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Núcleo de la Biblia, Elpor Witness Lee

ISBN: 978-0-7363-4442-5
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CAPÍTULO NUEVE

BABILONIA Y JERUSALÉN

En la Biblia hay dos líneas temáticas que corren paralelamente: la línea de Babilonia y la línea de Jerusalén. En Génesis 11 vemos la ciudad de Babel. La palabra griega Babilonia corresponde a la palabra hebrea Babel. La línea de Babilonia empieza en Génesis 11 y corre a lo largo de toda la Biblia hasta llegar a su consumación en Apocalipsis 17 y 18. Según Apocalipsis 18, Babilonia es destruida. En el Antiguo Testamento encontramos a Jerusalén, y en el Nuevo Testamento encontramos la Nueva Jerusalén. Babilonia y Jerusalén son contrarias la una de la otra. Si usted tiene a Babilonia, no tiene a Jerusalén, y si tiene a Jerusalén, no tiene a Babilonia. Finalmente, Babilonia será destruida, y la Nueva Jerusalén será plenamente edificada.

La Biblia dice muchísimo acerca de Babilonia. Refiriéndose a Babilonia, Apocalipsis 18:4 dice: “Salid de ella, pueblo Mío, para que no seáis partícipes de sus pecados, ni recibáis sus plagas”. Este solemne llamado tiene que ver con nosotros, pues hoy en día Dios nos está llamando a salir de Babilonia. Éste es un asunto muy serio. A fin de entender el llamado que Dios hace a salir de Babilonia, es preciso entender lo que Babilonia es.

DIVISIÓN Y CONFUSIÓN

Muchos cristianos están en Babilonia y ni siquiera lo saben. Simplemente no saben que Babilonia está hoy aquí y que ellos están en ella. Por consiguiente, siento la carga de que tengamos claro qué es Babilonia. En la Biblia Babilonia tiene un doble significado. El primer significado de Babilonia es que está relacionado con la división, la cual causa confusión. En el pasaje donde se menciona Babilonia por primera vez (Gn. 11), vemos que Babel causó división, lo cual generó confusión. Dios creó a la humanidad como un pueblo corporativo a fin de cumplir Su propósito. Originalmente el pueblo era uno solo por causa del propósito de Dios, y no había ni división ni confusión. Luego apareció Babel, y ésta dividió al pueblo de Dios. Por consiguiente, hubo divisiones, y estas divisiones causaron confusión. Desde los tiempos de Babel, el pueblo que Dios creó para el cumplimiento de Su propósito ha sido dividido y se halla en un estado de confusión.

La iglesia también es un pueblo corporativo que Dios llamó y redimió por causa de Su propósito. En el Día de Pentecostés la iglesia era una sola. Sin embargo, la iglesia fue dividida repetidas veces, y estas divisiones causaron confusión. Ésta es la situación que impera en el cristianismo actual. El cristianismo está lleno de divisiones que generan confusión. Hace poco me contaron que en la ciudad de Dallas, Texas, hay más de dos mil diferentes “iglesias”. ¡Cuánta división y confusión! Esto es Babilonia. Aquellos que están en las divisiones han tratado de discutir con nosotros, diciendo: “¿Por qué dicen ustedes que nosotros somos Babilonia? Nosotros no somos Babilonia, ni estamos en Babilonia”. Ya sea que se percaten de ello o no, están en Babilonia. Sin que lo sepan, están en Babilonia.

EL BABILONIANISMO NOS EMBOTA

Usemos el ejemplo de comer ajo. Supongamos que hay un grupo de personas encerradas en un cuarto, las cuales están comiendo ajo. Cuanto más ajo comen, menos sensibles son al olor del ajo. Sin embargo, si alguien que no ha estado comiendo ajo y ha estado respirando el aire puro, entra a ese cuarto, de inmediato percibirá el olor a ajo. Sin embargo, si les dijéramos a los que están en ese cuarto que apestan con ese olor a ajo, ellos dirían que no es cierto, porque todos están embotados por el ajo que han comido y han perdido toda sensibilidad a dicho olor. De la misma manera, desde el siglo IV, el cristianismo ha estado bajo el efecto estupefaciente del babilonianismo. Desde entonces, el cristianismo se ha vuelto adicto a la droga babilónica. ¿Quién puede negar que la situación actual es una en la que abundan las divisiones? Sin embargo, en el Día de Pentecostés no había divisiones. Al contrario, únicamente vemos a Cristo, el Espíritu y la vida. No vemos la Iglesia Bautista, la Iglesia Episcopal ni la Iglesia Luterana. No había Navidad, Papá Noel ni los calcetines navideños. En el Día de Pentecostés, la atmósfera era pura, y el aire que se respiraba era fresco. Sin embargo, desde la época de Constantino el Grande, quien introdujo el “ajo” en el cristianismo, el paganismo empezó a infiltrarse.

A pesar de que nací en el cristianismo, de niño iba de vez en cuando a los templos idólatras budistas en China. En uno de esos templos vi el cuadro de una mujer con un niño pequeño. Algún tiempo después, vi ese mismo cuadro en una catedral católica. Los católicos dicen que esta mujer es la santa madre y que el niño es Jesús. Pero los budistas dicen que esa mujer es una mujer divina que viene a traerle un niño a una mujer estéril. Según la tradición budista, si una mujer no puede tener hijos debe permanecer de pie delante de ese cuadro, quemar incienso y orar a la mujer del cuadro. Supuestamente, la mujer del cuadro más tarde vendrá a traerle un niño a la mujer estéril. Cuando vi el mismo cuadro que había visto en el templo budista en una catedral católica, me sentí muy confundido. Años más tarde, leí el libro titulado Las dos Babilonias. El escritor de este libro encontró que el origen de este cuadro comenzó con Nimrod. Originalmente, el niño del cuadro era Nimrod, y la mujer era tanto la madre de Nimrod como su esposa. ¡Cuán terrible! Después de que Nimrod produjo este cuadro, se propagó a China, India, Japón y Egipto. Este cuadro babilónico fue posteriormente adoptado por la Iglesia Católica Romana, la cual dice que es un cuadro de la santa madre y el santo niño Jesús. ¡Qué mezcla más diabólica, satánica y demoníaca! El cristianismo se ha vuelto babilónico; hoy en día abundan la división y la confusión.


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