Base para la obra edificadora de Dios, Lapor Witness Lee
ISBN: 978-0-7363-7268-8
Copia impresa: Living Stream Ministry disponible en línea
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Los versículos del 17 al 20 dicen: “Santifícalos en la verdad; Tu palabra es verdad. Como Tú me enviaste al mundo, así Yo los he enviado al mundo. Y por ellos Yo me santifico a Mí mismo, para que también ellos sean santificados en la verdad. Mas no ruego solamente por éstos, sino también por los que han de creer en Mí mediante la palabra de ellos”. Éstos se refiere a los discípulos que estaban con el Señor en aquel tiempo, mientras que los que han de creer en Mí mediante la palabra de ellos se refiere a todos los que creerían en el Señor por medio del evangelio predicado por los discípulos a través de los siglos. Esto incluye a todos los que serían salvos a través de los tiempos y en todo lugar. Por consiguiente, el Señor aquí está orando por todos los que han sido salvos y pertenecen a Él. El versículo 21 dice a continuación: “Para que todos sean uno; como Tú, Padre, estás en Mí, y Yo en Ti, que también ellos estén en Nosotros; para que el mundo crea que Tú me enviaste”. ¿Cómo podían los discípulos estar en “Nosotros”, es decir, en el Señor y en el Padre? Fue hecho posible al darles el Señor la vida eterna del Padre, al manifestarles el nombre del Padre, al darles a conocer la palabra de Dios, la verdad de Dios, y al recibirla ellos, y también al darles la gloria que Dios le había dado. Por medio de estos cuatro asuntos —la vida eterna, el nombre de Dios, la palabra de Dios y la gloria de Dios— todos los que creen en el Señor han sido introducidos en Dios. Por medio de la vida eterna, que es la vida de Dios mismo, experimentamos una unión con Dios. Por medio del nombre de Dios como explicación de Dios, podemos conocer a Dios, esto es, podemos conocer la clase de Dios que Él es. Por medio de la palabra de Dios, somos separados, apartados, del mundo. Por medio de la gloria de Dios, somos plenamente introducidos en Dios. Cuando estamos plenamente en Dios, eso es gloria. Por lo tanto, ustedes deben ver estos cuatro asuntos. La vida de Dios nos lleva a experimentar una unión con Dios; el nombre de Dios nos da a conocer a Dios; la palabra de Dios nos separa del mundo; y la gloria de Dios nos introduce plenamente en Dios. Estos cuatro asuntos no sólo permiten que los que pertenecemos a Dios experimentemos una unidad absoluta, sino que también nos introducen completamente en el Dios Triuno.
No puedo exponer este pasaje versículo por versículo y frase por frase, pero siento la necesidad de hablarles nuevamente de estos cuatro asuntos: la vida eterna, el nombre de Dios, la palabra de Dios y la gloria de Dios. Recuerden que todos los que pertenecemos al Señor tenemos la vida eterna en nosotros. Es por ello que podemos tener comunión unos con otros, como dice 1 Juan 1:2 y 3: “Os anunciamos la vida eterna [...] para que también vosotros tengáis comunión con nosotros”. En la vida eterna existe algo llamado comunión. Cuando la vida eterna entra en usted, en mí y en todos los que pertenecemos al Señor, nos introduce a todos en la comunión.
Por otra parte, el nombre de Dios nos permite conocer la clase de Dios que Él es. Cuanto más usted conoce a Dios, más unión experimenta con los hijos de Dios. Además, la palabra de Dios, la verdad de Dios, nos separa del mundo externamente. Cuanto más usted conoce la palabra de Dios, entiende la palabra de Dios y comprende la verdad de Dios, más sale del mundo y más separación existe entre usted y las personas del mundo. Cuanto más alguien entiende la palabra de Dios y recibe el hablar de Dios, más clara se hace la línea que lo separa del mundo. En cambio, si usted se entremezcla con el mundo, más se separa de los hijos de Dios. Cuanto más usted se entremezcla con el mundo, más difícil le resulta estar en armonía con los hermanos y hermanas. Cuanta más separación hay entre usted y el mundo, más es atraído hacia los hijos de Dios, y más está en armonía con ellos.
Por último, tenemos también la gloria de Dios. Si usted está plenamente en Dios, en la gloria de Dios, será absolutamente uno con los hijos de Dios. En otras palabras, si cada uno de los que pertenecemos al Señor vive en la comunión de la vida de Dios, conoce el nombre de Dios, conoce a Dios mismo, recibe la palabra de Dios y aprende a vivir en la gloria de Dios, eso significa que todos vivimos en Dios. En ese caso, ¿cree usted que es posible que no haya unidad entre nosotros? Es imposible. En cambio, si usted y yo no vivimos en la comunión de la vida divina, ni tenemos un conocimiento detallado de Dios, ni recibimos lo suficiente de la palabra de Dios; y si en vez de ello nos entremezclamos con el mundo, y si tampoco vivimos en Dios ni en la gloria de Dios, ¿cree usted que podemos ser uno? Si somos personas de esta índole, indudablemente estaremos aislados y separados de los santos. ¿Qué es lo que nos aísla? El mundo nos aísla, no conocer a Dios nos aísla y el yo también nos aísla. Estas diferentes cosas que nos aíslan impiden que Dios nos edifique.
Por ejemplo, supongamos que edificamos una casa con concreto reforzado. Si la grava no se lava bien cuando mezclamos el concreto, el concreto no será sólido. De la misma manera, si sobre nosotros aún están las manchas de las cosas del mundo o las cosas del yo, entonces no podremos mezclarnos con los hijos de Dios. Si tenemos toda clase de problemas, no podremos ser edificados juntamente con los hijos de Dios.
Por consiguiente, con miras a que la iglesia sea edificada, el simple hecho de exhortar a los hermanos y hermanas para que sean uno o de orar al Señor por ellos para que sean uno, no los hará uno. Ésa no es la manera correcta. Debemos ayudarlos a conocer la vida eterna que está en ellos. Debemos ayudarlos a conocer el nombre de Dios y quién es Dios. Debemos conducirlos a leer y recibir la palabra de Dios, la verdad de Dios. También necesitamos conducirlos a vivir en Dios. De este modo, usted ni siquiera tendrá que decirles que sean uno, pues los hermanos y hermanas ciertamente serán uno. Éste es el significado de lo que oró el Señor. La oración del Señor nos muestra cómo podemos ser uno, cómo podemos ser edificados como una sola entidad con todos los santos. Esta edificación, esta unidad, no consiste simplemente en una unidad entre los hombres, sino en una unidad que se logra cuando todos estamos en Dios y nos mezclamos con Dios. Esta unidad de Dios y el hombre es la edificación de la cual estamos hablando.
Hermanos y hermanas, esta edificación se logra mediante la resurrección del Señor. El Señor dijo: “Destruid este templo, y en tres días lo levantaré” (Jn. 2:19). Aquí el Señor estaba diciendo: “Vosotros destruís este templo con la muerte de cruz, pero Yo lo levantaré con la vida de resurrección”. Este templo edificado con la vida de resurrección es una edificación llevada a cabo en Dios por todos aquellos que son regenerados y que viven en Cristo, siendo absolutamente uno con Dios.
Si somos absolutamente uno en Dios de esta manera, el mundo creerá que el Señor es el Cristo enviado por Dios. En esto estriba el poder del evangelio. Si hemos de conducir a otros a conocer a Cristo, a conocer al Señor, debemos tener este testimonio de unidad. Usted puede ir y observar esto: dondequiera que los hermanos no están en unanimidad, en armonía, allí tampoco está el poder del evangelio. El evangelio continúa siendo predicado; pero pocos son salvos, y los que son salvos no son muy fuertes ni prevalecientes. Si ustedes desean predicar un evangelio que es fuerte y prevaleciente a fin de que los hombres conozcan a Cristo y se den cuenta de que Él fue enviado por Dios y es el Señor designado por Dios, entonces la iglesia tiene que estar en unidad, tiene que ser una iglesia edificada.
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