Revelación crucial de la vida hallada en las Escrituras, Lapor Witness Lee
ISBN: 978-1-57593-811-0
Copia impresa: Living Stream Ministry disponible en línea
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En el capítulo cinco vimos que necesitamos experimentar continuamente el fluir de la vida en la casa de Dios y es preciso que el Señor nos mida para que aumente el fluir de la vida. En este capítulo queremos ver más en cuanto al fluir de la vida en Ezequiel 47 e Isaías 55.
El libro de Ezequiel trata del recobro. El recobro de la edificación de la casa empieza en el capítulo cuarenta, y al final del capítulo cuarenta y seis el edificio está completo. En el capítulo cuarenta y siete las aguas salen de la casa edificada. Todo el Antiguo Testamento es un libro de cuadros, los cuales nos muestran algo con respecto a nuestra situación actual. Con el cuadro presentado en Ezequiel 47 podemos ver que el fluir de las aguas divinas siempre salen del edificio de Dios. Ahora estamos en la edad de recobro, y el fluir de la vida divina tiene que proceder de la casa recobrada de Dios.
En la mayoría de los cultos religiosos del cristianismo, los que asisten experimentan una sensación de sequedad y no de riego. Cuando yo estaba en el cristianismo, oí muchas enseñanzas, pero me sentí seco porque el agua viva fluía muy poco. Apenas había un fluir porque la casa de Dios no había sido recobrada. Cuando uno entre en una iglesia local que está en debidas condiciones, tendrá la sensación de agua refrescante. Siempre sentimos el riego cuando entramos en algunas de las iglesias locales porque allí se encuentra el recobro de la edificación de la casa de Dios. Donde está la casa, allí está el fluir del agua viva.
El fluir de agua viva procede de la casa porque el origen, la fuente, el manantial, del agua viva está en la casa. El Señor Jesús es el origen. El es la fuente, y ahora tiene un lugar en la tierra donde ubicarse. El tiene un lugar donde morar, donde se puede establecer. Los que nos reuníamos en diferentes grupos en el cristianismo podemos testificar que cuando nos reuníamos allí, no nos parecía que el Señor se hubiera establecido allí. Cuando me reunía allí, me parecía como si el Señor estuviera fuera de la puerta. Esto es semejante a Apocalipsis 3 donde el Señor como Cabeza de la iglesia está fuera de la iglesia degradada, tocando a la puerta (v. 20). No nos parecía que el Señor se hubiera establecido allí, así que no estábamos satisfechos ni establecidos. No obstante, cuando llegué a la vida práctica de iglesia, percibí que el Señor Jesús estaba allí y yo también me establecí.
El Señor Jesús está dentro de la casa como el origen del agua viva; de El fluye el agua viva. Edificar las iglesias locales es de gran importancia. Tenemos que prestar toda nuestra atención a la casa de Dios, y es menester que nos quedemos en la casa. Ezequiel nos dijo que el Señor lo llevó a la entrada de la casa (47:1). Nos debe impresionar que necesitamos la casa. Laboran mucho en el cristianismo de hoy pero, ¿dónde está el fluir? Hay mucha predicación del evangelio, muchas enseñanzas bíblicas, y muchas obras misioneras pero, ¿dónde está el fluir? Se siente la sequedad en vez del riego. Muchos cristianos que buscan más del Señor no están satisfechos debido a la sequedad. Buscan el agua. Los que buscan más del Señor desean el fluir del agua viva. De la maravillosa edificación de Dios viene el fluir del agua viva.
El Señor, como hombre de bronce [Ez. 40:3], necesita medirnos para que el fluir de la vida aumente en nosotros, en la casa. El es aquel que prueba, que juzga, que examina y que posee porque nos mide. Cuanto más nos mida, más profundo y ancho será el fluir. Después de que El nos haya medido por completo, el fluir llegará a ser un río. En cada ciudad necesitamos un río. Cuando el hombre de bronce mide dentro de la casa, el resultado es el río. Simplemente estar en una iglesia local no es adecuado. Todos necesitamos que el Señor nos mida. Es posible estar en la iglesia local sin que el agua viva sea muy profunda. El fluir en la iglesia tal vez no sea un río. Cuando el Señor nos mida de manera adecuada, tendremos el río. El Señor no está contento de que haya sólo un fluir del agua viva. El desea que haya un río, porque las aguas del río riegan, sanan y producen. En 47:6 el Señor le preguntó a Ezequiel: “¿Has visto, hijo de hombre?” Todos tenemos que ver este cuadro maravilloso en Ezequiel.
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