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Ejercicio de nuestro espíritu, Elpor Witness Lee

ISBN: 978-0-7363-4880-5
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CAPÍTULO UNO

TOMAR MEDIDAS
CON RESPECTO A NUESTRAS
PARTES INTERNAS CON MIRAS
A EJERCITAR NUESTRO ESPÍRITU

(1)

Lectura bíblica: 1 Ti. 4:7-8; 3:16; 1:4; 2 Ti. 4:22; 1:7; 1 Ti. 1:5, 19; 3:9; 2 Ti. 1:3

Los dos temas principales que se abordan en los escritos del apóstol Pablo son Cristo como la vida de la iglesia y la iglesia como la expresión de Cristo. Los escritos de Pablo están divididos en dos secciones. La primera sección abarca desde Romanos hasta 2 Tesalonicenses. Ésta habla sobre la visión en cuanto a la vida y naturaleza de la iglesia, la cual revela lo que es la iglesia, cuál es su contenido intrínseco, Cristo como la vida de la iglesia y la iglesia como la expresión de Cristo. Después de esta clara definición y revelación, la segunda sección —desde 1 Timoteo hasta Filemón— habla sobre la práctica de la vida cristiana y la vida de iglesia. Al presentar un mensaje es mejor presentar primero una definición, una visión y una revelación del asunto sobre el cual se quiere hablar, y después presentar la manera en que dicho asunto se pone en práctica. Así también Pablo, en sus escritos, adopta este principio, él primero nos da una definición de lo que es la vida cristiana y la vida de iglesia, y después nos da la manera en que esto se pone en práctica.

La manera en que ponemos en práctica la vida cristiana y la vida de iglesia es ejercitándonos para la piedad. En 1 Timoteo 4:7-8 se nos dice: “Desecha los mitos profanos y de viejas. Ejercítate para la piedad; porque el ejercicio corporal para poco es provechoso, pero la piedad para todo aprovecha, pues tiene promesa de esta vida presente, y de la venidera”. La palabra griega que aquí se tradujo “ejercítate” comparte la misma raíz con la palabra griega que se usa para referirse a los ejercicios gimnásticos. Pablo escribió esta epístola en una época en la que se celebraban las olimpíadas en Grecia, en las cuales se incluían las competencias de ejercicios gimnásticos, los cuales son saludables para el cuerpo humano. En este versículo, Pablo se vale de esta palabra para comunicarnos la idea de que tenemos necesidad de otra clase de “ejercicios gimnásticos”, ejercicios que no guardan relación con nuestro cuerpo físico, sino con la piedad. El ejercicio corporal para poco es provechoso, pero esta otra clase de ejercicio es provechosa tanto para hoy como para siempre, tanto para esta vida presente como para la vida venidera. Por tanto, tenemos que darle mayor importancia a esta clase de ejercicio.

¿En qué consiste esta segunda clase de ejercicio mencionada en 1 Timoteo 4? Ciertamente no se refiere al ejercicio de nuestra mente, pues ya aprendimos esto en la escuela. Desde nuestra juventud se nos ha enseñado a ejercitar nuestra mente en la escuela primaria, en la escuela intermedia, en la escuela secundaria, en la universidad y hasta en el postgrado. Pero además del ejercicio físico y del ejercicio intelectual, ¿qué otra clase de ejercicio necesitamos? Con toda certeza la segunda clase de ejercicio a la que se refiere el apóstol Pablo es el ejercicio de nuestro espíritu humano.

LA PIEDAD ES LA MANIFESTACIÓN
DE DIOS EN LA CARNE

A fin de comprender qué es ejercitarse para la piedad, primero tenemos que conocer qué es la piedad según las dos epístolas dirigidas a Timoteo. La definición de lo que es la piedad está en 1 Timoteo 3:16, donde se nos dice: “Indiscutiblemente, grande es el misterio de la piedad: Él fue manifestado en la carne, / Justificado en el Espíritu, / Visto de los ángeles, / Predicado entre las naciones, / Creído en el mundo, / Llevado arriba en gloria”. Después de la palabra piedad hay dos puntos, lo cual indica que lo que sigue es la definición. La piedad es ser semejantes a Dios; es decir, es manifestar a Dios en la carne. Según el contexto, este versículo no solamente se refiere a Cristo mismo, sino también a la iglesia. El versículo anterior dice: “Si tardo, escribo para que sepas cómo debes conducirte en la casa de Dios, que es la iglesia del Dios viviente, columna y fundamento de la verdad” (v. 15). En principio, la iglesia es tanto la casa de Dios, en su condición de columna y fundamento de la verdad, como también el misterio de la piedad, es decir, Dios mismo manifestado en la carne. Cuando Cristo estuvo en la tierra, Él era Dios manifestado en la carne. Asimismo, hoy en día la iglesia está en la carne, pero Dios es manifestado en ella.

No debemos olvidar que la piedad implica que Dios es manifestado en nosotros, en la carne. La piedad es más que simplemente tener la semejanza de Dios. Al ser creado, Adán tenía la semejanza de Dios porque fue hecho a la imagen de Dios (Gn. 1:26). Sin embargo, al no participar del árbol de la vida, Adán no podía manifestar a Dios. Él no podía expresar a Dios de una manera real debido a que no tenía a Dios viviendo en su ser. Para que Dios sea manifestado en la carne de manera viviente, para que Él sea expresado a través de nosotros, se requiere que Él viva en nosotros. Con frecuencia en los periódicos aparece una foto del presidente de la nación. Podemos decir que el presidente se expresa en los periódicos, pero dicha fotografía no puede expresarlo de manera viviente, pues la misma carece de vida. Asimismo, nosotros no expresamos a Dios como lo haría una fotografía de Él. Nosotros somos la manifestación de Dios y le expresamos de una manera viviente, porque Él vive en nosotros. Esta expresión y manifestación de Dios es la piedad.


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