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Ejercicio del reino a fin de edificar la iglesia, Elpor Witness Lee

ISBN: 978-0-7363-3898-1
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Actualmente disponible en: Capítulo 5 de 8 Sección 2 de 3

LA RECOMPENSA POR PERDER O SALVAR EL ALMA

El Señor dijo que el que quisiera salvar su alma la perdería, y que el que la perdiera por causa de Él la hallaría. Nosotros recibiremos una recompensa tanto por perder el alma como por salvarla. El versículo 27 dice: “Porque el Hijo del Hombre vendrá en la gloria de Su Padre con Sus ángeles, y entonces recompensará a cada uno conforme a sus hechos”. Si negamos nuestro yo, tomamos la cruz y perdemos el alma, recibiremos una clase de recompensa; pero si salvamos el alma, recibiremos otra clase de recompensa. De una manera u otra, cuando el Señor venga, seremos recompensados.

Sin embargo, esta recompensa no se aplica estrictamente al futuro, pues el versículo 28 dice: “De cierto os digo: Hay algunos de los que están aquí, que no gustarán la muerte, hasta que hayan visto al Hijo del Hombre viniendo en Su reino”. El Señor vendrá de dos maneras: cuando Él venga en el futuro y cuando venga en Su transfiguración. La transfiguración del Señor en el monte fue una forma de la venida del reino. En ambos tipos de venida hay una recompensa conforme a nuestros hechos, esto es, si nos negamos a nosotros mismos, tomamos la cruz y perdemos el alma.

SALVAR EL ALMA EQUIVALE A COMPLACER AL YO

Debemos entender este asunto de salvar o perder el alma a la luz de nuestra experiencia. También debemos recordar que el tema de la segunda mitad de Mateo 16 es la edificación de la iglesia y que no debemos considerar los versículos del 21 al 28 aparte de los versículos del 16 al 19, puesto que estos versículos tratan acerca de la manera en que la iglesia es edificada. Supongamos que los hermanos que viven en una casa de hermanos han visto la visión en cuanto a Cristo y la edificación de la iglesia. Ellos saben que el Señor desea recobrar la vida de iglesia por el bien de Su economía. Sin embargo, es posible que la manera en que ellos viven en la casa no sea muy positiva ni alentadora, y no haya nadie que esté dispuesto a lavar los platos. Debido a esta situación tan desalentadora, quizás algunos hermanos piensen en irse de aquella casa. Sin embargo, si lo hacen, estarán salvando sus almas para seguir un camino que les sea más fácil y cómodo. De hecho, es posible que un hermano se mude a otra casa, donde, después de unas cuantas semanas, descubra que la situación allí es la misma. Supongamos que después él se muda a una iglesia de otro lugar del país y, tratando de encubrir la verdadera razón por la cual se muda, diga que está buscando una mejor vida de iglesia. Al mudarse, él estará salvando su alma. Cuando llegue a esa nueva localidad y se mude a la casa de hermanos allí, dicho hermano encontrará que la situación allí es aun peor que la anterior. A estas alturas, es posible que se sienta decepcionado de la vida de iglesia y decida abandonar la iglesia del todo. Si hace esto, estará salvando su alma a lo sumo. Esto nos muestra que complacer el yo equivale a salvar el alma.

LA MANERA DE USAR
LA TERCERA LLAVE

Ahora debemos ver lo que significa perder el alma. En el proceso de edificación de la iglesia, no debemos salvar nuestra alma; al contrario, debemos perderla continuamente. No se mude de una casa de hermanos a otra procurando encontrar una mejor situación, y así llevar una vida más fácil. Cada hermano es la voluntad de Dios, y usted debe sobrellevar a cada uno como una cruz. Si los demás no lavan los platos, entonces lávelos usted. Pero si usted se tiene lástima de usted mismo por ser el único que lava los platos, esto le abrirá la puerta a Satanás para salir de usted. Él lo tentará a irse de esa casa de hermanos. Cuando esta tentación venga, usted entonces tiene que usar la tercera llave, la llave de perder el alma. Si la usa, dirá: “¡Alabado sea el Señor! Mañana lavaré aún más platos. Satanás, no me hables más. Cuanto más me hables, más platos lavaré. Yo estoy dispuesto a perder la vida de mi alma a lo sumo”. Poco tiempo después de perder el alma, sucederá una transfiguración en la iglesia, y en dicha transfiguración usted recibirá una recompensa, pues en la vida de iglesia y en todas las reuniones usted tendrá el mayor disfrute de la presencia del Señor. Pero aquellos que han estado salvando su alma recibirán una recompensa negativa durante este periodo de transfiguración.

Los intereses del Señor hoy se centran en la edificación de la iglesia. Pero ¿cómo podemos nosotros, seres humanos caídos, ser juntamente edificados? Incluso es difícil que haya edificación entre el esposo y la esposa, o entre los padres y los hijos. Todos queremos disfrute para nosotros mismos y reaccionamos en contra de todo lo que vaya en contra de este sentir de disfrute. Sin embargo, si no perdemos el alma, será imposible que la iglesia sea edificada. Si alguien lo llega a ofender, probablemente usted no esté dispuesto a perdonarlo sencillamente porque se deleita en condenarlo. Puesto que perdonarlo no le proporciona ningún placer, a usted no le interesa perdonarlo. Esto no sólo se aplica en la iglesia, sino también entre los esposos. Hermanas, cuando sus esposos las ofendan, es posible que ustedes se deleiten en retener esa ofensa. Retener la ofensa y rehusar perdonar les proporciona a ustedes un placer psicológico. Esto es salvar el alma. Si usted salva su alma de esta manera, no podrá tener una buena vida familiar. Si deseamos tener una buena vida familiar, tenemos que perder nuestra alma. Debemos perder nuestro disfrute anímico. Si está dispuesto a perder su disfrute anímico, será recompensado un día cuando el Señor venga a su familia. En ese momento, el Señor salvará su alma. Puesto que usted estuvo dispuesto a perderla, cuando el Señor venga, Él la salvará y hará que usted experimente gran gozo. Por causa de la edificación de la iglesia, la necesidad crucial que tenemos es que todos aprendamos a perder nuestra alma. No trate de retener ningún disfrute para su alma; antes bien, piérdalo por amor al Señor.


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