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Pláticas adicionales sobre el conocimiento de la vidapor Witness Lee

ISBN: 978-0-7363-7126-1
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CAPÍTULO DIECINUEVE

CONOCER A CRISTO

CUANTAS COSAS ERAN GANANCIA,
AHORA SON ESTIMADAS
COMO PÉRDIDA POR AMOR DE CRISTO

En Filipenses 3:5-6 el apóstol Pablo habla de su fuerza innata y de su mérito natural y también de los logros que obtuvo con su esfuerzo. Pablo hablando de sí mismo dice: “Circuncidado al octavo día, del linaje de Israel, de la tribu de Benjamín, hebreo, hijo de hebreos; en cuanto a la ley, fariseo; en cuanto a celo, perseguidor de la iglesia; en cuanto a la justicia que es en la ley, llegué a ser irreprensible”.

En el versículo 7 él añade: “Pero cuantas cosas eran para mí ganancia, las he estimado como pérdida por amor de Cristo”. La frase cuantas cosas eran para mí ganancia se refiere a las cosas de la esfera natural, como lo eran su fuerza innata, su mérito natural y sus logros, el hecho de haber nacido hebreo, de ser irreprensible según la ley, y de servir a Dios y guardar la ley. Él estimaba todas estas cosas, que anteriormente eran ganancia para él, como pérdida por amor de Cristo. Esto significa que a él ya no le interesaba si estas cosas habían sido ganancia para él, pues habían perdido su importancia para él. Estas cosas no podían coexistir con Cristo. Si él hubiera conservado estas cosas, dependiendo de su fuerza innata, de su mérito natural y de sus logros, no habría podido conocer a Cristo.

El versículo 8 dice: “Ciertamente, aun estimo todas las cosas como pérdida”. El versículo 7 se refiere solamente a la fuerza innata, al mérito natural y a los logros obtenidos por medio del esfuerzo humano, pero el versículo 8 abarca un espectro mucho más amplio, pues en este versículo él estimaba “todas las cosas” como pérdida por la excelencia del conocimiento de Cristo Jesús. Pablo había comprendido que estas cosas lo mantenían alejado de un conocimiento de Cristo. Debido a que deseaba el conocimiento de Cristo, él estimó todas las cosas como pérdida, diciendo que lo había “perdido todo” y que lo tenía “por basura”, para ganar a Cristo (v. 8). Cristo no podía coexistir con la fuerza innata de Pablo, con su mérito natural ni con sus logros, ni tampoco podía coexistir con ninguna otra cosa. En la presencia de Cristo no hay lugar para nada más. Cristo es celoso; Él no desea que tengamos algo aparte de Él. Dios desea ser nuestro único Dios; Él no quiere que nada más sea nuestro Dios. Cristo sólo permite que en nuestro ser haya cabida para Él y no desea que ningún otro asunto o cosa tenga cabida en nosotros. Si queremos tener a Cristo, no podemos conservar al mismo tiempo todas las cosas.

LA JUSTICIA QUE ES POR MEDIO DE LA FE
EN CRISTO NOS LLEVA A CONOCER A CRISTO

El versículo 9 continúa diciendo: “Y ser hallado en Él, no teniendo mi propia justicia, que es por la ley, sino la que es por medio de la fe en Cristo, la justicia procedente de Dios basada en la fe”. Pablo no tenía una justicia que era producto de su propio esfuerzo, sino la justicia que es por la fe en Cristo, es decir, la justicia que Cristo expresa en nuestro vivir. El versículo 10 dice: “A fin de conocerle”. Esta justicia hizo que Pablo conociera a Cristo. La justicia que nosotros producimos con nuestro propio esfuerzo no nos lleva a conocer a Cristo. Cuanto más cosas hacemos por nuestro propio esfuerzo, menos conocemos a Cristo; cuanto más amamos a los demás valiéndonos de nuestro propio esfuerzo, menos conocemos a Cristo; y cuanto más celosos somos por nuestro propio esfuerzo, menos conocemos a Cristo. En lugar de esto, por medio de la fe, Cristo puede expresar la justicia por medio de nosotros, y esta justicia nos lleva a conocer a Cristo.

Prestemos atención a las palabras a fin de en el versículo 10: A fin de conocer a Cristo. El versículo 10 no es la causa, sino el resultado. Nuestro conocimiento no carece de una base; sin embargo, sólo hay una cosa que nos lleva a conocer a Cristo. ¿Qué es lo que nos lleva a conocer a Cristo? El versículo 9 dice claramente que depender de nuestro propio esfuerzo para guardar la ley, ser fervientes, hacer el bien, servir a Dios y amar a los demás no nos llevará a conocer a Cristo. Por lo tanto, debemos desistir de nuestros esfuerzos, dejar de obrar y dejar de tratar de hacer el bien, de tener celo, de servir a Dios y de amar a otros. Únicamente conoceremos a Cristo cuando desistamos de todos nuestros esfuerzos y simplemente tengamos fe. Nuestra fe está en Dios, en el Cristo que vive en nosotros y en la justicia que se expresa por medio de nosotros. Esto es lo que nos lleva a conocer a Cristo.

Tener la justicia que es por medio de la fe en Cristo, la justicia que es por medio de la fe en Dios, nos lleva a conocer a Cristo. Esta justicia es la misma que se menciona en 1 Corintios 1:30: “El cual nos ha sido hecho de parte de Dios sabiduría: justicia y santificación y redención”. Dios hizo a Cristo nuestra justicia. Cuando nos detenemos y creemos en Dios y en Cristo, Dios hace que Cristo llegue a ser nuestra justicia. Inicialmente, esta justicia nos permite ser justificados delante de Dios, es decir, ser salvos. En el segundo paso, esta justicia nos ayuda a llevar una vida justa, a expresar la justicia en nuestro vivir —lo cual equivale a expresar a Cristo en nuestro vivir— y a llevar una vida victoriosa. Tanto la salvación como el hecho de vencer están incluidos aquí. Nuestra salvación no se obtiene por medio de la justicia que nosotros mismos producimos, sino al ser Cristo mismo nuestra justicia. De igual manera, después que somos salvos, vencemos, no por medio de la justicia que nosotros mismos producimos, sino al permitir que Cristo se exprese en nuestro vivir como nuestra justicia.


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