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Cómo disfrutar a Dios y cómo practicar el disfrute de Diospor Witness Lee

ISBN: 978-0-7363-6564-2
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CAPÍTULO OCHO

COMER Y BEBER:
EL PENSAMIENTO EN TORNO AL CUAL GIRA
LA SALVACIÓN DE DIOS

Lectura bíblica: Éx. 12:3-4; 16:14-15; 17:5-6; 1 Co. 5:7; 10:3-4; 1:2; 1 P. 2:2-3; Jn. 6:54-57; Mt. 22:1-2; Lc. 15:18, 21; Hch. 2:4; Ef. 5:18

EL DESEO DEL SEÑOR CONSISTE EN QUE
NOSOTROS LO VIVAMOS A ÉL AL COMERLE Y BEBERLE

En el capítulo anterior recalcamos que Dios desea que el hombre le disfrute al comerle y beberle. Aunque a algunos les parezca crudo y burdo que nos expresemos de esta manera, el Nuevo Testamento habla de que Dios se ofreció a nosotros como alimento y bebida. Aunque la expresión comer y beber parezca común e incluso ordinaria, Dios muchas veces usa expresiones comunes para comunicarnos asuntos que son extremadamente misteriosos. Al describir la relación que existe entre Dios y el hombre, no basta decir que el hombre debe recibir a Dios, pues esto puede entenderse como recibir algo meramente de forma objetiva. Aunque hablemos de recibir a Dios en nosotros, esto quizás no comunique adecuadamente el pensamiento, porque recibir algo en nuestro ser no necesariamente significa que lo digerimos al grado en que llegue a ser nuestro elemento constitutivo. La manera más clara y directa es simplemente decir que Dios desea que el hombre le coma y le beba. Esto se debe a que todo lo que comemos y bebemos es asimilado en nosotros y llega a ser parte de nuestro ser. Por lo tanto, “comer” a Dios es la descripción más clara de este pensamiento.

Lamentablemente, el concepto de comer y beber a Dios no está presente en el hombre. Nuestro concepto es el de adorar a Dios, servirle, ser fervientes por Él y hacer algo para Él. Al oír por primera vez expresiones tales como comer a Dios y beber a Dios, es posible que esto nos parezca una palabra difícil de asimilar y entender. El Señor Jesús dijo que Él era el pan de vida que descendió del cielo y que el que viniera a Él nunca tendría hambre, y el que creyera en Él no tendría sed jamás (Jn. 6:35). Él dijo que Su carne es verdadera comida y Su sangre es verdadera bebida (v. 55). Estas palabras confundieron a los judíos. ¿Cómo podían ellos comer Su carne y cómo podían beber Su sangre? Ésta fue una palabra dura para ellos. ¿Quién la podía oír (v. 60)? Pero el Señor Jesús dijo que Su carne es verdadera comida y que Su sangre es verdadera bebida. El que come Su carne y bebe Su sangre en Él permanece, y Él en aquél. Así como el Padre permanece en Él, y Él vive por causa del Padre, de la misma manera, el que le come vivirá por causa de Él (v. 57). Nosotros vivimos por causa de Él cuando le comemos, porque después de comerle, Él entra en nosotros y es digerido por nosotros, y así llega a ser nuestros nutrientes, nuestro elemento. Esto no es difícil de entender. Nosotros vivimos hoy por causa del alimento que comemos. Si no comiéramos, dejaríamos de existir. Es por ello que el Señor dijo que debíamos comerle. Si le comemos, viviremos por causa de Él.

El concepto del hombre es el de trabajar,
no el de comer y beber

Cuando el hombre considera el cristianismo, su primer pensamiento es que debe hacer el bien y llevar a cabo alguna obra. Las personas a menudo dicen que el cristianismo es una buena religión y que enseña a las personas a hacer el bien. Pero después afirman que puesto que son buenas, no necesitan el cristianismo. Según ellas, únicamente la gente malvada y pobre necesita el cristianismo. Algunos amigos míos me han dicho: “Sé que me estás tratando de convertir por una buena razón; pero no puedo dejar de beber ni de jugar a las apuestas; por lo tanto, no sería bueno que me uniera al cristianismo”. Afirmaciones como éstas muestran que los conceptos de las personas se basan en el comportamiento.

¿Y qué de los conceptos de los cristianos que son salvos por gracia? Aunque nuestro evangelio proclama que no somos salvos por obras sino por gracia y aunque fácilmente reconocemos y confesamos esto con nuestra boca, cuando nos hacemos cristianos de inmediato nos ponemos bajo cierta clase de esclavitud. Por ejemplo, decimos: “En el pasado muchas veces me rebelé contra mis padres, pero de ahora en adelante ya no me rebelaré contra ellos. Muchas veces me enojé y traté mal a mi esposa, pero no volveré a hacer este tipo de cosas”. Algunas hermanas dicen: “Yo antes discutía con mi esposo todo el tiempo. Era algo terrible, pero de ahora en adelante seré una buena esposa. Esta noche estoy siendo bautizada. Tan pronto como me levante de las aguas de este baptisterio, seré una persona nueva y me comportaré como tal”. Sin embargo, nadie puede producir esta clase de “novedad”, pues tan sólo unos días después, el viejo hombre volverá a aflorar. Debido a que ésa es nuestra situación, nunca tenemos el concepto de que Dios se da a nosotros para que le comamos, bebamos y disfrutemos. Nunca he visto a nadie que en el día de su bautismo se haya postrado delante del Señor, diciendo: “Señor, te doy gracias y te alabo. Tú no deseas que haga nada ni me comporte de cierta manera. Lo único que quieres es que te disfrute, te reciba, te coma, te beba y te reciba en mi ser”. Me temo que nadie ha hecho esta clase de oración en el día de su bautismo. En lugar de ello, todos tienen el concepto de que después de bautizarse deben tomar la resolución de abstenerse de ciertas cosas. Como cristianos, centramos nuestra atención en nuestras acciones y comportamiento; raras veces pensamos en comer y beber a Dios. Podemos afirmar que el cristianismo no sabe nada respecto a comer y beber; lo único que sabe es trabajar y tener un buen comportamiento. El cristianismo consiste en trabajar y en andar con el estómago vacío. Sin embargo, este concepto es muy diferente de lo que se halla escrito en la Biblia.


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