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Cómo estudiar la Bibliapor Watchman Nee

ISBN: 978-0-7363-0539-6
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Actualmente disponible en: Capítulo 2 de 5 Sección 12 de 16

C. Impresiones que dejan las lecciones

Para entender la historia tanto del Antiguo Testamento como del Nuevo, necesitamos tener la impresión correcta, y para esto, tenemos que ser personas sensibles. Esta es la razón por la cual tenemos que aprender las debidas lecciones delante del Señor. Si una persona tiene poco discernimiento, no puede apreciar la dignidad del Señor Jesús cuando lee los evangelios. Pero si es quebrantada aunque sea un poquito, conocerá el significado de la dignidad, y cuando lea de nuevo la Biblia, apreciará más la dignidad del Señor Jesús. Si uno no conoce el significado de la dignidad y de la gloria, ¿cómo puede formarse una impresión de la dignidad y la gloria del Señor? Tenemos que recibir las lecciones apropiadas de parte del Señor, y Su naturaleza nos tiene que ser añadida diariamente. De esta manera, nuestra comprensión de la palabra de Dios será más exacta y tendremos impresiones más profundas y cada día entenderemos más la Palabra. Debemos recordar el principio de que al que tenga se le dará, y tendrá más; pero al que no tiene, aun lo poco que tiene le será quitado (Mt. 13:12). No debemos pasar por alto nuestras lecciones, porque si lo hacemos perderemos aun lo poco que tenemos.

III. ENTREMOS EN EL ESPIRITU
DE LAS ESCRITURAS

Para estudiar la Biblia, debemos familiarizarnos con los pensamientos del Espíritu Santo y con Sus hechos. Además, debemos penetrar en el espíritu de las Escrituras.

A. El espíritu que se halla
detrás de las palabras

El Espíritu de Dios guió a los hombres a escribir las Escrituras, y ya sea en historia o en doctrina, cada pasaje tiene su propio espíritu. El Espíritu Santo se expresa por medio del espíritu del hombre. Cuando decimos que el Espíritu Santo se regocija, el Espíritu Santo no lo hace en Sí mismo, sino por medio del espíritu del hombre. De la misma manera, cuando decimos que el Espíritu Santo se aflige, no lo hace solo, sino dentro del espíritu del hombre. Por lo tanto, cuando el Espíritu Santo entra en el espíritu del hombre, se amolda a la condición del espíritu del hombre. Podemos decir que la condición del espíritu del hombre es la condición del Espíritu Santo. Cuando el Espíritu de Dios relata la historia, narra los hechos históricos, aunque no los hechos solos; también captura cierto espíritu. Podemos decir que ciertos sentimientos y condiciones del Espíritu están impregnadas en cada pasaje de la Palabra. Según esto, en las epístolas, el Espíritu Santo no sólo comunica doctrinas e ideas, pues detrás de cada pasaje yace Su propio sentimiento. La Biblia no es simplemente un libro que consta de hechos y doctrinas. En la superficie están las palabras; debajo de éstas están los pensamientos, y detrás de las ideas está el espíritu. Si sólo tocamos las palabras, nuestra lectura es demasiado superficial. Si nos formamos una impresión apropiada y entramos en las ideas que hay detrás de las palabras, llegaremos a lo profundo de la palabra. Aun así, si permanecemos en esta esfera, todavía nuestro entendimiento es muy limitado. Detrás de cada palabra de Dios hay cierto espíritu. El sentimiento del Espíritu Santo y la condición de los escritores gobiernan estos escritos. Cada vez que estudiemos la Biblia, tenemos que tocar el espíritu que está detrás de la palabra.

Hay un vínculo inseparable entre la palabra y el espíritu. El ministerio de la palabra es la liberación del espíritu. Todo aquel que desea ser ministro de la palabra tiene que liberar su espíritu. Si no puede liberar su espíritu, no puede ser ministro de la palabra. Más aún, el espíritu debe ser recto. Es necesario tener un espíritu recto para tener el ministerio de la palabra. Nosotros como ministros de la palabra fracasamos con frecuencia porque el espíritu no se compagina con las palabras que expresamos. Aunque no hay nada malo en lo que decimos, algo está mal en nuestro espíritu. Las palabras que expresamos son fuertes, pero el espíritu débil. Sin embargo, quienes ministran la palabra en la Biblia no tenían este problema. Sus espíritus eran compatibles con el contenido de sus escritos. Detrás de cada pasaje y de cada libro, hay un espíritu apropiado; este espíritu está impregnado de la palabra. Para ejercer el ministerio de la palabra, necesitamos la palabra que está en la superficie, y el espíritu que respalda la palabra. Para recibir el ministerio de la Palabra, también necesitamos tocar el espíritu que está implícito en ella. Cuando estudiamos la Biblia, nuestro propósito es recibir el ministerio de la Palabra, y por eso debemos tocar el espíritu que la caracteriza. De no ser así, nuestro entendimiento de la Biblia será muy superficial. Extraeremos algunas doctrinas y hechos, pero no encontraremos nutrición espiritual. Si para nosotros la Palabra de Dios solamente consta de impresiones y pensamientos, no puede convertirse en nuestra comida. La Palabra de Dios debe volverse espíritu a fin de que pueda ser nuestra comida, de la cual participamos sólo cuando tocamos el espíritu que es inherente a la Palabra. La esencia de la Biblia es espíritu. Si no tocamos el espíritu que tiene un pasaje, no hemos tocado dicho pasaje. Cuando leemos la Biblia, debemos tocar el espíritu específico que está detrás de cada porción de la Palabra.


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