Experiencia subjectiva que tenemos del Cristo que mora en nosotros, Lapor Witness Lee
ISBN: 978-0-7363-9033-0
Copia impresa: Living Stream Ministry disponible en línea
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Pablo fue un buen modelo de uno que vivió conforme al espíritu, uno que vivió a Cristo. Él siempre permitía que Cristo fuese magnificado en su cuerpo bajo cualquier circunstancia, fuese tranquila o áspera, buena o mala, o por vida o por muerte (Fil. 1:20b). ¿Qué quiere decir esto? Esto significa que él ignoraba su mente, parte emotiva y voluntad, pero que se preocupaba únicamente por el espíritu en su interior, abriéndose siempre al espíritu. De este modo Cristo fue expresado por medio de su vivir y fue magnificado en su cuerpo. Primero Cristo entró en él, y luego Cristo fue expresado por medio de su vivir. Cristo era manifestado en su vivir, y de ese modo era magnificado. Como resultado de ello, él pudo decir: “Porque para mí el vivir es Cristo” (v. 21a). Cuando Pablo vivía, su vivir era Cristo; ésta era su experiencia. Es por esto que quiero hablarles acerca de nuestra experiencia. Desde que hablé acerca de vivir a Cristo hace tres o cuatro años, muchas veces me han preguntado: ¿En qué consiste vivir a Cristo? Nosotros acuñamos la frase vivir a Cristo. La mayoría de los cristianos dirían vivir por Cristo, pero esta clase de afirmación no es adecuada. La palabra vivir en la frase vivir a Cristo es un verbo, no un adjetivo. Vivir a Cristo significa expresar a Cristo en nuestro vivir; por ende, el vivir es Cristo.
Hace poco alguien me preguntó: “¿Cómo puedo vivir a Cristo?”. Daré una respuesta general a esta pregunta. En primer lugar, veamos la experiencia que tienen los cristianos con respecto a vivir a Cristo. Muchos cristianos viven conforme a sí mismos en su vida diaria. Cuando es hora de ir a la reunión, un cristiano se recuerda a sí mismo: “Ahora voy a la reunión, así que tengo que ejercitar mi espíritu”. Luego, puede que él ore un poco para pedirle al Señor que bendiga la reunión. Su esposa puede que también le recuerde, diciendo: “Siempre hablas con prisa. Está bien hablar apresuradamente cuando estamos sentados a la mesa del comedor, ¡pero en la reunión deberías ser más precavido!”. Por ende, en la reunión él intenta ser cauteloso y le ora al Señor, diciendo: “Oh Señor, tócame por Tu Espíritu”. Luego, cuando siente inspiración, dice: “¡Oh Señor! ¡Ciertamente eres mi vida!”. Éste es uno que vive a Cristo únicamente durante las reuniones. Otro quizás viva a Cristo de otra forma: una esposa, por ejemplo, podría haber estado molestando a su marido durante los últimos días, o un esposo quizás haya estado mostrando su desagrado hacia su esposa, y la situación ha llegado a ser intolerable, y éste es constreñido a volverse al Señor y decir: “Oh Señor, estoy con temor y temblor sencillamente porque me temo que perderé la paciencia y entraré en un intercambio de palabras o incluso una disputa. Quiero vivir por Ti en temor y temblor”. Éste es uno que vive a Cristo sólo en tiempos de dificultad. Estos ejemplos comprueban que usted no vive a Cristo cuando no hay reuniones o dificultades. En nuestra vida diaria, todos vivimos a nosotros mismos en vez de vivir a Cristo. Vivimos a Cristo únicamente cuando es hora de ir a las reuniones o cuando necesitamos depender de Él en medio de las dificultades. Ésta es la verdadera situación de nuestro vivir diario.
Hermanos y hermanas, tenemos que ir en contra de nuestros hábitos. No deberíamos esperar a vivir a Cristo hasta que vayamos a las reuniones, hablemos en las reuniones o nos encontremos con situaciones difíciles o con persecuciones. Más bien, en nuestra vida diaria, con nuestra esposa, nuestros hijos o cualquiera, deberíamos vivir y andar conforme al espíritu y no conforme al alma, que incluye la mente, la parte emotiva y la voluntad. En esto consiste vivir a Cristo en nuestro vivir diario.
Si un cristiano espera hasta estar en una reunión para actuar como si viviera a Cristo, entonces eso equivale a tener una verdadera religión formal de primera clase. Estar en una religión consiste en actuar una clase de vida en las reuniones que es diferente a la vida diaria que uno lleva. Si usted no vive a Cristo en su vida diaria, pero intenta actuar algo cuando asiste a la supuesta adoración dominical, eso es religión. Hoy en día el Señor no quiere religión; lo que Él desea es que vivamos a Cristo, sea en nuestra vida diaria o en las reuniones.
Hoy en día el Señor está en nuestro espíritu como nuestra vida. Por ende, debemos ejercitar nuestro espíritu a diario a fin de que Cristo pueda ser expresado por medio de nuestro vivir. Del mismo modo en que hablo en el espíritu en las reuniones delante de los ancianos, también hablo en el espíritu a mi esposa y mis hijos cuando estamos sentados a la mesa de comedor. Cada día vivo y ando conforme al espíritu. Entonces esto no es religión, sino un vivir espiritual. Ésta es la clase de vivir que debiéramos tener; en esto consiste vivir a Cristo. Por medio de esto, experimentamos la abundante suministración del Espíritu de Jesucristo, la cual resulta en nuestra salvación en todas las cosas. El Espíritu que mora en nosotros junto con la abundante suministración nos salvará de la vieja creación y del vivir que es propio de la vieja creación. Si vivimos por el espíritu y conforme al mismo en todo, incluyendo las cosas grandes y las pequeñas, y no sólo en las reuniones, entonces tenemos a Cristo en vez de la religión. Necesitamos ver que hoy estamos en el recobro del Señor, no en la religión. Por ende, necesitamos vivir a Cristo y no adherirnos a la religión.
¿Cómo podemos tener tal vivir espiritual? El secreto yace en nuestro Salvador, el Señor Jesucristo. Él es nuestro Dios, nuestro Creador, nuestro Redentor, nuestro Salvador y el Señor de todo, pero hoy en día Él ha llegado a ser el Espíritu vivificante que mora en nosotros de forma verdadera y viviente a fin de ser nuestra vida. Por lo tanto, no deberíamos hablar, comportarnos, vivir o movernos conforme a nuestra alma, sino conforme a nuestro espíritu. Además, deberíamos permanecer en nuestro espíritu. El espíritu que está en nosotros es viviente y sensible; debemos ejercitarnos y aprender a vivir y andar conforme al sentir del espíritu en todo momento y en todo lugar. Además, deberíamos establecer una vida en la que vivimos a Cristo. Entonces podemos decir como Pablo dijo: “Para mí el vivir es Cristo”.
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