Mensajes para creyentes nuevos: Separados del mundo #3por Watchman Nee
ISBN: 978-0-7363-0099-5
Copia impresa: Living Stream Ministry disponible en línea
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Debemos darnos cuenta de que somos transeúntes y peregrinos en este mundo. El mundo moral quiere retenernos, lo mismo que a los nuestros y nuestro tesoro. Tenemos que salir de él, porque si nos quedamos, y si estas cosas se quedan en el mundo, no podremos servir a nuestro Dios.
Fuimos separados de Egipto y nuestros rostros miran hacia la tierra prometida. La base de esa separación es la sangre, la cual nos adquirió de nuevo. Los egipcios no son comprados por la sangre, ni los que viven en el mundo son redimidos. Pero nosotros no sólo somos redimidos, sino que también fuimos trasladados a otro mundo. Así que debemos salir.
Supongamos que usted compra un reloj. ¿Qué hace después de comprarlo? Se lo lleva. No lo compra para dejarlo, ni tampoco para que el vendedor lo use por usted. Esto no es lógico. Uno compra un artículo para poseerlo. Si compro un costal de arroz, lo llevo conmigo a mi casa. Recuerde que la sangre nos adquirió y, como consecuencia, debemos retirarnos del mundo. En el momento en que somos comprados con la sangre del Señor, debemos salir hacia la tierra prometida. Los que no han sido comprados, se quedan atrás; pero los que son comprados deben salir del mundo y seguir al Señor.
¿De qué debemos separarnos? ¿Qué cosas se consideran del mundo? ¿En que áreas debemos separarnos? Antes de mencionar algo específico, debemos comprender que nuestro corazón y espíritu son las primeras áreas que necesitan separarse del mundo. Si nuestro corazón se inclina hacia el mundo y permanece en él, es inútil hablarle de algo diferente o tratar de liberarlo de incontables intereses. Primero es necesario que la persona, su espíritu y su corazón sean librados, y luego vendrá la liberación de otras cosas.
Debemos separarnos completamente del mundo, de Egipto, sin temor de ser criticados por ser peculiares. Pero para esto necesitamos tener en cuenta ciertos principios: la separación debe efectuarse en ciertas áreas, manteniendo la paz en otras. Nuestra intención no es ser contenciosos. No debemos suscitar ninguna controversia en nuestra familia, ni en la oficina ni en ningún otro lugar. Examinemos cinco aspectos que debemos confrontar.
Debemos evitar todo lo que no corresponda a un cristiano y vivir dentro de la norma que el mundo establece para nosotros. El mundo ha establecido para los cristianos reglas y normas, y si no las cumplimos, los decepcionamos. No debemos dar pie a las críticas de los gentiles ni a comentarios tales como: “...y dicen que son cristianos”. Supongamos que alguien lo ve visitar ciertos lugares; es posible que la persona le pregunte: “¿Y los cristianos también visitan estos sitios?” Ellos pueden ir a cualquier parte, y si uno les dice que no es correcto, discuten argumentando lo contrario; pero si uno va, el comentario es: “¿Y usted también va a esos sitios?” Ciertos asuntos son pecaminosos y si los gentiles los practican, nadie dice nada, pero si es uno quien lo hace, lo promulgan por doquier. Por consiguiente, debemos abstenernos de todo lo que los gentiles consideren impropio. Este es uno de los requisitos mínimos. Cuando los incrédulos dicen: “Los cristianos no deben hacer esto”, debemos apartarnos inmediatamente.
Cuando los hijos que son salvos piden algo a sus padres incrédulos, éstos responden: “¿Y ustedes los cristianos también quieren esas cosas?” No hay nada más vergonzoso para un creyente que ser corregido por un gentil. Abraham mintió, y fue reprendido por Abimelec. Este pasaje de la Biblia expone este hecho vergonzoso. Alejémonos de todo aquello que los mundanos, los egipcios, juzgan indigno.
Todo lo que no sea compatible con el Señor debe ser eliminado. Puesto que el Señor fue humillado, acusado de estar poseído por demonios y fue crucificado como un ladrón, nosotros de igual manera, no debemos esperar ninguna gloria de los hombres ni que nos reciban. De la misma manera, no debemos esperar ningún elogio. Cuando nos dicen que tenemos una mente brillante, que somos inteligentes o que somos muy intelectuales, debemos rechazarlo. Todo aquello que es incompatible con el Señor se debe eliminar.
El Señor dijo que el discípulo no está sobre el maestro, ni el esclavo sobre su señor. Si el mundo trató a nuestro Maestro de cierta manera, no debemos esperar que nos trate de otra. Si no recibimos el mismo trato que nuestro Maestro sufrió, algo en nosotros y en nuestra relación con el Señor no está bien. Todo lo que el Señor padeció en esta tierra, debe ser nuestra experiencia.
Para seguir a Jesús de Nazaret, debemos estar dispuestos a ser humillados, sin esperar ninguna gloria. Seguir a Jesús de Nazaret es llevar la cruz. El Señor Jesús, El les decía a quienes se acercaban que si querían venir en pos de El, tenían que tomar su cruz y seguirle. Esta es la entrada principal. El no espera hasta que una persona entre para presentarle esta condición. Antes de seguir adelante, el Señor nos dice claramente que para poder ir en pos de El, debemos tomar la cruz. Nuestra relación con el mundo debe ser la misma que el Señor tiene con éste; no podemos tomar un camino diferente.
Gálatas 6:14 nos muestra que la cruz está ubicada entre el mundo y el Señor. En un extremo está El, y en el otro, el mundo. La cruz se interpone entre los dos. Nosotros y el mundo también nos encontramos en lados opuestos. El mundo crucificó a nuestro Señor, y como nosotros estamos del lado del El, para ir al mundo, primero tenemos que pasar por la cruz. No hay manera de rodear la cruz porque ésta es un hecho y no podemos anular ni este hecho ni la historia del mismo. El mundo crucificó a nuestro Señor. Puesto que la cruz es un hecho el mundo fue crucificado para mí. Si no podemos anular la cruz, tampoco podemos anular el hecho de que el mundo nos es crucificado a nosotros. No podemos ir al mundo a menos que eliminemos la cruz, lo cual es imposible porque la crucifixión de nuestro Señor es una realidad. Nos encontramos al otro lado de la cruz.
Supongamos que han muerto los padres o hermanos de alguien que conocemos. Las razones que le dan acerca de lo que ocasionó esas muertes pueden diferir, pero él sabe que no importa lo que haya ocurrido, nada cambia el hecho de que sus seres queridos están muertos. Según este mismo principio, podemos decir que la cruz ya está aquí. ¿Qué más podemos decir? El mundo ya crucificó a nuestro Señor, y puesto que estamos de parte de El, sólo podemos decir: “Mundo, desde tu punto de vista, yo estoy crucificado, y desde mi punto de vista, tú estás crucificado”. Es imposible que estos dos lados se comuniquen: el mundo no puede venir acá, y nosotros no podemos ir allá. La cruz es un hecho, y así como no podemos anularla, tampoco podemos lograr que el mundo esté de nuestra parte. Nuestro Señor murió y no hay ninguna posibilidad de reconciliación con el mundo.
Una vez que vemos la cruz, podemos decir: “Me glorío en la cruz”. Para nosotros el mundo está crucificado, y para el mundo nosotros estamos crucificados (Ga. 6:14). La cruz es un hecho y siempre estará vigente. La cruz está entre nosotros y el mundo. Nosotros los cristianos estamos en un lado de la cruz, mientras el mundo está al otro lado; Así que, cuando queremos ver el mundo, vemos sólo la cruz.
El creyente debe ser dirigido por el Señor para que su condición iguale a la de El. Algunas personas preguntan: “¿Al hacer esto, toco el mundo? ¿Puedo hacer esto o aquello?” No podemos especificar en detalle lo que tienen que hacer. Lo único que podemos asegurar, como principio general, es que el mundo está en contra de la cruz y de nuestro Señor, y si nuestro corazón está abierto y es dócil ante Dios, cuando nos acerquemos a El, la diferencia entre el mundo y la cruz nos será evidente.
Cuando nos acercamos al Señor, sabemos con exactitud lo que es el mundo. Pero la pregunta es: ¿qué conexión tenemos con éste? Es importante que nuestra relación con el mundo sea igual a la que el Señor Jesús tuvo con él cuando estuvo en la tierra. Si nuestra actitud no es igual a la del Señor Jesús, algo está mal. El Cordero fue sacrificado, y nosotros debemos seguirlo por dondequiera que va (Ap. 14:4). Tomamos la misma posición que el Señor, y rechazamos todo aquello que se opone a El, porque esto es parte del mundo.
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