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Pláticas adicionales sobre el conocimiento de la vidapor Witness Lee

ISBN: 978-0-7363-7126-1
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Actualmente disponible en: Capítulo 4 de 14 Sección 4 de 4

LA LEY DE VIDA ESTÁ
EN CADA PARTE DE NUESTRO ESPÍRITU Y ALMA

Si una persona coopera con la ley de vida en su mente, parte emotiva y voluntad, será coherente interior y exteriormente, harmoniosa, calmada y sobria; de lo contrario, su mente estará confusa, su parte emotiva fluctuará y su voluntad será inestable. Debemos permitir que la ley de vida nos regule a partir de nuestro espíritu y se extienda a nuestra mente, parte emotiva y voluntad. Cuando la ley de vida llegue a alguna de las partes internas de nuestro ser, la función de esa parte se manifestará. Cuando la ley llegue a nuestra mente, hará que meditemos en Dios; cuando llegue a nuestra voluntad, hará que nos sujetemos a Dios; y cuando llegue a nuestra parte emotiva, hará que amemos a Dios.

De la misma manera, cuando la ley de vida entra en nuestra intuición, hace que percibamos el sentir de vida; cuando entra en nuestra comunión, hace que tengamos comunión con Dios; y cuando entra en nuestra conciencia, hace que tengamos un sentir de bueno y malo en nuestra conciencia. La ley de vida es sumamente sensible. En el momento en que nuestro vivir no sea apropiado ni agradable a Dios, tendremos un sentir en lo profundo de nuestra conciencia. La conciencia de los que no son cristianos es insensible porque la ley de vida no manifiesta en ellos su función apropiada. Asimismo, cuando la ley de vida llega a los pensamientos de nuestra mente, hace que meditemos en Dios y en las cosas espirituales. Cuando llega a nuestra parte emotiva, hace que nuestra parte emotiva se deleite en Dios y ame a Dios. Además cuando llega a nuestra voluntad, hace que nos rindamos a Dios y nos sujetemos a Él.

La vida de Dios en nuestro espíritu opera para regular nuestra mente, nuestra parte emotiva y nuestra voluntad. Por lo tanto, la ley de vida llega a cada parte de nuestro ser interior. La base de la ley de vida está en nuestro espíritu, y luego de allí se extiende hasta alcanzar cada parte de nuestra alma.

LA RELACIÓN QUE EXISTE ENTRE
LA LEY DE VIDA Y EL CORAZÓN

Dios toma nuestro espíritu como base y, por medio de la ley de vida, se extiende desde allí hasta alcanzar todas las partes de nuestra alma. Ésta es la relación entre la ley de vida y nuestro espíritu y alma. Además, existe también una relación entre la ley de vida y nuestro corazón. El espíritu es la base y lugar donde está la ley de vida, el alma es el lugar donde la ley de vida lleva a cabo sus actividades, y el corazón es la puerta, o el interruptor, de la ley. Podemos abrir nuestro corazón y permitir que la ley de vida opere, o también podemos cerrar nuestro corazón y obstaculizar la ley de vida. En sí misma la ley de vida no puede moverse; sin embargo, cuando nuestro corazón está abierto a Dios, la ley puede operar en nosotros. A fin de que la ley pueda avanzar desde nuestro espíritu, nuestro corazón debe estar abierto. El corazón es como una puerta de entrada. Una vez que la puerta se cierra, no es posible entrar ni salir.

Como aquellos que hemos sido salvos, nosotros hemos abierto nuestro corazón al menos una vez. En aquel tiempo el Espíritu, la vida de Dios, entró a nuestro espíritu. Sin embargo, después que Él entra en nuestro espíritu, muchas veces es “encarcelado” por nosotros y no puede extenderse. Cuando el Espíritu queda encerrado en nuestro espíritu, no existe ninguna posibilidad de que Él pueda regularnos en las diferentes partes de nuestra alma. Él no puede afectar nuestra mente ni tampoco regular nuestra parte emotiva ni nuestra voluntad. Si bien tenemos la vida de Dios en nuestro espíritu, pareciera que no tenemos la vida de Dios en nuestra alma porque nuestro corazón ha dejado encerrado al Espíritu, la vida de Dios, en nuestro espíritu. Por lo tanto, debemos abrir continuamente nuestro corazón y permitir que el Espíritu, la vida de Dios, se extienda a nuestra alma; en esto consiste ser avivado. Ser avivado simplemente significa abrir nuestro corazón una vez más.

El corazón es la puerta y el interruptor de la vida en nosotros. Al mismo tiempo, el corazón puede estorbar la operación de la ley del Espíritu de vida. Puesto que nuestro corazón es un interruptor, puede liberar al Espíritu o estorbarlo. Si nuestro corazón está descontento o molesto, le resultará imposible al Espíritu moverse y ser liberado. Por lo tanto, debemos ejercitarnos para abrir nuestro corazón cuando hablemos, tengamos comunión, cantemos y testifiquemos en las reuniones, porque sólo entonces el Espíritu podrá ser liberado. Toda la obra espiritual de Dios requiere la cooperación del hombre. Es como si Dios y nosotros estuviésemos atados al igual que dos corredores en una carrera de tres piernas. Muchas veces pensamos que Dios nos escogió para que cooperáramos con Él, pero que lamentablemente somos muy perezosos. Pareciera que Él es muy rápido y que nosotros no podemos ir a su paso porque a menudo nos tropezamos y caemos. Sin embargo, no nos damos cuenta de que la totalidad del hombre, el representante del hombre, es nuestro corazón. Aunque podemos decir que deseamos cooperar con Dios, ¿cómo cooperamos con Él? Debemos cooperar con Él desde nuestro corazón; nuestra cooperación con Dios debe empezar con nuestro corazón. Si nuestro corazón no está abierto, tampoco servirá de nada que seamos rápidos o lentos. Pero si nuestro corazón está abierto, a Dios no le importará si somos rápidos o lentos.


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