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Experiencia de vida, Lapor Witness Lee

ISBN: 978-0-87083-632-9
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III. COMPARTIR LA MISMA POSICION CON CRISTO

Cuando una persona llega a la medida de la plena estatura de Cristo, está en la misma posición que Cristo, no solamente como un hecho objetivo, sino también en experiencia. Cristo está sentado en los cielos, así también él; Cristo está en el trono, y así está él. En este momento, él no es fácilmente conmovido, ni tampoco puede caer fácilmente.

Antes de que la vida espiritual de un hombre llegue a la madurez, él no es estable. Es posible que un mes antes, él haya estado grandemente exaltado y celoso por el Señor; al mes siguiente tal vez esté excesivamente deprimido y débil, hasta el punto de no estar dispuesto a ir a las reuniones. Algunos hermanos y hermanas, cuando son bien recibidos y animados, están gozosos y fuera de sí; pero cuando afrontan oposición y problemas, se deprimen y se abaten. Estos altibajos prueban que la vida es todavía inmadura. Sin embargo, cuando la vida del hombre ha llegado a la madurez, y él está sentado con Cristo en el trono en los cielos, él no sube ni cae, ni vacila fácilmente. Cuando usted le da la bienvenida, él es cierta clase de persona; cuando usted se le opone, sigue siendo el mismo. Si usted lo anima, él está en el trono; si le da problemas, él sigue en el trono. Cuando el profeta Elías oyó que Jezabel deseaba matarlo, tuvo muchísimo temor; huyó y se sentó debajo de un enebro, deseando morir (1 R. 19). Esto se debe a que él había descendido del Monte Carmelo. De igual forma, cuando uno desciende de la posición celestial, es fácilmente confundido y amedrentado. Sin embargo, el que ha llegado a la madurez de vida, vive en el espíritu, en la vida de Cristo; él participa de Su posición y no es fácilmente perturbado ni provocado. Tal como Cristo es estable y está seguro en los cielos, así también él. Una persona cuya vida ha llegado a la madurez es estable y firme.

Como Cristo mismo es inconmovible en los cielos, así son aquellos que están llenos a la medida de la estatura de Cristo y que participan de la misma posición que Cristo. El no cambia por causa del lugar o del tiempo; no importa en qué clase de ambiente se encuentra, él permanece inmutable sentado en los cielos. El participa de la misma posición que Cristo. Esta es la condición de uno que está lleno a la medida de la estatura de Cristo.

IV. REINAR CON CRISTO

Otra condición del que está lleno a la medida de la estatura de Cristo es que reina con Cristo. Usted debe alcanzar la posición de reinar con Cristo para que su vida pueda madurar. Si deseamos saber si somos maduros en vida o no, debemos comprobar si podemos reinar en la vida espiritual o no. No podemos pedirle a un niño de seis años que gobierne; aun si lo coronamos como rey y le damos el reinado, y lo sometemos todo a su control, él se iría corriendo a jugar pelota. Si la vida es insuficiente, no hay posibilidad de reinar. Cuando la vida de uno llega a la madurez, uno reina automáticamente. Consideren la doncella del Cantar de los cantares. No fue sino hasta que su vida interna llegó a brillar como el alba, hermosa como la luna y clara como el sol, que ella manifestó su majestad y fue temible como un ejército con banderas (Cnt. 6:10). Si alguno no ha llegado a este estado trascendente y celestial, y aún así, reclama que es experimentado y que está en una posición elevada, él solamente está exhibiendo su propia gloria y poder; es una exhibición desagradable e indudablemente no está reinando. Por lo tanto, reinar no es solamente un asunto de posición, sino también de vida. A fin de reinar, uno necesita la posición y aún más, la vida.

Esto no solamente es cierto en la vida espiritual, sino también en la vida física. Una afirmación hecha por un niño tiene muy poco significado. La misma afirmación, en la misma circunstancia, en el mismo tiempo, hablada por un adulto, tiene bastante peso, y cuando es hablada por un anciano de setenta u ochenta años, tiene aún más peso. El peso de la palabra se mide de acuerdo a la edad. Cuando se alcanza cierta edad, la palabra tiene profundidad. De igual manera, la autoridad está basada en la vida. Cuando la vida madura, puede reinar. Por lo tanto, la experiencia de reinar depende de la madurez en vida.

En Números 17, a fin de probar que Aarón estaba investido de Su autoridad, Dios hizo que su vara echara renuevos, floreciera y produjera almendras. Esta renovación, florecimiento y producción de fruto es la historia de la vida. La vara representa autoridad. Entre las doce varas, solamente una echó renuevos y produjo fruto. Esto prueba que solamente aquellos cuya vida es madura pueden reinar.

Cuando nuestra vida llegue a la madurez y la plenitud, seremos arrebatados y transfigurados. Entonces, nos sentaremos con Cristo en el trono y reinaremos con El. Todo lo que somos estará lleno a la medida de la estatura de la plenitud de Cristo, y todo lo que hagamos lo haremos para reinar con Cristo. El mismo principio se aplica hoy a la madurez de vida. Cuando nuestra vida llega a la estatura plena de Cristo, entonces podemos reinar con Cristo.


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