Lecciones de vida, tomo 2por Witness Lee
ISBN: 978-0-87083-294-9
Copia impresa: Living Stream Ministry disponible en línea
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1) “Tomo Jesús pan ... y dio a los discípulos” (Mt. 26:26).
Cuando el Señor estableció el partimiento del pan, El dio el pan y la copa a Sus discípulos, es decir, a los que habían creído en El, que tenían Su vida y que le pertenecían. Por supuesto, solamente los que tienen tal relación con el Señor y conocen al Señor como su Salvador personal pueden hacer memoria del Señor al comer Su pan y al beber Su copa, y pueden exhibir la muerte del Señor por Su pan y por Su copa.
2) “Todos los que habían creído ... partiendo el pan” (Hch. 2:44-46).
Los que parten el pan deben ser “los que habían creído”, es decir, los que han creído y recibido la salvación del Señor, que tienen la vida del Señor y pertenecen al Señor. Solamente tales creyentes pueden y deben partir el pan. Por lo tanto, solamente los que son salvos, que se han unido al Señor, y que no viven en pecado, están capacitados para comer el pan y beber la copa. Ningún otro puede tomar parte del pan y de la copa del Señor.
1) “Y perseveraban ... en el partimiento del pan” (Hch. 2:42).
Aquí dice que los primeros creyentes perseveraban en el partimiento del pan; esto es, sin cesar continuaban partiendo el pan, haciéndolo todo el tiempo. Nosotros debemos seguir tal modelo.
2) “Cada día ... partiendo el pan” (Hch. 2:46).
Tal era la perseverancia de los primeros creyentes en el partimiento del pan, que lo hacían diariamente. En aquel entonces, debido a que eran fervientes hacia el Señor y porque le amaban profundamente, ellos espontáneamente partían el pan cada día. Esto nos dice que, si es posible, cuanto más partamos el pan en memoria del Señor, tanto mejor.
3) “El primer día de la semana, estando nosotros reunidos para partir el pan” (Hch. 20:7).
Los primeros creyentes comenzaron partiendo el pan diariamente. Después, gradualmente adquirieron el hábito de hacerlo una vez por semana, en el primer día de la semana, el cual es el día del Señor. Este es el día de la resurrección del Señor y es el comienzo de una nueva semana, lo cual significa que las cosas viejas han pasado y la vida nueva ha comenzado. Por lo tanto, lo más apropiado es partir el pan para hacer memoria del Señor en este día. Además, aunque exhibimos Su muerte cuando partimos el pan, realmente estamos haciendo memoria del Señor quien está en resurrección.
4) “Es la cena del Señor la que coméis” (1 Co. 11:20).
Puesto que el partimiento del pan es comer la cena del Señor, es mejor que sea conducido por la noche. Además, por la noche, habiendo terminado todo nuestro trabajo y habiéndonos desocupado de nuestras cargas, estamos aliviados de corazón y refrescados en espíritu. Este es el tiempo apropiado en el cual podemos hacer memoria del Señor sin ansiedad, y es cuando es fácil sentir la presencia del Señor. Esto, sin embargo, no es un asunto legal. Si es difícil o inconveniente tenerlo en la noche, podemos evaluar la situación y cambiar el tiempo a la mañana o a la tarde.
1) “Partiendo el pan de casa en casa” (Hch. 2:46).
Los primeros creyentes partieron el pan de casa en casa, en cada hogar. Está claro que el lugar para el partimiento del pan era sus hogares.
2) “Cuando, pues, os reunís vosotros en el mismo lugar ... es la cena del Señor la que coméis” (1 Co. 11:20).
Según esta palabra, los primeros creyentes también se reunían en un solo lugar para comer la cena del Señor. Esto debe haber ocurrido en un lugar más grande. En una reunión pequeña, cuando nos reunimos para partir el pan en los hogares, hay un sabor dulce e íntimo; en una reunión grande, cuando nos reunimos todos en un solo lugar, hay una atmósfera rica y elevada. Los creyentes pueden partir el pan en hogares individuales o en un solo lugar, pero esto debe ser decidido por la iglesia conforme a la necesidad y situación.
1) “Pues, todas las veces que comáis este pan, y bebáis esta copa, la muerte del Señor anunciáis hasta que El venga” (1 Co. 11:26).
Los que parten el pan en memoria del Señor deben ser los que anhelan al Señor, esperan Su venida y aman Su manifestación (2 Ti. 4:8). Por lo tanto, después que partimos el pan, debemos vivir una vida en espera de la venida del Señor.
2) “No podéis beber la copa del Señor, y la copa de los demonios; no podéis participar de la mesa del Señor, y de la mesa de los demonios” (1 Co. 10:21).
Aquí dice que si participamos de la mesa del Señor, no podemos participar de la mesa de los demonios, y si bebemos la copa del Señor, no podemos beber la copa de los demonios. Según el texto que precede a este versículo, la mesa de los demonios y la copa de los demonios son los sacrificios a los ídolos. Por eso, después que partimos el pan, no podemos comer lo sacrificado a los ídolos.
3) “Así que celebremos la fiesta, no con la vieja levadura, ni con la levadura de malicia y de maldad, sino con panes sin levadura, de sinceridad y de verdad” (1 Co. 5:8).
Aquí, la palabra levadura se refiere a todo lo malo y a todo lo que corrompe al hombre. En el Antiguo Testamento, inmediatamente después de que los israelitas celebraron la Pascua, observaron la fiesta del pan sin levadura, quitando toda levadura de su vivir (Dt. 16:1-4). El partimiento del pan en el Nuevo Testamento reemplaza la Pascua del Antiguo Testamento. Así que, después de partir el pan, debemos celebrar la fiesta del pan sin levadura como lo hicieron los israelitas, quitando de nuestra vida todo lo malo y todo lo que nos corrompe. Nosotros debemos vivir solamente una vida santa que está libre del pecado. Por medio de la vida del Señor que es santa y sin pecado, y la cual es el pan sin levadura de sinceridad y verdad, seremos los que verdaderamente celebran la fiesta del pan sin levadura.
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