Información del libro

Núcleo de la Biblia, Elpor Witness Lee

ISBN: 978-0-7363-4442-5
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CAPÍTULO QUINCE

LA MANERA EN QUE SE PRODUCE LA IGLESIA

SUMERGIDOS EN EL DIOS TRIUNO

Bautizar a los creyentes en agua equivale a sumergirlos en el Dios Triuno (Mt. 28:19). Nuestro nacimiento ocurrió fuera de Dios y nos hemos alejado bastante de Él. Un día escuchamos el evangelio, y el evangelio nos trajo de regreso a Él. Sin embargo, no basta con que simplemente seamos conducidos de regreso a Dios, además de ello, necesitamos ser introducidos en Él. Para ello, necesitamos ser bautizados. Cada vez que bautizamos a los creyentes en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu, los introducimos en el Dios Triuno. Una vez que somos bautizados, no sólo hemos regresado a Dios y le pertenecemos, sino que además estamos en Él. Por consiguiente, podemos declarar: “Yo antes era un pecador que se encontraba fuera de Dios, muy lejos de Él. Pero ahora he sido discipulado y bautizado para entrar en el Dios Triuno. Ángeles, ¿saben dónde estoy ahora? Estoy en el Dios Triuno. Oh, estoy en el Padre, y en el Hijo, y en el Espíritu. ¡Satanás, no me toques! Soy valioso y precioso porque estoy en el Dios Triuno”. Después de que somos bautizados en el nombre del Padre, el Hijo y el Espíritu Santo, no importa dónde estemos ni qué hagamos, pues estamos en el Dios Triuno.

No piensen que el bautismo es un ritual o una forma vana y vacía. Les digo nuevamente que bautizar a los creyentes equivale a introducirlos en el Dios Triuno. En el pasado, yo vi a algunos gritando y danzando después de salir de las aguas bautismales. Algunos incluso alzaban sus brazos llenos de regocijo, pues se sentían muy contentos de estar en el Dios Triuno. ¡Aleluya, estamos en el Dios Triuno! Como aquellos que están en el Dios Triuno, somos el material apto para la edificación de la iglesia. La iglesia no es un edificio físico, ni tampoco es una reunión de creyentes; la iglesia es una entidad corporativa compuesta de aquellos que han sido sumergidos en el Dios Triuno.

Gálatas 3:27 dice: “Porque todos los que habéis sido bautizados en Cristo, de Cristo estáis revestidos”. Los que han sido bautizados en Cristo, se han revestido de Cristo. En este versículo, se compara a Cristo con un vestido que nos ponemos. Cuando somos bautizados en Cristo, somos puestos en Cristo y nos ponemos a Cristo. Ésta es nuestra unión con Cristo. Puesto que fuimos bautizados en Cristo, ahora somos uno con Él, y somos uno con el Dios Triuno.

En Mateo 16:18 el Señor profetizó y dijo: “Edificaré Mi iglesia”. En Mateo 28:19 Él les mandó a Sus discípulos que bautizaran a los gentiles en el Dios Triuno. Por lo tanto, el primer paso necesario para que se produzca la iglesia es sumergir a los creyentes en el Dios Triuno.

EL ESPÍRITU DE VIDA ES NUESTRO CONTENIDO

El día de Su resurrección, el Señor Jesús se apareció a Sus discípulos de una manera muy misteriosa. Después de entrar en el cuarto donde los discípulos estaban reunidos, Él sopló en ellos y les dijo: “Recibid el Espíritu Santo” (Jn. 20:22). Debemos tener muy claro el significado de esta acción. Al soplar en los discípulos y decirles que recibieran el Espíritu Santo, el Señor les daba a entender que a partir de ese momento Él estaría dentro de ellos y nunca los dejaría.

El Evangelio de Juan revela que en la eternidad pasada el Señor era el Verbo, que el Verbo era Dios, y que, al encarnarse, el Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros como hombre. Este hombre era el Cordero de Dios (1:29). Después de morir en la cruz para quitar nuestros pecados, Él fue resucitado. El día de Su resurrección vino a los discípulos como el aliento santo. Aquí nos encontramos con un problema de idioma. En el idioma griego, la misma palabra, pnéuma, denota aliento y también espíritu. El Señor mismo era el propio aliento, el pnéuma, que Él soplo en los discípulos después de Su resurrección. Después de efectuar la obra redentora como el Cordero, Él entró en la muerte y fue resucitado. En la resurrección Él llegó a ser una persona misteriosa, pues llegó a ser el pnéuma que sopló en Sus discípulos. ¡Cuán maravilloso es esto! Aunque Pedro, Juan y todos los demás discípulos ya habían sido bautizados en el Dios Triuno, el día de la resurrección, Cristo como el Espíritu, el pnéuma, el aliento, se infundió en ellos para ser su contenido. En el pasado éramos pecadores que se encontraban fuera de Dios y lejos de Él. Ahora, como aquellos que han sido salvos, hemos sido conducidos de regreso a Dios y hemos sido bautizados en Él. Sin embargo, es posible que aún no tengamos al Señor como nuestro contenido. Nuestro contenido debe ser el Cristo encarnado, crucificado y resucitado como el Espíritu de vida, el aliento santo. Mientras Él se infunde en nosotros con Su soplo, nosotros debemos inhalarlo. De manera que Él exhala y nosotros inhalamos. Después de que el Señor se exhala a Sí mismo como el Espíritu de vida y nosotros lo inhalamos a Él como la realidad de la vida, Él llega a ser nuestro contenido. Ahora no sólo estamos en el Dios Triuno, sino que además el Cristo resucitado como el Espíritu de vida está en nosotros. Por lo tanto, nuestro contenido es el Espíritu de vida, el Cristo resucitado, quien es la vida de resurrección en nosotros. Este contenido, que es Cristo mismo, es la sustancia misma de la iglesia.


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