Iglesia como el Cuerpo de Cristo, Lapor Witness Lee
ISBN: 978-0-7363-4182-0
Copia impresa: Living Stream Ministry disponible en línea
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Aunque 1 Timoteo 3:16 habla acerca del Señor Jesús, este versículo está relacionado con el versículo 15, que habla de la iglesia como columna y fundamento que sostiene a Dios. Esto muestra que el misterio de la piedad, Dios manifestado en la carne, no se refiere únicamente al Señor Jesús, sino también a la iglesia como Su agrandamiento. El versículo 15 nos habla sobre la iglesia, y el versículo 16 nos habla de la encarnación, debido a que la encarnación fue agrandada cuando la iglesia llegó a existir. Cada vez que la iglesia es manifestada, la encarnación es agrandada. En Belén Dios se manifestó en la carne, en pequeña escala en un solo hombre; pero en la iglesia Dios se manifiesta en millones de personas. Aunque la escala es mucho mayor, el principio intrínseco sigue siendo absolutamente el mismo. El Señor Jesús era Dios manifestado en la carne, el misterio de la piedad; y la iglesia, compuesta de millones de personas, sigue siendo Dios manifestado en la carne, esto es, sigue siendo el misterio de la piedad.
La palabra piedad significa ser semejante a Dios; es tener la forma de Dios y la capacidad para expresar a Dios. Por ejemplo, diríamos que una persona es justa si actúa con justicia, que es santa si no ha sido contaminada por el mundo y si se ha apartado de todo, y que es modesta y buena si es mansa y humilde. Asimismo, diríamos que una persona posee piedad si es semejante a Dios y si expresa la imagen de Dios. El misterio de la piedad mencionado en 1 Timoteo 3:16 denota un grupo de personas que son semejantes Dios; Dios ahora se manifiesta por medio de ellas, y no sólo por medio de Sí mismo. Esto es un misterio.
Cuando el Señor Jesús estuvo en la tierra, Él era un misterio. Dios estaba en Jesús el Nazareno, pero no se manifestaba abiertamente a los hombres. Es por eso que Jesús era un misterio. La iglesia es también un misterio en la tierra, y todos los que forman parte de la iglesia son un misterio. Si verdaderamente vivimos en la vida de iglesia, los demás se quedarán desconcertados y perplejos con nosotros. Todos los que están en la vida de iglesia aparentemente son personas comunes y corrientes, y ninguno es especial; sin embargo, podemos escuchar muchas historias extraordinarias. ¿Qué es esto? Es un misterio. Este misterio manifiesta la piedad y muestra a Dios ante los hombres. Es posible que una persona no vea nada de Dios en este grupo de personas, pero a pesar de ello pueda percibir una condición de amor, mansedumbre y santidad que sobrepasa todo otro amor, mansedumbre y santidad que jamás ha conocido. En esto consiste el misterio de la piedad.
¿Tenemos el misterio de la piedad en la vida de iglesia? Si lo tenemos, entonces no será nada menos que Dios quien sea manifestado en la iglesia. La manifestación de Dios, la cual empezó en pequeña escala en Belén, será agrandada y perfeccionada en la iglesia. La iglesia como columna sostiene la verdad, y la verdad está puesta sobre la iglesia como fundamento. La iglesia es Dios manifestado en un grupo de personas en la carne.
Efesios 4:24 dice: “Os vistáis del nuevo hombre”. Vestirse aquí implica que el nuevo hombre ya ha sido completamente formado. Este versículo luego añade: “Creado según Dios en la justicia y santidad de la realidad”. El nuevo hombre fue creado según Dios. Las frases según Dios y en [...] la realidad se refieren a lo mismo. Por lo tanto, lo que es creado según Dios es creado en la realidad. Así pues, Efesios 4:24 nos habla de vestirnos del nuevo hombre, mientras que Colosenses 3:10 dice: “Y vestido del nuevo, el cual [...] se va renovando”. Estos dos versículos aparentemente se contradicen, pues, por un lado, debemos vestirnos del nuevo hombre, pero por otro, el nuevo hombre aún se está renovando. Es como si nos hubiésemos puesto un traje, y al mismo tiempo, como si dicho traje estuviese siendo hecho poco a poco después de habérnoslo puesto. Esto es lo que la Biblia nos dice en cuanto al nuevo hombre: nos hemos vestido del nuevo hombre, pero el nuevo hombre aún está creciendo y siendo edificado en nosotros. De manera que todos nos hemos vestido del nuevo hombre; sin embargo, a juzgar por nuestro modo de vivir, pareciera que esto no ha sucedido. Debemos recordar que por lo general nos ponemos un traje después que ya ha sido confeccionado; sin embargo, el nuevo hombre mencionado en Efesios y en Colosenses es confeccionado después de que nos hemos vestido de él.
La iglesia como casa del Dios viviente es la columna y el fundamento que sostienen la verdad, y de este modo, manifiesta la verdad de Dios. Estamos siendo edificados en la verdad. Él está edificándonos en la verdad, es decir, nos está edificando en Sí mismo. La iglesia es, en efecto, la columna y fundamento de la verdad, pero la medida en que la verdad se haga manifiesta en la iglesia dependerá de la medida en que la iglesia permita que Dios sea edificado en ella. Efesios dice que debemos vestirnos del nuevo hombre y que este nuevo hombre fue creado según Dios en la justicia y santidad de la realidad, la verdad (4:24), y Colosenses dice que nos hemos vestido del nuevo hombre, el cual se va renovando hasta el conocimiento pleno (3:10). En Colosenses el nuevo hombre no se ha completado, pues continúa renovándose según la imagen de Aquel que lo creo. Si juntamos estos dos versículos, veremos que la imagen, que está en la iglesia, es creada por Dios en la verdad. Por lo tanto, la medida en que la imagen de Dios se manifieste en la iglesia dependerá de cuánto ella permita que Dios la cree en la verdad. La verdad es Dios manifestado, y también es la realidad del Dios que se ha manifestado. Esta realidad, la cual se manifiesta, es la imagen de Dios.
La iglesia en un determinado lugar que tenga una medida considerable de la imagen de Dios, demostrará que Dios ha realizado una notoria obra de edificación allí. La obra de edificación que Dios realiza se lleva a cabo en la verdad. La verdad es Dios mismo, Dios manifestado; por lo tanto, edificar en la verdad equivale a edificar en Dios, quien es la verdad. Todo aquello que no sea de Dios, todo lo que sea diferente de Dios y todo lo que no corresponda a la verdad será derribado por Dios. Dios desea forjarse a Sí mismo en la iglesia y edificar según lo que Él es. Dios como verdad, como realidad, está forjándose en nosotros como verdad; es decir, Él toma la verdad como la esfera, como el material y como el modelo de Su edificación. Asimismo, Él nos está forjando a nosotros en Sí mismo como la verdad, como la realidad.
En nuestra experiencia, es posible que en nuestro mal genio la obra de edificación de Dios no haya operado mucho; tal vez tengamos un temperamento bondadoso que no ha pasado por la obra de edificación de Dios, lo cual significaría que no hay verdad, no hay realidad, ni nada de Dios en nuestro temperamento bondadoso. La verdad no se refiere a la doctrina, sino a Dios mismo, a Dios como la verdad. Si Dios como la verdad no está presente en nosotros, no tendremos la expresión de la imagen de Dios. Si nos enojamos y actuamos en la carne, no tendremos la imagen de Dios; de la misma manera, si somos bondadosos, mansos y humildes, pero no hemos sido edificados en Dios, no tendremos la imagen de Dios.
Esta edificación es según Dios, está en Dios y toma a Dios como la esfera y el modelo. Por esta razón, necesitamos ser hechos de nuevo desde el momento en que entramos en la vida de iglesia. Anteriormente ninguna parte de nuestro ser tenía a Dios o era semejante a Dios; aun cuando quizás éramos personas “piadosas”, simplemente teníamos cierta apariencia, mas no la realidad de la piedad. La realidad de la piedad es Dios mismo. Dios no estaba presente en nuestro odio ni en nuestro amor, como tampoco estaba presente en nuestra indiferencia ni en nuestro fervor. Interiormente, estábamos llenos del yo, la imagen de Adán, y no teníamos la imagen de Cristo. Por esta razón, necesitamos esencialmente ser hechos de nuevo en cada área de nuestro ser: en nuestras preferencias, en nuestra voluntad, en nuestra mente, en nuestra parte emotiva, en nuestro carácter y en nuestro modo de ser. Necesitamos ser hechos de nuevo a la imagen de Dios, con Dios mismo como la esfera y el material. No debemos pensar que la pequeña disciplina que hemos recibido y el despojamiento que hemos sufrido sea algo muy duro; algunos tal vez hayan dicho: “No puedo soportar esta clase de vida de iglesia”. Sin embargo, debemos soportarla, porque es la vía necesaria para que seamos hechos de nuevo; todos necesitamos ser hechos de nuevo desde nuestro interior, desde el centro mismo de nuestro ser.
Si bien ya nos hemos vestido del nuevo hombre, con todo, necesitamos ser transformados a la imagen del Señor. Esto significa que aunque ya nos hemos vestido del nuevo hombre, todavía la imagen de Dios no se ha manifestado plenamente en nosotros, y aún necesitamos pasar por el proceso de edificación. Esta obra de edificación se lleva a cabo según la imagen, en Dios y con Dios mismo como la esfera y el modelo. Necesitamos que el Espíritu Santo nos hable e ilumine de una manera intensa para que veamos cuánto de la imagen de Dios y del elemento de Dios poseemos, y también para que veamos en qué medida la iglesia expresa la imagen de Dios. Una iglesia auténtica es el lugar donde se expresan la autoridad y la imagen de Dios. Esta expresión repetidas veces experimenta la obra de edificación de Dios, la cual se lleva a cabo en Él, según Él y con Él mismo como la esfera y el material. La iglesia expresa la imagen de Dios, pues posee la justicia y santidad de la realidad. La justicia significa relacionarnos correctamente con todo, y la santidad significa apartarse de todo lo que no es Dios. Cuando la iglesia expresa la imagen de Dios, ella está en completa armonía con Dios. Cuando esto sucede, no hay discordias ni fricciones en el Cuerpo de Cristo, ni nada del hombre natural ni de la mezcla impura del mundo. Todo lo que se encuentra allí es de Dios y corresponde a Dios; todo es justo, santo, verdadero y, por tanto, espontáneamente exhibe la imagen de Dios.
Cuando las personas tienen contacto con una iglesia así, en lugar de alabar las cualidades positivas de los hombres, adorarán a Dios mismo. ¿La iglesia en su localidad inspira a otros a alabarlos a ustedes o a adorar a Dios? ¿La iglesia en su localidad hace que los demás perciban sus cualidades positivas —como por ejemplo, el fervor, la diligencia, el amor y el arduo trabajo— o hace que tengan contacto con Dios mismo? La respuesta a estas preguntas es que tendremos la iglesia y seremos la iglesia en realidad únicamente cuando Dios se manifieste entre nosotros; la iglesia no es nuestro amor ni nuestro celo naturales. El resultado de esta obra de edificación es que estaremos llenos de la verdad, llenos de Dios. Antes de que seamos edificados es posible que seamos buenos y que otros nos alaben, pues puede ser que estemos llenos de la vida bondadosa y del yo; sin embargo, seremos la iglesia únicamente cuando Dios sea edificado en nosotros, y por ende, cuando Él sea manifestado en la carne.
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