Práctica de las reuniones de grupo, Lapor Witness Lee
ISBN: 978-0-7363-0266-1
Copia impresa: Living Stream Ministry disponible en línea
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Las reuniones de grupo en las que los santos “rebosan” constituyen las reuniones apropiadas de la iglesia y la vida apropiada de iglesia. Una reunión de grupo es una reunión llena de mutualidad. En tales reuniones todos hablan y todos “rebosan”. Tales reuniones están llenas de actividad. Es dudoso que las reuniones de los miles de nuevos creyentes del Día de Pentecostés tuvieran cierta secuencia, donde un hermano en particular oraba, otro pedía un himno y un hermano designado leía las Escrituras. Ellos simplemente “rebosaban”, cantaban y testificaban en sus reuniones de grupo.
Muchas veces si ninguno instruye a los santos a que comiencen a leer la Biblia, a orar o a cantar, nadie lo hace. No deberíamos necesitar instrucción en cuanto a qué hacer en las reuniones. Somos personas vivientes. Deberíamos venir a las reuniones cantando y alabando. Sin embargo, en muchas de las reuniones hoy en día, si nadie dice: “Leamos la Biblia”, nadie abre la Biblia. Ese tipo de reunión está muy conformado a la manera tradicional de la religión. Muchas veces nuestra lectura de la Biblia en las reuniones es hecha de una manera fija. Es de la carne hacer algo con el propósito de ser diferente de la religión, pero no tenemos que actuar igual todas las veces. Si cierto versículo es maravilloso para nosotros, podríamos leerlo de una manera viva. Si en una larga lista de versículos encontramos Hebreos 10:24-25, podemos decir: “¡Aleluya por Hebreos 10:24-25!”, y leerlo antes de leer los otros versículos. Luego, cuando llegamos a la frase estimularnos al amor y a las buenas obras, podríamos decir: “¡Oh, estimularnos! ¡Necesitamos estimularnos unos a otros!”.
Nuestra vieja manera de reunirnos se puede ver en las reuniones grandes así como en las reuniones de grupo. En una conferencia reciente había como mil setecientos asistentes, pero de todos modos la reunión conservó una secuencia fija. Cuando los santos empezaron a llegar a la reunión, nadie leyó las pancartas en voz alta, ni leyó las citas de la Escritura ni pidió un himno. A veces la mayoría de los que asisten a una reunión están callados. Este silencio es como la mudez de los ídolos. (1 Co. 12:2). Quizás algunos digan que clamar “¡Aleluya!” en las reuniones no es la adoración apropiada para Dios. Sin embargo, Dios preferiría que estuviéramos fuera de nosotros mismos en las reuniones a que adoráramos en una forma muerta.
La manera de reunirse en silencio es la tradición religiosa. El cristianismo tradicional nos ha influenciado a que nos reunamos de esta manera. Antes de ser salvos ya sabíamos cómo adorar a Dios en la manera tradicional. Hasta los musulmanes saben cómo reunirse en una manera “cristiana”. Si un musulmán llega a ser cristiano, pensará que él ya conoce la manera en que debe adorar como cristiano. No obstante, aquellos nuevos creyentes del Día de Pentecostés no tenían idea de cómo reunirse. Ellos sabían cómo reunirse en la manera judía, pero en aquel día vieron algo que los puso fuera de sí. Ya no se interesaron por las cosas judías. Por lo tanto, se congregaban en sus reuniones de una manera “rebosante”. Nuestras reuniones deben estar llenas de algarabía, de alabanza, de canto y de la palabra de una manera rebosante. Ésta es la manera en que los cristianos deben reunirse. Cuando traigamos nuevos creyentes a esta clase de reunión, ellos recibirán una impresión apropiada de la manera de reunirse y nunca olvidarán esa impresión.
Los niños pequeños no necesitan ser presentados los unos a los otros y luego ser organizados formalmente a fin de que puedan jugar juntos. Si nada más son puestos juntos por unos pocos minutos, se mezclarán unos con otros y serán un grupo lleno de vida. Los niños que están llenos de vida juegan muy bien juntos. Incluso si uno les ordena que no jueguen tan vigorosamente, de todos modos lo harán debido a que están llenos de vida. Cuando vamos a las reuniones de grupo, también nosotros debemos estar llenos de vida. No debemos ir en nuestra vejez. Si estamos muertos y en vejez, perdemos nuestra capacidad de tener una reunión apropiada de grupo. Nosotros fuimos regenerados hace años, pero ahora necesitamos ser transformados y renovados. Necesitamos salirnos de los viejos hábitos, pensamientos, conceptos y lógica. Necesitamos salirnos del cristianismo viejo. La única manera de hacer esto es orar. No deberíamos orar superficialmente, sino desde nuestro espíritu. Cuando oramos, debemos también hacer una confesión exhaustiva de todos nuestros fracasos, defectos, faltas, desaciertos, errores y transgresiones. Debemos confesar toda crítica que hayamos hecho a otros, nuestras murmuraciones, chismes y palabras vanas y ociosas. Nuestra confesión no debe ser de una vez por todas. Debemos confesarnos todos los días, varias veces al día. De este modo oraremos introduciéndonos en nuestro espíritu. Estaremos felices, regocijados y gozosos todo el día. Seremos personas llenas del Espíritu y seremos la posesión del Espíritu. Llegaremos a ser personas diferentes. No debemos hablar negativamente, sino que siempre debemos hablar positivamente. No debemos seguir chismeando, criticando ni hablando ociosamente. Debemos simplemente hablar Cristo, hablar gracia, hablar misericordia, hablar Dios y hablar la Palabra santa. Esto cambiará la esencia misma de nuestro ser. Necesitamos este cambio. Espero que todos vivamos de esta manera.
Vivir de esta manera nos hará cristianos que se reúnen todo el tiempo. Aun cuando no estemos en una reunión, seremos personas gozosas y llenas de regocijo. Entonces cuando nos reunamos con otros, seremos así. Estaremos muy dispuestos a abrirnos y a tener comunión. Podremos presentar a los santos lo que tenemos, lo que somos y lo que sabemos. Cuando nos reunamos con otros, seremos los primeros en ser tales personas. Luego los demás, especialmente los nuevos, nos seguirán.
Debemos reunirnos con seis u ocho hermanos o hermanas para practicar este tipo de reunión de grupo. Si no podemos tener esta clase de reunión entre nosotros, entonces no podremos tenerla con los nuevos. En lugar de tomar la delantera en ser vivientes, tal vez seamos los primeros en ser mudos. Después de cinco minutos de estar en silencio podríamos decir: “Nos abrimos a la comunión”; pero quizás ninguno comparta nada. Este tipo de reunión es muda, calmada y fría. No hay calor, no hay espíritu y no hay vida. En reuniones así el Espíritu es apagado. En 1 Tesalonicenses 5:19 dice: “No apaguéis al Espíritu”. Apagamos al Espíritu Santo al apagar nuestro espíritu humano. Algunas veces cuando alguien está cantando “¡Aleluya!” en la reunión, no nos unimos o cantamos en una manera fría. Esto apaga nuestro espíritu. Necesitamos unirnos y estar abiertos. Entonces nuestro espíritu será estimulado. Cuando nuestro espíritu humano es estimulado, el Espíritu Santo en nosotros se levanta, y nosotros recibimos el beneficio. Tenemos que aprender a no apagar nuestro espíritu.
Nuestro espíritu es la parte más sensible y la parte que más se entusiasma. Ninguna otra parte de nuestro ser puede entusiasmarse de una forma apropiada como nuestro espíritu. Toda persona espiritual debe tener la capacidad de estar fuera de sí en su espíritu. Si guardamos mucha compostura, no podemos ser espirituales. El apóstol Pablo sabía llorar (Ro. 12:15; Fil. 3:18) y, en el tiempo oportuno, sabía regocijarse (Fil. 4:4). Una persona que es muy sobria, nunca ríe y nunca llora. A los hermanos les es difícil ser espirituales porque ellos se controlan demasiado. Sin embargo, las hermanas no se controlan tanto. En este sentido, a ellas les es más fácil ser espirituales. En los cuatro Evangelios vemos que mujeres como María Magdalena, Juana y Susana (Lc. 8:2-3) eran espirituales. Judas, por otro lado, tenía una mente muy clara y sobria que consideraba cuánto dinero podría ganar por traicionar al Señor. Tenemos que aprender a no apagar nuestro espíritu y tenemos que aprender a liberar nuestro espíritu. Debemos aprender a ser “mujeres”. Entonces tendremos la capacidad de tener reuniones adecuadas de grupo.
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