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Perfeccionamiento de los santos y la edificación del Cuerpo de Cristo, Elpor Witness Lee

ISBN: 978-0-7363-6129-3
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Actualmente disponible en: Capítulo 4 de 4 Sección 2 de 3

Vencer cada día

En 2 Corintios 4:16 Pablo dice que nuestro “[hombre] interior [...] se renueva de día en día”. En la mañana somos avivados y durante el día vencemos. Somos avivados en la mañana, pero no nos detenemos allí. El efecto de dicho avivamiento debe continuar, lo cual significa ser renovados. Debemos ser renovados durante todo el día. Ser renovados de esta manera equivale a vencer. Con relación a un cristiano, lo primero que él debe vencer es su mal genio. Todos tenemos un temperamento peculiar. Es difícil poner juntas a dos personas peculiares. Si usted puede vencer su mal genio por tres días seguidos, no simplemente tragándose sus rencores y no simplemente venciendo de manera externa sino interna, entonces es un vencedor. Incluso una iglesia tan positiva como la iglesia en Filipos necesitó la exhortación de Pablo a fin de que ellos no argumentaran ni murmuraran. Éstos son problemas que todos tenemos en común. Por lo tanto, la máxima definición de vencer es vencer nuestra persona natural y nuestro yo. El mal genio del hombre yace en su persona natural. Si usted es una persona natural que vive en la vieja creación, está lleno del yo y considera el yo como lo primordial y lo más importante, entonces definitivamente será una persona que está llena de argumentos y murmuraciones en la vida de iglesia. Es por eso que la Biblia dice que los que son de Cristo Jesús han crucificado la carne con sus pasiones y concupiscencias (Gá. 5:24).

Cada mañana debemos experimentar un avivamiento y un nuevo comienzo. Este nuevo comienzo incluye la crucifixión del Señor Jesús. Cuando nosotros lo contactamos a Él, encontramos el elemento de la muerte en el Espíritu vivificante. Cuando Él entra en nosotros, opera en nuestro interior para ejercer la función de aniquilar y esterilizar. Podemos comparar esto con tomar antibióticos. Los antibióticos matan los gérmenes presentes en nosotros. El elemento de la muerte del Señor aniquila el mal genio en nosotros, lo cual pone fin a nuestra vieja creación y nos capacita para vencer.

En Romanos 7 Pablo describe la experiencia de la lucha entre la ley del pecado que está en la carne y la ley del bien que está en el hombre. Esto es semejante a la lucha entre la razón y la concupiscencia, como lo promulga el confucionismo chino. En ambos casos vemos que solamente las personas con una voluntad férrea y una mente lúcida pueden vencer y controlarse a sí mismas. Para la mayoría de las personas, las concupiscencias siempre ganan y la razón fracasa. Es por ello que Pablo dijo que no tenía esperanza, pues el bien que quería no lo hacía, sino que terminaba haciendo el mal que no quería. Él era un hombre miserable, alguien que había sido vendido al pecado (vs. 24-25). Sin embargo, en Romanos 8 él venció. Él venció en la ley del Espíritu de vida (v. 2). Existe una ley del Espíritu de vida, la cual es un poder que opera espontáneamente. En esta ley, él pudo vencer la ley del pecado y de la muerte.

Es por eso que cada mañana necesitamos experimentar un avivamiento, y cada mañana necesitamos contactar al Señor. Este contacto tiene un resultado, el cual es que seamos renovados durante todo el día. Esta renovación es una continuación del avivamiento matutino, lo cual permite que el avivamiento desarrolle su efecto aniquilador en nosotros durante todo el día. De esta manera, llevaremos una vida que vence.

El Señor nos prometió en Mateo 28:20: “Yo estoy con vosotros todos los días”. Puesto que el Señor está con nosotros todos los días, Él vive con nosotros momento a momento. El hecho de que Él esté con nosotros equivale a que Él viva con nosotros. Cuando somos renovados cada día y tenemos la presencia del Señor y Su vivir con nosotros cada día como una fuente de suministro para nosotros, espontáneamente llevaremos una vida que vence. Él no sólo murió por nosotros en la cruz, sino que además vive por nosotros en nuestro interior. Hoy tenemos a este Señor que vive con nosotros. Por lo tanto, podemos llevar una vida que vence cada día. Ésta es la vida que un cristiano debe vivir en la nueva manera. Si no tenemos esta clase de vivir, no estaremos capacitados para hablar de la nueva manera, ni existirá posibilidad alguna de que podamos servir en la nueva manera.

EL SERVICIO EN LA NUEVA MANERA

Contactar a las personas

El primer aspecto del servicio en la nueva manera consiste en contactar a las personas, es decir, en pagar el precio de contactar a las personas para el Señor. En primer lugar, debemos pastorear y apacentar las ovejas del Señor. El Señor le preguntó a Pedro tres veces en Juan 21:15-17: “¿Me amas?”. Cuando Pedro respondió: “Señor, te amo”, el Señor le respondió la primera vez, diciendo: “Apacienta Mis corderos”. Luego, la segunda vez le respondió: “Pastorea Mis ovejas”, y la tercera vez le dijo: “Apacienta Mis ovejas”. Pastorear es cuidar de una manera general, así como un pastor cuida del rebaño. Sin embargo, apacentar o alimentar es especial, pues es semejante a la manera en que una madre cuida de su hijo. Supongamos que una persona es muy joven o está en dificultades; en ese caso, es preciso cuidar de ella de una manera especial. Cuando predicamos el evangelio al salir a visitar a las personas y conducirlas a la salvación, ellas llegan a ser los corderos del Señor y, como tales, necesitan ser apacentadas. Con respecto a los santos que llevan más tiempo, quienes son más maduros, su necesidad es ser pastoreados. Además de éstos, están los que se encuentran en una dificultad particular, por lo que necesitan ser apacentados en forma particular.

En la iglesia hay una necesidad urgente de que más personas se levanten para realizar la obra de pastorear y alimentar. Eso no significa que tengamos que buscar algunos clérigos, como los pastores o los predicadores, para que se ocupen de este trabajo mientras los demás santos sólo se dedican a sus trabajos, a cuidar de sus familias, a asistir a un culto de adoración los domingos y a contribuir con un poco de su dinero. Si fuese así, entonces lo descrito en Efesios 4, donde todos los santos participan en la obra del ministerio para la edificación del Cuerpo de Cristo, jamás se haría realidad. A fin de edificar el Cuerpo de Cristo, todos los miembros deben ejercitar sus funciones. Éste es el nuevo camino que estamos siguiendo. Espero que, tal como nos lo muestra la Biblia, cada hermano y hermana asuma parte de la responsabilidad. En el presente hay más de seis mil personas reuniéndose en las reuniones de distrito en Taipéi. Sin embargo, hay más de veinte mil personas que necesitan cuidado. Si todos cuidan de una persona a la semana, cada semana cuidaríamos de seis mil. En un mes de cuatro semanas, cuidaríamos a todas las veinte mil personas. Esto es muy efectivo. Quisiéramos presentarles esta carga a todos ustedes. Escojamos llevar juntos esta carga delante del Señor.

Cuando ustedes salen a pastorear y a visitar a otros, hay varias maneras apropiadas de hacerlo. No deben simplemente salir a pasar un rato social. Por esta razón, ustedes mismos necesitan tener más experiencia en vida. En segundo lugar, deben estudiar bien las verdades. Esto no es muy difícil entre nosotros, pues cada semana estamos repasando las verdades. Mientras estemos dispuestos a aprender, todos podremos recibir algo. Si ustedes tienen la debida experiencia en vida y las palabras adecuadas para presentar la verdad, estarán bien equipados para ir a visitar a las personas. Cuando vayan a visitar a las personas, en cuanto hablen con ellas, sabrán en qué etapa se encuentran. Quizás alguien haya creído en el Señor sólo de modo superficial, pero en su interior no haya tocado al Señor ni haya experimentado la salvación. Dicha persona es como una bombilla eléctrica que ha sido puesta pero aún no está conectada, es decir, no ha recibido la corriente eléctrica. Así que, ustedes tienen que ser como un electricista, y ayudarlo a conectarse con la electricidad. Deben ayudarlo a tocar al Señor en su interior y a tener la experiencia de salvación. Luego deben enseñarle a invocar al Señor, orar-leer la Palabra del Señor, tener comunión con el Señor, amar al Señor, recordar al Señor al participar del partimiento del pan, a consagrarse a sí mismo, etc. Tienen que ayudarlo de esta manera punto por punto. Para todo esto, necesitan poseer la debida experiencia y las verdades.

Pablo dijo en Hechos 20: “Cómo nada de cuanto os pudiera aprovechar rehuí anunciaros y enseñaros, públicamente y de casa en casa [...] Porque no rehuí anunciaros todo el consejo de Dios [...] Por tanto, velad, acordándoos que por tres años, de noche y de día, no he cesado de amonestar con lágrimas a cada uno” (vs. 20, 27, 31). Pablo estableció aquí un buen modelo para nosotros. Espero que todos ustedes reciban la carga de visitar a las personas de casa en casa; por un lado, para brindarles el suministro necesario y, por otro, para ayudarlas a crecer en vida y enseñarles las verdades, a fin de mostrarles conforme a la Biblia la clase de vida que Dios desea que vivamos. Aunque es posible que un gentil se arrepienta, crea, sea bautizado y sea salvo, él aún no sabe nada con respecto a las cosas espirituales. Por lo tanto, es necesario que algunos le enseñen. No es suficiente que él venga solamente los domingos a escuchar un mensaje; eso sin mencionar el hecho de que algunas veces ni siquiera vendrá. Es por ello que necesitamos cuidar a las personas y enseñarles, a fin de que puedan avanzar paso a paso.

Pablo habló en Efesios 4:12 de “perfeccionar a los santos”. Éste es el aspecto más importante, pero a la vez el más difícil, al tener contacto con los demás. La palabra perfeccionar en griego conlleva el sentido de equipar. Esto es semejante a un hombre que se alista en el ejército. Él necesita ser perfeccionado por medio de instrucciones, simulacros, adiestramientos, así como al recibir las municiones necesarias. En el presente hay más de veinte mil santos. Sin embargo, visitarlos no es el fin de nuestra labor. Debemos tener la esperanza de que un día ellos puedan hacer la misma obra que nosotros estamos haciendo hoy. Si los seis mil santos salen a visitar a estos veinte mil, y si en medio año, de entre este grupo de veinte mil se levantan tres o cinco mil que son capaces de hacer lo mismo que los seis mil están haciendo, entonces estarán siendo perfeccionados. De este modo, ustedes podrán salir a predicar el evangelio nuevamente para ganar a más nuevos, y el ciclo podrá repetirse vez tras vez. Hoy en día tenemos seis mil personas; pero quizás para el próximo año tendremos diez mil que podrán salir a cuidar y a alimentar a otros. Esto jamás se lograría con unos pocos predicadores o pastores. Para ello necesitamos que todos los hermanos y hermanas se levanten y combatan juntos en unanimidad, crezcan en vida y sean enseñados en las verdades. Además de esto, tenemos que laborar y estar dispuestos a pagar el precio. Si todos hacemos esto, sin lugar a dudas obtendremos resultados positivos.


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