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Cumplimiento del tabernáculo y de las ofrendas en los escritos de Juan, Elpor Witness Lee

ISBN: 978-0-7363-7380-7
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LAS SEIS SEÑALES ABARCAN TANTO EL ALCANCE
COMO EL ÁMBITO DE LA LINEA CENTRAL
DE TODA LA ECONOMÍA DE DIOS

Las seis señales halladas en Juan 1 abarcan tanto el alcance como la dimensión de la línea central de toda la economía de Dios. La economía de Dios es la historia universal, una historia que comprende un gran número de misterios. El primero de estos misterios es el universo mismo. La vastedad del universo excede toda medida. Podemos decir que la medida del universo es Cristo mismo, porque como dijo Pablo, Cristo es la anchura, la longitud, la altura y la profundidad (Ef. 3:18). Nuestra mente humana no es capaz de comprender tal vastedad. En este vasto universo hay una economía, una operación divina.

La economía de Dios, la historia universal, está totalmente corporificada en la Palabra. Al comienzo de su evangelio y de su primera epístola, Juan habla sobre la Palabra. Como la historia de la economía universal, la Palabra es la corporificación del Dios Triuno. Aunque el Dios Triuno es misterioso, aun así Él se halla corporificado en la Palabra. La Palabra denota la definición, la explicación y la expresión de Dios. El Dios Triuno corporificado en la Palabra es explicado, definido y expresado. Por lo tanto, la Palabra es la definición y expresión del Dios misterioso e invisible.

La Palabra es la persona divina, maravillosa y todo-inclusiva. Él es tanto Dios como hombre, tanto el Creador como una criatura. Él incluye todas las cosas divinas y todos los asuntos divinos. Esta Palabra es revelada y desarrollada en los escritos de Juan, en su evangelio, en sus epístolas y en su Apocalipsis.

Según Juan 1:14, la Palabra como la corporificación del Dios Triuno se hizo carne. Esta carne es el tabernáculo, la morada de Dios.

En los cuatro Evangelios vemos un retrato del tabernáculo en movimiento. Cuando Cristo estaba en la tierra, Él era un tabernáculo viviente que se movía. Él podía viajar de Galilea a Judea. Podía permanecer un tiempo en Jerusalén y luego ir a Samaria. Por lo que, podemos decir que Él era un tabernáculo viajero.

Cuando el Señor Jesús estaba en la tierra como el tabernáculo de Dios, nadie podía entrar en Él, porque el camino aún no había sido preparado, y la entrada no estaba abierta. Por esta razón, después de treinta y tres años y medio de estar en la tierra, repentinamente Él dijo a Sus discípulos que se iría. Esto perturbó a los discípulos, dado que pensaron que Él los dejaría para siempre. Entonces el Señor les reveló que Su ida era en realidad Su venida. Parecía que el Señor les estaba diciendo: “Si Yo no me voy, estaré solamente entre ustedes. Ustedes no podrán entrar en Mí, ni Yo podré entrar en ustedes. Por lo tanto, Yo debo irme por medio de la muerte y la resurrección, para efectuar la redención por ustedes y abrir el camino para que ustedes vengan a Mí”. Mediante la muerte y la resurrección el Señor abrió la puerta y preparó el camino para que nosotros pudiésemos entrar en Él, quien es el tabernáculo en movimiento, el propio Dios corporificado en la carne.

Además, después de efectuar la redención, el Señor cambió Su forma y en resurrección llegó a ser el Cristo pneumático, el Espíritu vivificante. Esto le permitió entrar en nosotros. Por consiguiente, en Juan 14 el Señor también parecía decirles a los discípulos: “En el día de Mi resurrección vosotros conoceréis que Yo estoy en el Padre, y vosotros en Mí, y Yo en vosotros. Hoy Yo soy todavía el tabernáculo que está entre vosotros, pero estoy fuera de vosotros. Vosotros estáis fuera de Mí, y no tenéis forma de entrar en Mí. Yo tampoco tengo la forma de entrar en vosotros. Ésta es la razón por la cual debo morir para efectuar la redención y abrir el camino para que podáis entrar en Mí, como tabernáculo, y para que el Dios Triuno, quien está corporificado en Mí, pueda entrar en vosotros. Entonces donde Yo estoy, también vosotros estaréis (v. 3; 17:24). Vosotros conoceréis que Yo estoy en el Padre, y vosotros en Mí, y Yo en vosotros”.

En el día de Su resurrección el Señor se apareció a los discípulos. Aunque la puerta estaba cerrada, Él se apareció repentina y misteriosamente. Entonces sopló en ellos, y les dijo: “Recibid al Espíritu Santo” (20:22). De esta manera Él entró en Sus discípulos.

En Juan 1 tenemos al Señor como la Palabra, el tabernáculo, el Cordero y la paloma. La paloma es uno con el Cordero, y llegan a ser el Cordero-Paloma. El Cordero-Paloma es otro aspecto del tabernáculo. El tabernáculo es la corporificación de la Palabra, y la Palabra es la corporificación del Dios Triuno. Ahora el Dios Triuno en la Palabra, la Palabra en el tabernáculo, y el tabernáculo mediante el Cordero con la paloma pueden entrar en las personas a fin de regenerarlas y transformarlas en piedras preciosas para que sean juntamente edificadas como la casa de Dios. La casa de Dios hoy es la iglesia. Pero la consumación de la iglesia será la Nueva Jerusalén, el tabernáculo de Dios en su consumación, en la eternidad. Ésta es la historia de la economía de Dios, una historia que está completamente involucrada con la persona de la Palabra viviente.

La Palabra viviente y la Palabra escrita son una sola. La Palabra viviente es la realidad de la Palabra escrita, y la Palabra escrita es la definición de la Palabra viviente. La Palabra viviente dijo que habían sido escritas muchas cosas de Él en la ley de Moisés, en los salmos y en los profetas. En Lucas 24 Él expuso claramente a dos de los discípulos lo referente a Él en las Escrituras (v. 27). Esto nos muestra que en la Biblia tenemos la historia de la Palabra. Cristo es la Palabra, y la Biblia también es la Palabra. La Palabra era y sigue siendo la Palabra eterna y viviente. Como hemos visto, la Palabra viviente también es la Palabra escrita. Cuando Cristo, la Palabra viviente, habló, esta palabra hablada era réma, la cual es espíritu y vida para nosotros (Jn. 6:63). Por consiguiente, la historia universal es una historia de la Palabra, y esta Palabra es la economía universal de Dios. En esta economía podemos ver a una persona, la Palabra viviente, con la Palabra escrita y la palabra hablada.

El Dios Triuno está corporificado en Cristo, Cristo está corporificado en la carne, y esta carne es el tabernáculo. La corporificación de Dios llega a ser Su morada y nuestra morada. Simultáneamente, esta Palabra encarnada es la totalidad de todas las ofrendas para cumplir la redención y preparar el camino a fin de que nosotros entremos en Dios y que Dios entre en nosotros. Después de efectuar la redención, Él llegó a ser el Espíritu vivificante a fin de entrar en nosotros. Cuando Él entró en nosotros, todos los elementos incluidos en el Espíritu vivificante y todo-inclusivo también entraron en nosotros. Estos elementos incluyen a Dios, al hombre, la encarnación, el vivir humano, la crucifixión y la resurrección. Ahora la vida divina con la naturaleza divina ha sido impartida en nuestro ser a fin de hacernos piedras y edificarnos juntos como la iglesia. Finalmente, las iglesias en las diversas localidades tendrán su consumación en la Nueva Jerusalén. Ésta es la economía de Dios.

Las seis señales en Juan 1 —la Palabra, el tabernáculo, el Cordero, la paloma, la piedra y la casa de Dios— abarcan la línea central de toda la economía de Dios. Esta economía es por completo una historia de la Palabra, una historia de la Palabra eterna, de la Palabra viviente, de la Palabra escrita y de la palabra hablada que es espíritu y vida para nosotros. Espero que todos podamos entender la historia de esta Palabra.


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