Significado del candelero de oro, Elpor Witness Lee
ISBN: 978-0-7363-1338-4
Copia impresa: Living Stream Ministry disponible en línea
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En 1 Corintios 3:12 Pablo dice que debemos edificar con oro, plata y piedras preciosas sobre Cristo como fundamento. El no habla meramente de piedras sino de piedras preciosas. Debemos ver que la consumación máxima de la iglesia es la Nueva Jerusalén. En la Nueva Jerusalén no hay barro, ni siquiera hay piedras, sino solamente piedras preciosas. Ser una piedra no es suficiente; la piedra debe ser preciosa. Esto no se trata sólo de un asunto doctrinal, pues actualmente el Señor necesita obtener una iglesia de piedras preciosas. El Señor no quiere madera, heno ni hojarasca; lo que El busca es oro, plata y piedras preciosas.
Si consideramos la Nueva Jerusalén detalladamente, veremos que el oro puro no se usa principalmente para el edificio, sino para la base de la ciudad. Apocalipsis 21 dice que la calle de la ciudad es de oro puro (v. 21b). Esto no quiere decir que la calle esté pavimentada de oro, sino que la base de la Nueva Jerusalén es un monte de oro. Todo el monte es oro puro; por lo tanto, estrictamente hablando, el oro no se usa para la edificación. Entonces, ¿qué se usa para el edificio? Las piedras preciosas. La edificación se centra principalmente en el muro, el cual es edificado con piedras preciosas. Todos los que hemos sido salvos tenemos oro puro en nosotros. Los hermanos y hermanas que fueron salvos en las denominaciones también tienen oro puro en ellos; además, las personas que fueron genuinamente salvas en la Iglesia Católica también tienen oro puro. Sin embargo, debemos ver que muchos que están en la Iglesia Católica y en las denominaciones protestantes no están siendo edificados con los que aman al Señor, pues la edificación no depende del oro sino de las piedras preciosas.
Hemos sido salvos y, por ende, tenemos oro en nosotros. Si el elemento de Dios aumenta en nosotros, tendremos más “oro” en nuestro ser; esto no es transformación sino adición. Ya sea que seamos barro, piedras o piedras preciosas, no debemos ocuparnos en la adición, sino en la transformación. El oro en nosotros ciertamente debe aumentar, pero sobre todo debemos ser transformados, porque no somos más que pedazos de barro y de piedra. En la actualidad los cristianos en general no tienen la realidad de la iglesia, es decir, son la iglesia solamente de nombre pero no en realidad. ¿Dónde está la realidad de la iglesia? La realidad de la iglesia está en el oro y en las piedras preciosas. El oro debe aumentar, y las piedras deben ser transformadas.
El conjunto final del candelero de oro equivale a la iglesia, y la iglesia es la réplica del candelero de oro. El candelero de oro es primero oro puro y después, piedras preciosas. La iglesia primero debe tener el oro puro y luego las piedras preciosas. Hay escasez de oro puro entre los cristianos. Es posible que conozcamos a un cristiano denominacional, y a pesar de que ha sido salvo, necesitamos más de tres horas antes de tocar un pequeño fragmento del oro en él. A menos de que entablemos contacto con él por bastante tiempo, no estaríamos ni siquiera seguros de que tenga la vida de Dios. ¿Cómo puede esa pizca de oro ser suficiente para edificar la iglesia y la Nueva Jerusalén? Realmente no es suficiente. No obstante, al visitar algunas iglesias en el recobro del Señor, aunque veo el oro puro, no veo mucha piedra; más bien, veo mucho barro y fango. Si no hay piedras, ¿cómo puede ser edificada la iglesia? Quiero hablarles una palabra sincera, hermanos y hermanas: no debemos seguir siendo los mismos al pasar los años. Es necesario que sean producidas las piedras y las piedras preciosas. No sólo debemos lavar el lodo, sino también ser transformados de barro a piedra. El lodo debe ser lavado, pero el barro debe ser transformado. Debemos ver que la iglesia primero es un candelero, luego una piedra y por último una piedra preciosa.
El Señor no me ha enviado a halagar ni a ofender a las personas, sino a ministrarles vida y a quemarles con las siete lámparas de fuego, a fin de secar el lodo, cambiar el barro a piedras y transformar las piedras a piedras preciosas. No debemos llevar a cabo una obra ambigua que produzca un gran “montón de barro”, donde no hay piedras ni piedras preciosas. Espero que la generación joven que está entre nosotros se levante, pues el Señor desea obtener la iglesia. No tuve la carga de venir a Taiwan simplemente a dar mensajes, sino que esta vez vine para incomodarles. Por muchos años hemos dado mensajes semana tras semana; sin embargo, no se ha producido ni una piedra. ¿Debemos seguir dando mensajes? No es tiempo de dar mensajes, sino de lavar el lodo, cambiar el barro a piedras y transformar las piedras a piedras preciosas. El oro puro debe aumentar en nosotros, el barro debe ser transformado, e incluso las piedras deben ser transformadas a piedras preciosas.
Aquel que edifique sobre el fundamento, mire cómo sobreedifica: ya sea con oro, plata y piedras preciosas o con madera, heno y hojarasca. Si edificamos con madera, heno y hojarasca, cuanto más laboremos, más combustible produciremos para que el fuego arda; entonces, sería mejor obrar menos. Más bien, debemos producir piedras preciosas. No debemos ir a la deriva. ¡No nos queda tiempo para eso! El regreso del Señor está muy cerca. Debemos tomar la carga seriamente: si tenemos lodo, debemos vaciarlo; si tenemos barro, debemos transformarlo a piedras y a piedras preciosas. Gracias al Señor que el candelero primero es oro puro y luego una piedra. Recordemos que cuando hablamos de la piedra, no nos referimos simplemente a la redención que recibimos del Cordero. Al hablar de la piedra, nos referimos a la piedra cimera. Esta piedra ha sido puesta en la parte superior del templo, indicando que la edificación ha sido terminada. Por lo tanto, todos podemos gritar: “¡Gracia, Gracia a ella!” (Zac. 4:7). Sólo sobre esta piedra puede haber gracia.
Debemos volvernos al Señor porque no queda mucho tiempo. Hoy la luz se ha intensificado en el recobro del Señor, así que nadie debe andar ciegamente ni ir a la deriva. Todos debemos ver con claridad. Hacer algo sólo por hacerlo no tiene ningún sentido, y no hay valor alguno en seguir una simple rutina sin tener la realidad. Debemos hacer la obra que produzca piedras preciosas. Ciertamente debemos guiar a otros a que sean salvos, pero esto no es suficiente. Además, debemos entender que nuestra obra también consiste en infundir vida en las personas, infusión tras infusión, a fin de que el barro se convierta en piedras, y estas piedras lleguen a ser piedras preciosas. Esta es la edificación que el Señor quiere obtener.
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