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Estudio-vida de Deuteronomiopor Witness Lee

ISBN: 978-0-7363-6649-6
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Actualmente disponible en: Capítulo 3 de 30 Sección 2 de 4

I. EL BENEFICIO
DE HACER UN RECUENTO DEL PASADO

Hacer un recuento del pasado proporciona un beneficio triple.

A. Nos trae nueva luz y nueva revelación

Hacer un recuento del pasado nos trae nueva luz y nueva revelación. Si hemos de recibir esta luz y revelación, es necesario que estemos en la presencia del Señor al hacer el recuento de nuestro pasado; de lo contrario, simplemente haremos una especie de retrospección, lo cual no servirá de nada. Si consideramos nuestro pasado en la presencia del Señor, Él podría darnos nueva luz y nueva revelación referente a lo que fuimos en el pasado.

B. Nos ayuda a conocer
el corazón de Dios y Su mano

Hacer un recuento del pasado también nos ayuda a conocer el corazón de Dios y Su mano. El corazón de Dios es amoroso, y Su mano es justa. Según Su corazón, Dios es amoroso; según Su mano, Él es justo.

C. Nos ayuda a conocernos a nosotros mismos,
a condenar la carne
y a aprender a rechazar el yo y la carne

Hacer un recuento de nuestro pasado nos ayuda a conocernos a nosotros mismos, a condenar la carne y a aprender a rechazar el yo y la carne. Mientras hacíamos ciertas cosas o pasábamos por ciertas situaciones en el pasado, nos era difícil conocernos a nosotros mismos. Pero después, al mirar retrospectivamente, podemos recibir luz para conocernos a nosotros mismos y a nuestra carne a fin de que rechacemos el yo y la carne.

II. EL PENSAMIENTO QUE RIGE LA ACCIÓN
DE HACER UN RECUENTO DEL PASADO

Con respecto a la acción de hacer un recuento del pasado, hay un pensamiento rector. Siempre que hagamos un recuento del pasado, debemos hacerlo en conformidad con este pensamiento rector.

A. Nos muestra el corazón amoroso de Dios
y Su justa disciplina gubernamental

Nuestra acción de hacer un recuento del pasado debe estar regida por el pensamiento de que el corazón de Dios es amoroso y que Su disciplina gubernamental es justa.

B. La bendición de Dios requiere
la obediencia y la fidelidad del hombre

La bendición de Dios requiere la obediencia y la fidelidad del hombre. La obediencia y la fidelidad son los dos requisitos que deben cumplirse si hemos de ser aptos para recibir la bendición de Dios. La desobediencia y la infidelidad son obstáculos que nos impiden recibir la bendición de Dios. Si queremos recibir la bendición de Dios en nuestra vida personal, en nuestra vida diaria, en nuestra vida familiar y en nuestra vida de iglesia, debemos aprender a ser obedientes y fieles.

C. Cuando el corazón del hombre se aleja de Dios, el resultado es una terrible tragedia

Cuando el corazón del hombre se aleja de Dios, el resultado es una terrible tragedia. Alejarse de Dios y de Su palabra, la cual es Cristo, equivale a perder todas las bendiciones y sufrir la maldición.

Estos tres puntos —el corazón amoroso de Dios y Su justa disciplina gubernamental, la obediencia y la fidelidad del hombre, y el trágico resultado que ocurre cuando el corazón del hombre se aleja de Dios— constituyen el pensamiento que debe regir la acción de hacer un recuento del pasado. Este pensamiento, que se encuentra en toda la Biblia y se revela claramente en el Nuevo Testamento, debe regirnos cada vez que hagamos un recuento de nuestra condición.

III. LA JORNADA DESDE EL MONTE DE DIOS
HASTA LA ENTRADA DE LA TIERRA SANTA

En Deuteronomio, el recuento que se hace del pasado abarca todo lo sucedido en la jornada que se hizo desde el monte de Dios hasta la entrada de la Tierra Santa (1:2, 19). El monte de Dios, llamado el monte Horeb, es una de las muchas cumbres de la cordillera del Sinaí. El monte Horeb fue el lugar donde Moisés permaneció con Dios y recibió el hablar de Dios. En nuestra experiencia hoy en día, el monte Horeb es el lugar donde Dios habla. Mediante el hablar de Dios en el monte Horeb, somos equipados con la visión de Cristo y la iglesia, somos edificados como sacerdocio y conformamos un ejército.

La jornada de los hijos de Israel comenzó desde el monte de Dios. A partir del monte Horeb, ellos prosiguieron en su jornada hasta que llegaron a Cades-barnea, la entrada de la buena tierra.

A. Equipados con el conocimiento de la ley

En el monte Horeb, Dios equipó, o adiestró, al pueblo con el conocimiento de la ley (Éx. 20—23). Podríamos decir que este adiestramiento consistió en una especie de orientación dada por Dios.


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