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Experiencia que tenemos de Cristo, Lapor Witness Lee

ISBN: 978-0-7363-4619-1
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Actualmente disponible en: Capítulo 15 de 23 Sección 2 de 3

ERRAR EN EL BLANCO

En cuanto a este asunto del poder de la resurrección de Cristo, como en muchos otros asuntos, muchos cristianos han errado en el blanco. De niño, el rector de la escuela primaria de la denominación bautista del sur, a la cual yo asistía, me enseñó a celebrar la Pascua coloreando huevos. Más tarde, después de que fui salvo y empecé a amar al Señor, me dijeron que celebrara la Pascua asistiendo a un servicio de madrugada. Aunque el cristianismo les enseña a las personas a colorear los huevos de la Pascua o a celebrar servicios de madrugada, no les enseña nada acerca del poder de la resurrección de Cristo. Si conocemos el poder de Su resurrección, cada una de las reuniones de la iglesia será una reunión de resurrección y cada día será un día de resurrección.

NO IMITAR SINO RECIBIR LA IMPARTICIÓN

¡Cuán contento estoy de tener dos vidas, la vida humana y la vida divina! Yo nací de seres humanos para ser un hijo de hombre. Pero además de esto, nací de Dios para ser un hijo de Dios. Por consiguiente, tengo un estatus doble: el estatus de hijo de hombre y el estatus de hijo de Dios. Aunque todos los verdaderos cristianos tienen dos vidas, únicamente la vida divina puede expresar a Dios. Nuestra vida humana natural es muy lastimosa y de ningún modo puede expresarlo. La mayoría de los sermones que se predican en las llamadas iglesias les enseñan a las personas a usar su vida humana para imitar la vida divina. Esto es como enseñarle a un mono que actúe como un ser humano. Incluso si los monos pudieran actuar como los humanos, tal comportamiento no sería genuino, sino una simple imitación. Asimismo, es inútil enseñarles a las personas que imiten la vida divina. En el recobro del Señor, no les pedimos a las personas que hagan esto. La meta de este ministerio no es que las personas imiten cierto modelo, sino que más bien reciban una impartición. Nuestra meta es impartir algo divino en ustedes para que puedan vivir por la vida divina, la única vida que puede expresar a Dios.

DECIDIR SER CRUCIFICADO

Un aspecto positivo de la vida humana es que ella es capaz de tomar la decisión de desechar la vida humana y entregarla a la muerte de cruz. Dios no puede tomar esta decisión por nosotros. Somos nosotros quienes tenemos que tomar esa decisión. Cuando el Señor Jesús estuvo en la tierra, Dios no decidió que Él fuese crucificado; como ser humano, el Señor mismo tomó la decisión de entregarse diariamente a la cruz. Sucede lo mismo con respecto a nosotros hoy. Nosotros tenemos que decidir si vamos a ser crucificados. Debemos comprender que no servimos para otra cosa que ser crucificados. Si estamos dispuestos, estaremos decididos a hacerlo. Diremos: “Hermanos, si ustedes quieren crucificarme, está bien que lo hagan. Deseo ser crucificado, eliminado, puesto en la muerte”. Cuando estamos dispuestos a esto y somos puestos en la muerte, la vida crucificada vendrá a ser la base para que actúe la vida de resurrección. De este modo, siendo crucificados, llegaremos a conocer el poder de la resurrección de Cristo. Pero si no somos crucificados, no podremos conocer el poder de Su resurrección. Sólo existe una manera de conocer el poder de Su resurrección y es ésta: llevar una vida crucificada.

A menudo los hermanos y hermanas me han contado los problemas que tienen en su vida matrimonial. Algunos han dicho: “Hermano Lee, he orado acerca de la situación, pero el Señor aún no ha contestado a mi oración. De hecho, cuanto más oro, peor se torna la situación. La situación siempre resulta totalmente contraria a lo que he pedido en oración”. La razón por la cual sucede esto es que muchos hermanos y hermanas no están dispuestos a ser crucificados. No siempre es necesario orar tanto. El Señor Jesús no siempre oró tanto como usted, pero siempre estuvo dispuesto a ser crucificado. Él no oró al Padre celestial acerca de las dificultades que había en su familia, pidiéndole que cambiara el modo de ser de Su madre para que no lo mortificara tanto. En lugar de orar de esta manera, Él estuvo dispuesto a ser crucificado, es decir, a entregarse a la muerte de cruz. Además, aunque Pedro le causó muchas dificultades al Señor Jesús, Él no lo despidió, sino que, en vez de ello, se entregó a la muerte de cruz. El Señor Jesús se rechazó continuamente no sólo con Pedro, sino también con todos los demás discípulos. Por ejemplo, la última vez que el Señor Jesús les dijo a los discípulos que iba a ser crucificado, ninguno de ellos tuvo oídos para escuchar esto (Mt. 20:17-20); inmediatamente después de que el Señor les dijera esto, ellos empezaron a discutir sobre quién de ellos era el mayor. Si nosotros hubiésemos sido el Señor Jesús, los habríamos reprendido severamente por no prestar atención a Sus palabras en cuanto a Su crucifixión. Pero, debido a que el Señor Jesús llevaba una vida crucificada, no les habló de esta manera.


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