Verdad, la vida, la iglesia y el evangelio las cuatro grandes columnas del recobro del Señor, Lapor Witness Lee
ISBN: 978-0-7363-3645-1
Copia impresa: Living Stream Ministry disponible en línea
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Ahora bien, con base en la información que hemos recibido de los santos, debemos formar grupos de doce y permitir que los hermanos que sirven a tiempo completo ayuden a los santos; pero no los ayuden a tener un servicio dominical ni a formar una reunión pequeña con ellos, sino para estudiar juntos las verdades de la Biblia. Más aún, también tenemos que derramar nuestro amor. Si el grupo pequeño se reúne en su casa, usted debe preparar los mejores refrescos para ellos. No ame su dinero; sea generoso y prepare las mejores meriendas. Estoy seguro de que todos los santos que no se reúnen regularmente serán avivados al comer de las meriendas que les provea.
Además, cuando ustedes vayan a establecer y guiar a los grupos pequeños, no deben ir a hablar con los esposos primero, ya que ellos son más duros; más bien, hablen primero con las esposas, porque por lo general ellas son más sensibles y están más dispuestas a cooperar. En muchas de las familias que ya son salvas, por lo general los esposos no están dispuestos a abrir sus hogares al principio. Sin embargo, las esposas sí están dispuestas, y son ellas las que acaban por convencer a sus esposos a que abran sus hogares para las reuniones de los grupos pequeños. Por consiguiente, tenemos que hablar primero con las hermanas. Una vez que aviven el fuego en ellas, ellas serán muy fervientes. Luego, dejen que las hermanas sean las que convenzan a sus esposos. De esta manera, uno a uno los santos abrirán las puertas de sus hogares.
La cuarta columna del recobro del Señor es el evangelio. Cada uno de los santos debe abrir su casa para la predicación del evangelio. Cuando vayamos a ayudar a los santos a que abran sus hogares para la predicación del evangelio, no debemos reemplazarlos; en lugar de ello, debemos perfeccionarlos y dejar que sean ellos los que hablen y prediquen el evangelio. Ellos quizás rehúsen diciendo que no tienen el don y que no saben hablar. En ese momento tenemos que ayudarlos. Primero debemos decirles que hablar y luego dejar que ellos hablen conforme a lo que les hemos hablado. La experiencia nos dice que es de esta manera que su ser llega a estar ferviente, y que la reunión se vuelve aún más ardiente. Por consiguiente, la mejor manera de recobrar a los santos que han dejado de reunirse por largo tiempo es animarlos, con mucha insistencia, a que ellos prediquen el evangelio y a que hablen a otros las palabras del Señor. Una vez que empiecen a hablar, se avivará el fuego en su ser.
Todos hemos tenido la misma experiencia. Cuando predicamos el evangelio a las personas, el fuego en nuestro ser es avivado. Algunas personas son frías interiormente, porque no hablan por el Señor ni predican el evangelio. Mientras estemos dispuestos a levantarnos a hablar por el Señor, no importa lo que digamos ni cómo lo digamos, seremos avivados e incluso estaremos encendidos.
Así que, animamos a los santos a que formen grupos pequeños de doce personas cada uno. Esto se basa en las Escrituras. El primer grupo pequeño en la historia de la iglesia estaba conformado por los doce apóstoles que fueron nombrados por el Señor Jesús. Éste fue el primer grupo pequeño en toda la historia. Hoy en día seguimos el modelo establecido por el Señor Jesús al acomodar a los santos en grupos de “doce apóstoles”, a fin de que las iglesias sean llenas de apóstoles. En 1 Corintios 12:28 dice: “Y a unos puso Dios en la iglesia, primeramente apóstoles, en segundo lugar profetas, en tercer lugar maestros”. Si somos fieles, todos los santos de nuestra localidad llegarán a ser apóstoles, profetas y maestros en cinco años. Así, en todos los grupos pequeños habrá doce apóstoles, profetas y maestros. Algunos quizás pregunten: “¿Quién se atrevería a decir que es un apóstol?”. Mientras seamos enviados por el Señor para hablar por Él y para predicar el evangelio a nuestros padres, parientes, amigos y vecinos, seremos apóstoles. Si podemos hablar más, llegaremos a ser profetas. Los profetas no necesariamente dan profecías, sino que hablan por el Señor Jesús y lo proclaman. Luego, además de esto tenemos que enseñar a otros; de este modo, nos convertiremos en maestros. Así que, primero somos apóstoles, luego profetas y, por último, maestros. Si todos los santos son así, las iglesias serán fuertes y florecerán, pues abundarán en ellas los apóstoles, los profetas y los maestros.
No obstante, si todos tenemos el deseo de ser apóstoles, profetas y maestros, tenemos primero que aprender las verdades. Si lo que exponemos es la verdad, la obra del Espíritu Santo acompañará nuestro hablar. Entonces, las palabras que hablemos conmoverán a nuestros padres y amigos, y ellos creerán y recibirán nuestras palabras. Después de que hayan creído, tenemos que presentarles las verdades más profundas, y así vendremos a ser profetas, y ellos conocerán más al Señor. Si continuamos hablándoles durante dos o tres años más, nos convertiremos en maestros, y finalmente todos ellos conocerán al Señor y también hablarán lo mismo a otros. Si las iglesias del recobro del Señor se llenasen de esta clase de hablar y de esta enseñanza, ellas serán más fuertes y más ricas, y aumentarán en número y se multiplicarán.
Por lo tanto, necesitamos la verdad, la vida, la iglesia y la predicación del evangelio. Asimismo, necesitamos que todos los santos se levanten para de ser un apóstol, un profeta y un maestro. De este modo, la iglesia será fuerte, rica y victoriosa. Que Dios nos bendiga a todos al recibir esta palabra.
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