de ello, necesitamos conocer, experimentar y practicar muchas cosas. Si practicamos los cuatro asuntos que hemos mencionado aquí, aprenderemos mucho, no por medio de enseñanzas sino por la práctica. Debemos preocuparnos por otros y orar por ellos, llevar esta carga, llevar una vida que sea un verdadero testimonio, ser edificados con otros y aprender a ejercitar el espíritu. Entonces seremos muy productivos. Así, poco a poco, mes tras mes y año tras año, las personas serán traídas al Señor. Esta predicación no consiste simplemente en predicar, sino que es el verdadero aumento de Cristo. Esto es lo que necesitamos. Debemos considerar esta clase de predicación como parte de nuestra vida humana. Le pedimos al Señor que nos fortalezca y nos ayude en este asunto.
Nota: Esperamos que muchos se beneficien de estas riquezas espirituales. Sin embargo, para evitar cualquier tipo de confusión, les pedimos que ninguno de estos materiales sean descargados o copiados y publicados en otro lugar, sea por medio electrónico o por cualquier otro medio. Living Stream Ministry mantiene todos los derechos de autor en estos materiales, y esperamos que ustedes los que nos visiten respeten esto.