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Evangelio de Dios, Elpor Watchman Nee

ISBN: 978-1-57593-940-7
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LOS OTROS PECADOS

Esto no significa que los demás pecados no son importantes. Todos los pecados conllevan castigo. En el Antiguo Testamento, aquellos que no amaron a Dios cometieron muchos otros pecados en forma espontánea. En el Nuevo Testamento, también aquellos que no creen en el Señor espontáneamente cometen muchos pecados. Dejar de amar a Dios y rehusar creer en el Señor son los dos pecados principales. De estos proceden muchos otros pecados, tales como los hechos injustos, maldades, expresiones de avaricia, perversidad, celos, asesinato, disensión, engaño, odio, calumnia, murmuración, blasfemia, insolencia, orgullo, arrogancia, falsas acusaciones, desobediencia a los padres, infidelidad, falta de afecto y misericordia, autoestima, amor al dinero, ingratitud, impiedad, crueldad, desprecio por lo bueno, traición, imprudencia, amor al placer en vez de amor a Dios, la apariencia de piedad en lugar de su realidad y así sucesivamente. Pero ninguno de éstos es el pecado más serio que el hombre jamás haya cometido, aunque son pecados ante Dios. Lamentablemente, el hombre no se da cuenta de que estos pecados son producidos por un pecado principal. Tanto los pecadores en el mundo como los creyentes en la iglesia intentan sólo tratar con estos pecados. Parece que la eliminación de todos estos pecados nos liberaría totalmente del problema del pecado. Pero el hombre no se ha dado cuenta de que estos pecados ocupan sólo un lugar secundario en la Biblia.

Aunque parezca imposible, ¿qué tal si alguien recibió suficiente gracia como para tratar con todos los otros pecados? Si éste hubiera sido una persona del tiempo del Antiguo Testamento, él se habría dado cuenta de que aún existía el pecado de no amar a Dios. Aunque nunca más tendría los otros pecados, su conciencia lo seguiría molestando. Si fuera una persona del tiempo del Nuevo Testamento, él se habría dado cuenta de que aún existe el pecado de no creer en el Señor. Aunque ya no habría sido condenado por los otros pecados, la parte más profunda de su corazón aún no se sentiría satisfecha, porque el Espíritu de Dios lo convencería de su pecado de incredulidad.

El hombre perece por causa de su incredulidad. La incredulidad hace que el castigo de todos los otros pecados recaigan sobre el incrédulo. La razón inmediata por la perdición del hombre es sus muchos pecados. La razón final es el pecado de incredulidad del hombre. Por causa de esto, debemos preocuparnos por el pecado de incredulidad. Desde luego, tampoco podemos esquivar los otros pecados.

EL RESULTADO DEL PECADO Y DE LOS PECADOS

Una vez que el hombre sucumbe ante el poder del pecado, él comete una variedad de pecados. Una vez que el hombre comete estos muchos pecados, acarrea sobre sí la culpa o la condenación de los pecados, el veredicto o el juicio por los pecados. Tan pronto como pecamos, hay culpa. La expresión “ser culpable” no se usa meramente para implicar el acto de la transgresión de uno. Es como un veredicto en la corte que lo declara a uno culpable o no. Es una descripción si uno es legalmente pecador o no. Según la Biblia, no somos responsables de nuestro pecado, sino de nuestros pecados. Nuestro pecado no nos trae el problema de culpabilidad ante Dios. Más bien, los pecados que hemos cometido son los que traen el problema. La Biblia dice que si decimos que no tenemos pecado, nos engañamos (1 Jn. 1:8). Pero al mismo tiempo, la Biblia no requiere que carguemos con la culpa de nuestros pecados. Si confesamos nuestros pecados, Dios los perdonará (1 Jn. 1:9). Esto nos demuestra que tenemos que cargar con la responsabilidad de nuestros pecados.

Debido a que existen los pecados, hay culpabilidad. Una vez que una persona es culpable, viene el castigo. Debido a que existe castigo, no hay descanso en la conciencia y uno es consciente de que está apartado de Dios. Los pecados nos hacen personas condenadas ante Dios; nos hacen esperar la ira de Dios. Cuando uno es perdonado la conciencia queda en paz; sólo así tendrá la confianza para ir a Dios. Pero aun si los muchos pecados son perdonados, mientras permanezca el problema del pecado, los muchos pecados continuarán viniendo, y el problema del pecado recrudecerá. Por esta razón después de perdonar nuestros pecados, Dios debe continuar hasta liberarnos del pecado.


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