Ejercicio de nuestro espíritu para la liberacion de nuestro espíritu, Elpor Witness Lee
ISBN: 978-0-7363-3969-8
Copia impresa: Living Stream Ministry disponible en línea
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Además de esto, si queremos estar listos y dispuestos para que el Espíritu nos llene, debemos orar (Hch. 1:14). Cuando oramos por esto, debemos olvidarnos de nuestras circunstancias, recuerdos y de cualquier otro pensamiento que esté en nuestra mente. En lugar de ello, debemos atender al sentir, sentimiento o percepción que tengamos en la parte más recóndita de nuestro ser. Este sentir es la unción del Espíritu Santo en nosotros (1 Jn. 2:20, 27). Cuando oramos por esto, debemos atender a este sentir y expresar lo que sentimos en la parte más recóndita de nuestro ser. No debemos permitir que nuestras necesidades o circunstancias nos perturben; en lugar de ello, debemos acudir al Señor y atender al sentir que percibimos en la parte más recóndita de nuestro ser.
Por ejemplo, supongamos que la esposa de un hermano está gravemente enferma. Si usted fuera ese hermano, y acudiera al Señor en oración, ¿podría olvidarse de la enfermedad de su esposa? No sería fácil. Ciertamente la enfermedad de su esposa estaría en su mente. Sin embargo, si queremos aprender a orar, debemos ejercitarnos para olvidarnos de todo cuando acudimos al Señor. Incluso si su esposa está gravemente enferma, debe olvidarse de ello y atender a ese sentir profundo. No debe orar conforme a las circunstancias, a las necesidades, a las cosas que se acuerda ni conforme a lo que otros le hayan pedido que ore; en vez de ello, debe orar según lo que usted percibe en la parte más recóndita de su ser.
Cuando usted acuda al Señor de esta manera, aun cuando no pueda olvidarse de la enfermedad de su esposa, es posible que tenga un sentir profundo de que debe orar por otra cosa, y se arrodille y clame, diciendo: “Señor, soy tan pecador. Señor, he estado tratando mal a mi esposa”. Usted simplemente se olvidará de la enfermedad de su esposa y expresará lo que siente en la parte más recóndita de su ser. Al orar de esta manera, usted ejercita su espíritu para liberar al Espíritu que mora en su espíritu. Incluso es posible que su esposa sea sanada por esta clase de oración. Con esto no estoy diciendo que si su esposa está enferma usted no deba orar por ella pidiendo que sea sanada; más bien, lo que quiero decir es que cuando usted acuda al Señor, debe atender al sentir profundo que está en su interior, es decir, debe expresar lo que siente en la parte más recóndita de su ser.
Si acudimos al Señor y oramos de esta manera, lo primero que el Espíritu Santo hará es purgarnos y purificarnos. Si nos olvidamos de nuestras circunstancias, de las peticiones que otros nos han encargado hacer, e incluso de nuestros propios pensamientos, y simplemente oramos según el sentir interior, el Espíritu Santo nos purgará y purificará. Podemos decirle al Señor: “Señor, soy pecador y me siento sucio en muchos aspectos. Mis motivos son los equivocados y mis intenciones no son puras. Siempre ando buscando algo para mi propio provecho”. Ésta es una verdadera oración. Si oramos de esta manera, podemos estar seguros de que estamos en el espíritu. Cuanto más oremos conforme a nuestro sentir más profundo, más estaremos en el espíritu, y más el Espíritu nos llenará. Finalmente, seremos llenos del Espíritu.
Nuestro problema hoy en día no tiene que ver con enseñanzas ni con el conocimiento, sino con el ejercicio de nuestro espíritu. ¿Cuántas veces durante el día ejercitamos nuestro espíritu para liberar al Espíritu Santo? Me temo que entre nosotros haya muchos que ni siquiera saben cómo ejercitar su espíritu. Aunque sabemos ejercitar nuestras piernas y nuestros pies para andar o correr, no sabemos ejercitar ni usar nuestro espíritu. La mejor manera de ejercitar nuestras piernas y nuestros pies es caminar o correr, y la mejor manera de ejercitar nuestro espíritu es orar. Sin embargo, cuando oramos, a menudo ejercitamos nuestra mente en vez de ejercitar nuestro espíritu. Por tanto, a fin de ejercitar nuestro espíritu, debemos olvidarnos de nuestros pensamientos y de nuestras circunstancias externas, y atender al sentir en nuestro interior.
A veces mientras oramos, simultáneamente reflexionamos y pensamos sobre diferentes cosas en nuestra mente. Aparentemente, estamos orando; pero interiormente, nos encontramos completamente en nuestra mente y no en nuestro espíritu. Ésta no es la verdadera oración; más bien, se trata de algo un poco artificial. Una oración artificial es una oración en la cual no prestamos atención al sentir interior, sino que simplemente oramos según lo que pensamos y consideramos en nuestra mente. La verdadera oración sucede cuando no prestamos atención a nuestras circunstancias ni a lo que nos rodea, sino que simplemente expresamos lo que está en nuestro espíritu, orando desde la parte más recóndita de nuestro ser. Muchas veces cuando otros oran, podemos percibir que sus oraciones provienen de la mente y no del espíritu. No percibimos la unción por dentro; no hay eco en nosotros. Sin embargo, en otras ocasiones escuchamos a alguien orar, y en nuestro interior hay cierta unción o reacción. Esta clase de oración conmueve la parte más recóndita de nuestro ser porque ella emana del espíritu, y no de la mente.
Debemos aprender a hacer verdaderas oraciones, oraciones que procedan de la parte más recóndita de nuestro ser. Algunos dirán que en lo profundo de su ser no tienen ningún sentir o que no perciben el mover ni la inspiración del Espíritu Santo. Esto puede ser cierto, pero ello no significa que debamos esperar a que nos venga la inspiración del Espíritu. Cuando queremos poner en marcha un carro, no esperamos a que el carro se encienda solo; simplemente nosotros lo encendemos. De la misma manera, no debemos esperar a que el Espíritu nos inspire. El Espíritu, al igual que el carro, está esperando que nosotros hagamos algo. Es nuestra responsabilidad ejercitar nuestro espíritu para que sea liberado el Espíritu.
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