Información del libro

Núcleo de la Biblia, Elpor Witness Lee

ISBN: 978-0-7363-4442-5
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CAPÍTULO SIETE

LA COSECHA, EL LUGAR ESCOGIDO
Y LA LIBERACIÓN DEL ESPÍRITU

A fin de comer a Cristo como el alimento sólido, como el producto de la buena tierra, primeramente debemos tener una cosecha. El Señor nos ha dado la tierra y la semilla, y la lluvia está por venir; sin embargo, Él no puede darnos la cosecha. Para ello, nosotros debemos labrar la tierra; de lo contrario, no podremos cultivar a Cristo, y no habrá ninguna cosecha. Hemos visto que el maná viene completamente listo de parte del Señor. Él lo da, y nosotros simplemente lo recogemos y comemos. Sin embargo, no sucede igual con respecto a comer el alimento sólido de la buena tierra. Aunque la semilla y la tierra han sido dadas, y aunque la lluvia ha sido prometida, no tendremos ninguna cosecha, a menos que laboremos en la tierra.

LA NECESIDAD DE LA COSECHA

La última etapa del comer, esto es, la etapa de comer el alimento sólido en la buena tierra, es la que constituye la adoración genuina a Dios. Sin la cosecha, no sólo nos quedamos nosotros mismos sin comer, sino que tampoco tenemos nada con lo cual adorar a nuestro Dios. Tanto nuestra vida diaria como nuestra adoración a Dios dependen de que podamos comer la cosecha. Por consiguiente, la cosecha es muy crucial. Debemos labrar la tierra y cultivar a Cristo, a fin de poder obtener una cosecha.

COMER EL DIEZMO EN EL LUGAR ESCOGIDO POR DIOS

Obtener la cosecha es sencillamente tener algo para comer. Sin embargo, aún necesitamos saber cuál es la manera apropiada de comerla. Por lo tanto, después de que hayamos segado la cosecha, todavía debemos aprender a comer el fruto. Según nuestro concepto, una vez que tenemos la cosecha, podemos comerla de cualquier manera, en cualquier lugar y en el momento en que queramos. Pero, según la revelación divina hallada en la Biblia, hay ciertas restricciones relacionadas con el comer del fruto de la buena tierra. Por lo tanto, debemos ser muy cuidadosos al respecto.

Algunos dirán que debido a que estas restricciones se encuentran en el Antiguo Testamento, no tienen nada que ver con nosotros, los creyentes del Nuevo Testamento. Les ruego a los que piensan así que cambien su modo de pensar. Toda la Escritura fue escrita para nuestro beneficio (Ro. 15:4; 1 Co. 10:6, 11). Las cosas espirituales relacionadas con Cristo y la iglesia son tan misteriosas y abstractas que, además de las palabras claras y directas del Nuevo Testamento, Dios en Su sabiduría nos dio los cuadros del Antiguo Testamento. Estos cuadros nos muestran las cosas espirituales reveladas en el Nuevo Testamento. El apóstol Pablo alegorizó el Antiguo Testamento. Por ejemplo, él alegorizó asuntos tales como cruzar el mar Rojo, comer el maná y beber del agua que fluyó de la roca (vs. 2-4). Según la alegorización de Pablo, cruzar el mar Rojo se refería al bautismo, y tanto el maná como la roca eran Cristo. Si Pablo hubiese tenido la oportunidad, probablemente habría alegorizado cada una de las cosas halladas en el Antiguo Testamento. Por lo tanto, si queremos entender el Nuevo Testamento adecuadamente, debemos estudiar las figuras halladas en el Antiguo Testamento. Tomemos, por ejemplo, los candeleros de oro de Apocalipsis 1. Si queremos entender el significado de estos candeleros, debemos estudiar el pasaje donde se menciona por primera vez el candelero de oro, es decir, debemos estudiar el candelero de Éxodo 25.

Toda la historia de los hijos de Israel era un tipo. El hecho de que Israel cayera cautivo en Babilonia era un tipo, una alegoría, de la iglesia caída, llamada la gran Babilonia. En Apocalipsis 17 la Iglesia Católica Romana es llamada Babilonia la Grande. Asimismo, todas las ordenanzas respecto a cómo comer la cosecha son alegorías, tipos y sombras. Por lo tanto, son muy significativas para nosotros hoy.

Deuteronomio 12:17 y 18 dice: “Tampoco comerás en tus poblaciones el diezmo de tu grano, de tu vino o de tu aceite, ni las primicias de tus vacas ni de tus ovejas, ni los votos que prometas, ni las ofrendas voluntarias, ni ninguna otra ofrenda reservada de tus manos, sino que delante de Jehová, tu Dios, las comerás, en el lugar que Jehová, tu Dios, haya escogido”. En estos versículos el Señor parecía decir: “Diles a los hijos de Israel que, cuando entren en la buena tierra y sieguen la cosecha, deben apartar una décima parte de la cosecha. No tienen derecho alguno de comerla en el lugar que quieran. Cuando llegue el tiempo de la fiesta, deben traer este diezmo al lugar que Yo he escogido para poner Mi nombre y habitar. Éste será el único lugar, y todos deberán traer el diezmo de su producto a dicho lugar”. Si los hijos de Israel hubiesen comido el diezmo de la cosecha en cualquier otro lugar, ello habría constituido un grave pecado a los ojos del Señor. Si hubiesen hecho esto, habrían hecho lo que bien les parecía (v. 8). Así que ellos tenían que aprender a hacer lo que le parecía bien al Señor. El Señor les mandó, diciendo: “Cuídate de no ofrecer tus holocaustos en cualquier lugar que veas; sólo en el lugar que Jehová escoja en una de tus tribus ofrecerás tus holocaustos, y allí harás todo lo que yo te mando” (vs. 13-14). Era como si Señor dijera: “No coman el diezmo en el lugar que ustedes escojan; cómanlo en el lugar que Yo he escogido”.


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