Ser liberados de los ritos religiosos y andar conforme al Espíritupor Witness Lee
ISBN: 978-0-7363-8302-8
Copia impresa: Living Stream Ministry disponible en línea
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Nuestras reuniones han cambiado por completo. Las hermanas mayores y de mediana edad están vivientes, y ellas ejercitan su espíritu con una voz liberada. Las reuniones han cambiado porque los santos están liberados. Las reuniones ya no están apagadas y muertas. Esto es muy bueno. Es bueno estar vivientes y ejercitar nuestro espíritu, pero debemos tener la realidad. Tenemos que reunirnos en la realidad. No deberíamos sólo declarar cosas; de otra forma, lo que declaremos llega a ser un lema vacío. Aunque hay veces cuando es necesario ser ruidosos, si siempre somos ruidosos, tendremos muchos problemas. Debería haber realidad en nuestras reuniones. La realidad es el Cristo que hemos experimentado. Debemos traer al Cristo que hemos experimentado a la reunión.
Juan 4:23 dice: “La hora viene, y ahora es, cuando los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y con veracidad”. Aquí la palabra griega traducida “veracidad” también puede traducirse como “realidad”. El Señor le dijo esto a una mujer samaritana. Un samaritano es mitad judío y mitad gentil. Al igual que los judíos, ellos adoraban a Dios en conformidad con la ley de Moisés. La ley de Moisés contenía dos asuntos importantes con respecto a la adoración de Dios. Primero, ellos tenían que adorar a Dios en el lugar que Él designó. Ellos no podían adorar a Dios en el lugar de su predilección. Segundo, ellos no podían presentarse delante de Dios con las manos vacías; tenían que traer ofrendas consigo (Dt. 12:13-14; 16:16-17). Las ofrendas eran producidas de la buena tierra de Canaán. Antes que los israelitas adoraran a Dios, ellos tenían que laborar en la tierra de Canaán. Esta labor incluía roturar la tierra, cavar hileras, sembrar las semillas, regar las semillas, y podar y cuidar de las plantas. Después de esta labor había una cosecha. Aquellos que criaban ganado, ovejas, palominos o tórtolas también necesitaban laborar a fin de tener una cosecha. Luego, para el tiempo de una fiesta, los israelitas traían la mejor porción, la porción superior de la cosecha, es decir, las primicias de la cosecha o los primogénitos del rebaño, a Jerusalén y la presentaban a Dios en el templo como ofrenda. Ésta es la manera en que los israelitas adoraban a Dios.
Nos es fácil tener un concepto natural o religioso en cuanto a adorar a Dios. Para algunas personas adorar a Dios significa postrarse delante de Dios o arrodillarse ante Dios. Moisés habló muchas veces acerca de la adoración a Dios en Éxodo, Levítico, Números y Deuteronomio, pero él nunca les dijo a los hijos de Israel que se arrodillaran, inclinaran o postraran. Moisés les enseñó a adorar al traer ofrendas y presentarlas a Dios. Las ofrendas incluían las ofrendas de la mañana y de la tarde. Los sacerdotes necesitaban saber cómo matar las ofrendas animales, desollar los sacrificios, drenar la sangre, cortar el sacrificio en pedazos y lavarlo con agua. Ellos también necesitaban saber qué parte debía ser quemada por completa y qué parte se debía conservar, es decir, qué parte era para el disfrute de Dios, qué parte era para ellos mismos, y qué parte debía ser compartida con sus prójimos (Éx. 23:14-19; 34:18-26; Lv. 1—7; 23; Nm. 7—9; 15; 28—29; Dt. 14:22-27; 15:19—16:17). Cuando los hijos de Israel ofrendaban de este modo, ellos adoraban a Dios.
Las ofrendas son Cristo. Nuestra verdadera adoración a Dios consiste en laborar en Cristo. En nuestra vida diaria deberíamos laborar en Cristo. Las hermanas de mediana edad necesitan manejar sus hogares y cuidar de sus maridos e hijos. Seguramente, esto no es fácil. Aunque es posible que las hermanas tengan dificultades con las tareas del hogar, con maridos peculiares e hijos traviesos, Dios les ha dado tal ambiente para hacer que ellas laboren en Cristo. Los cultivos crecen cuando el sol resplandece, la lluvia cae y el viento sopla. A veces las palabras de un esposo son como el sol abrasador, las lágrimas de los niños son como la lluvia intensa y las peleas de los niños son como el viento que sopla. Sin embargo, en estas situaciones las hermanas pueden cultivar una buena cosecha de Cristo. Éstas son las mejores oportunidades para laborar en Cristo y experimentar a Cristo. Las hermanas que experimentan a Cristo por medio de sus esposos y sus hijos siegan una rica cosecha. Cuando los santos experimentan a Cristo de este modo, ellos traen a Cristo a la reunión el día del Señor en diversas medidas. Cuando todos traen a Cristo a la reunión, la reunión está llena de Cristo y Dios recibe verdadera adoración.
Aunque los hijos sí tienen problemas, muchas veces los padres culpan a sus hijos erróneamente. A menudo los padres no entienden los sentimientos de sus hijos. A los hijos se les provoca en la escuela y tienen presión por causa de sus estudios. Éstos son sufrimientos. Sin embargo, los hijos deberían darse cuenta de que estos sufrimientos son buenas oportunidades para que laboren en Cristo. Un hermano joven que no tenga un padre que le moleste, una madre que no lo entienda bien, compañeros de clase que se aprovechen de él o presión por causa de sus estudios no experimentará ni disfrutará a Cristo de manera profunda. Los hermanos que tienen negocios también tienen problemas. Ellos tienen fechas límites con las cuales cumplir y pagos que efectuar. Los santos que son empleadores no pueden hallar empleados para contratar, y quienes son contratados tienen dificultades trabajando para sus empleadores. Los santos que son directores tienen dificultades manejando a los maestros, y quienes son maestros encuentran difícil el estar bajo el director. Todo el mundo tiene una situación difícil. El Señor utiliza estas dificultades para ayudarnos a experimentar y disfrutar a Cristo diariamente.
Lo que necesitamos es aprender a disfrutar y experimentar a Cristo. Dios nos ha puesto en Cristo. Los hijos de Israel entraron en la tierra de Canaán y se le asignó una porción de la tierra a cada uno. El que ellos estuviesen o no dispuestos a laborar en la tierra era un asunto serio. Si un israelita era perezoso y no se levantaba temprano para laborar diligentemente, su terreno estaría desolado, y no tendría una cosecha al final del año. Cuando fuese el tiempo de la Fiesta de Pentecostés o la Fiesta de los Tabernáculos, otros irían a adorar a Dios con manojos del fruto de la tierra, pero él quedaría con las manos vacías. Él no sólo estaría sin ofrendas que ofrecer a Dios, sino que también pasaría hambre. ¡Qué panorama lamentable sería eso! De forma similar, cada uno de nosotros, como creyentes, tenemos una porción de Cristo. Usted tiene una porción de Cristo y yo tengo una porción de Cristo. Si no nos acercamos al Señor en la mañana y no le hablamos, disfrutamos ni experimentamos durante el día, seremos muy pobres. Sin embargo, si somos diligentes en tener comunión con el Señor al disfrutarle en la mañana y experimentarle durante el día, especialmente durante tiempos difíciles, tendremos el elemento de Cristo en nuestro interior.
Si tenemos muchas experiencias de Cristo, podremos traer al Cristo que hemos experimentado a la reunión. Supongamos que hay cuatro mil santos en una reunión, y todos traen su porción de Cristo. No sería necesario dar un mensaje, pues todos los santos estarían ansiosos por presentar su porción de Cristo. Dos horas no serían suficientes para que todos los santos presenten su porción de Cristo. Un hermano podría compartir acerca de cómo él experimentó al Señor en el trabajo. Una hermana podría compartir acerca de cómo ella experimentó al Señor en el hogar. Un joven podría compartir acerca de cómo el experimentó al Señor en la escuela. Uno a uno los santos testificarían para exhibir a Cristo. Tal reunión sería muy rica. Ésta es la verdadera adoración que rendimos a Dios. Ésta también es la clase de adoración que Dios desea.
En las reuniones es bueno declarar frases cortas liberando el espíritu. Sin embargo, las frases cortas que declaremos liberando nuestro espíritu deben tener contenido. El contenido no debería ser meramente palabras de la Biblia o frases de himnos. Nuestro contenido debería ser el Cristo que experimentamos a diario. Que el Señor tenga misericordia de Su iglesia para que no sólo liberemos nuestro espíritu e invoquemos al Señor, sino que también disfrutemos y experimentemos al Señor como nuestra realidad diariamente y momento a momento. Cuando nos reunimos, no traemos doctrinas con nosotros; más bien, traemos a Cristo, la realidad.
Necesitamos adorar a Dios en espíritu y con Cristo como la realidad. Adorar a Dios en espíritu no significa adorar a Dios con el Espíritu Santo, sino con nuestro espíritu humano. La condición actual de nuestras reuniones es buena porque muchos santos han aprendido a liberar su espíritu. No obstante, necesitamos ejercitarnos más. No deberíamos usar tanto nuestra mente; más bien, deberíamos ejercitarnos para tener un espíritu fuerte. Cuando vengamos a una reunión, deberíamos traer a Cristo, es decir, las experiencias que hemos tenido de Cristo, y nuestro espíritu tiene que estar viviente. No necesitamos esperar a llegar al salón de reunión para comenzar a cantar e invocar el nombre del Señor. Deberíamos comenzar a cantar e invocar el nombre del Señor de camino a la reunión. Entonces, cuando nos sentemos, nuestro espíritu saldrá de manera liberada. De este modo, tendremos las experiencias de Cristo y también la liberación del espíritu. En tal reunión Dios será glorificado.
No obstante, cuando venimos a las reuniones sin tener experiencias de Cristo y no liberamos nuestro espíritu, los hermanos responsables necesitan animarnos repetidas veces a que abramos nuestra boca y ejerzamos nuestra función. En tales reuniones muy pocos santos se levantan a hablar y no hay contenido en lo que dicen. Además, su espíritu no está viviente, y ellos no saben cómo ejercitar su espíritu. Como resultado de ello, una persona habla por quince minutos. Esto desinfla el espíritu de todos y mata la reunión.
Por tanto, tenemos que laborar en Cristo diariamente. Cada santo debe tener frescas experiencias de Cristo. Nuestra experiencia de Cristo tiene que ser fresca, no vieja. Entonces, cuando vengamos a la reunión, todos estarán fuertes. No habrá necesidad alguna de que los hermanos responsables nos insten a hablar, pues saltaremos para liberar nuestro espíritu. Cuando nuestro espíritu sea fuerte y nuestros testimonios sean ricos, simples y concisos, la reunión será rica y Dios será glorificado. En esto consiste adorar a Dios. Que el Señor tenga misericordia de nosotros para que adoremos a Dios en nuestro espíritu con Cristo como la realidad.
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