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Experiencia subjectiva que tenemos del Cristo que mora en nosotros, Lapor Witness Lee

ISBN: 978-0-7363-9033-0
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CRISTO COMO LA REALIDAD
DE TODAS LAS VIRTUDES HUMANAS

El hombre fue creado a imagen de Dios, de modo que posee la imagen de las virtudes de Dios. Cristo es la corporificación de Dios, la realidad de las virtudes de Dios. Cuando recibimos a Cristo en nosotros, nuestro amor llega a ser uno de Sus “cuartos”, nuestra justicia llega a ser otro “cuarto” y nuestra santidad llega a ser aún otro “cuarto”. Todas nuestras virtudes humanas llegan a ser Su habitación. No debemos pensar que debido a que somos aquellos que vivimos en Cristo, no practicamos la ética y la moralidad. ¡No! Nuestra ética y nuestra moralidad son más elevadas y más reales porque no son nuestra propia obra, sino que es Cristo quien es manifestado en nuestro vivir mediante nuestras virtudes humanas.

Antes, cuando no teníamos a Cristo nos conducíamos con todo decoro, observábamos los principios morales y conservábamos las ceremonias por cortesía. Sin embargo, al igual que un guante vacío, todo lo que hacíamos carecía del contenido real. Es sólo después que recibimos a Cristo que Él llega a ser nuestra vida, realidad y contenido. Cuando el hombre fue creado, él tenía las virtudes humanas en su interior, pero todas estas virtudes estaban carentes de realidad, porque sólo Cristo es la realidad de todas estas virtudes. Cuando Cristo entra en nuestro ser, Él hace real cada virtud. Por tanto, nuestro amor para con otros llega a ser real, y el que honremos a nuestros padres llega a ser real. Esto se debe a que estas virtudes son la manifestación de Cristo en nuestro vivir.

MANIFESTAR A CRISTO EN NUESTRO VIVIR
MEDIANTE LAS VIRTUDES HUMANAS

Según la revelación contenida en la Biblia, Dios pasó por cuatro pasos a fin de permitir que el hombre manifieste a Cristo en su vivir mediante las virtudes humanas. Primero, Dios creó todo en el universo, y en particular Él creó al hombre a Su imagen. Segundo, Él decretó la ley. El contenido de la ley es un cuadro de la imagen de Dios. Dios es luz, así que la ley también da luz; Dios es compasivo, así que la ley también muestra compasión; Dios es santo y justo, así que la ley también es santa y justa. El hombre fue creado a imagen de Dios; del mismo modo, la ley también fue escrita según la imagen de Dios. Por lo tanto, la ley y el hombre deberían estar en perfecta armonía. Pero el hombre cayó y no fue capaz de vivir y andar conforme a lo que estaba escrito en la ley. En otras palabras, el hombre caído no puede expresar a Dios.

Tercero, Dios se encarnó y llegó a ser el hombre Jesús, quien vivió en la tierra por treinta y tres años y medio. Lo que el Señor Jesús manifestó en Su vivir en la tierra era exactamente lo descrito en la ley. En los cuatro Evangelios, vemos que el vivir humano de Jesús era sencillamente la expresión de Dios. Él era amor, luz, santidad y justicia; Él también estaba lleno de pensamientos, emociones e intenciones. El Señor Jesús manifestó a Dios en Su vivir exactamente conforme a lo que Dios es.

Ahora vemos que el hombre fue creado a imagen de Dios, que la ley fue escrita conforme a lo que Dios es y que el Señor Jesús manifestó en Su vivir una vida que era según lo que Dios es. En lo referente a estos tres pasos, algunos cristianos tienen un concepto erróneo. Ellos piensan que puesto que el Señor Jesús manifestó la semejanza de Dios en Su vivir, Él está calificado para ser nuestro modelo y nosotros deberíamos imitarlo. Sin embargo, de hecho, los cristianos que intentan imitar a Jesús son como los monos que están adiestrados para imitar a los hombres al comer alimentos usando un tenedor; esto es una mera actuación, y no es el vivir genuino. Por ende, el hombre no puede vivir a Cristo al imitarle. Así pues, el hombre necesita el cuarto paso de la obra de Dios. En este paso, después que el Señor Jesús manifestó a Dios en Su vivir para que los hombres lo vieran, Él fue a morir por ellos y derramó Su sangre para efectuar la redención de sus pecados, y luego Él fue resucitado para llegar a ser el Espíritu vivificante. Cuando recibimos a este Cristo pneumático, Él entra en nosotros para ser nuestra vida y desde nuestro interior Él manifiesta la imagen de Dios en nuestro vivir. Ésta es la manera en que los cristianos pueden manifestar a Cristo en su vivir.

Debido a que el Señor Jesús vive en nosotros, Él eleva nuestro amor para con otros al hacer que los amemos de una manera más real y sincera. Ya no amamos por nuestra propia cuenta, sino que amamos por el Cristo que vive en nosotros. No somos nosotros quienes amamos, sino que es Cristo quien ama en nosotros. Pablo dijo: “Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí” (Gá. 2:20). Es Cristo quien es manifestado en nuestro vivir mediante nuestras virtudes humanas. De esta manera los hijos sin duda honrarán a sus padres, los esposos seguramente amarán a sus esposas y las esposas ciertamente se someterán a sus esposos. Usted se conducirá a sí mismo de una manera recta, verdadera, honorable, justa, pura, amable y de buen nombre. Nuestro vivir y cualquier movimiento que hagamos será excelente y digno de alabanza. No obstante, todas estas cosas no se efectúan por nuestro propio esfuerzo, sino que más bien es Cristo que vive en nuestro espíritu y se manifiesta en nuestro vivir.

Hoy Cristo es el Espíritu. No sólo Él puede estar en nosotros, sino que nosotros también podemos estar en Él. Esto es como el aire. El aire puede entrar en nosotros, y nosotros también podemos estar en el aire. El Señor es como el aire; por un lado, Él está en nosotros, y por otro, nosotros estamos en Él. Estamos mezclados con Él como una sola entidad. Su vida y nuestra vida han llegado a ser una sola. Ésta no es una vida intercambiada, sino una vida injertada. Por ende, ya no vivimos por nuestra vida natural, sino que vivimos a través de Él y por medio de Él. Por consiguiente, Él es manifestado en nuestro vivir mediante nuestras virtudes humanas.

El Cristo que vive en nosotros es el Espíritu que tiene un abundante suministro, y es Aquel que nos reviste de poder. Él ha llegado a ser uno con nosotros. Por tanto, no tenemos que depender de nuestra propia fuerza para guardar la ley y llevar a cabo la justicia que es por la ley. Tenemos que rechazarnos a nosotros mismos, tomar a Cristo como vida y vivir por Él. Entonces Él será el abundante suministro en nuestro espíritu. Si permitimos que Él se manifieste en nuestro vivir, entonces lo que se manifiesta no es nuestra propia justicia, sino la justicia de Cristo. La justicia que tenemos al guardar la ley es la expresión de nosotros mismos. Pero si por causa de nuestra fe en Cristo nos rechazamos a nosotros mismos y permitimos que Cristo se manifieste en nuestro vivir, entonces lo que expresamos no es nuestra propia justicia que surge al nosotros mismos guardar la ley, sino que es la justicia que procede de Dios por medio de la fe. Esta justicia es la expresión de Dios y la magnificación de Cristo. En esto consiste vivir a Cristo. Cuando Cristo es manifestado en nuestro vivir, Él es manifestado en nuestro vivir por medio de nuestras virtudes humanas.


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