Estudio-vida de Ezequielpor Witness Lee
ISBN: 978-0-7363-6480-5
Copia impresa: Living Stream Ministry disponible en línea
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Es significativo que el versículo 5 hable de cuatro seres vivientes. Muchos versículos de la Biblia sirven para indicar que el número cuatro guarda relación con la creación de Dios y representa al hombre como criatura de Dios (Is. 11:12; Jer. 49:36; Ap. 7:1). Apocalipsis 5:9 dice que el Señor nos redimió de cuatro fuentes: de toda tribu, lengua, pueblo y nación. Además, Apocalipsis 21 dice que la Nueva Jerusalén tiene cuatro lados —el este, el norte, el sur y el oeste—, y que en cada lado hay tres puertas. Esto significa que podemos entrar en la ciudad procedentes de toda dirección de la tierra. Por tanto, el número cuatro simboliza que somos un pueblo que ha sido redimido de muchas tribus, lenguas, pueblos y naciones. A los ojos de Dios somos los cuatro seres vivientes.
Los cuatro seres vivientes no son considerados individuos, sino un solo grupo. Todos ellos son contados como una sola entidad. Más adelante veremos que estos seres vivientes son la expresión corporativa del hombre que está en el trono. Por ser tal expresión, ellos expresan a este hombre no sólo en una dirección, sino en las cuatro direcciones, esto es, el este, el norte, el sur y el oeste. Esto indica que por ser los cuatro seres vivientes no solamente somos la expresión única de Cristo, sino también la expresión completa de Cristo. Expresamos a Cristo en toda dirección, hacia todos los lados. Somos los cuatro seres vivientes que expresan a Cristo de una manera adecuada y completa.
El punto principal de Ezequiel 1:5 es que los cuatro seres vivientes tienen apariencia de hombre. El versículo 26 dice: “Sobre la semejanza del trono había un Ser que tenía la apariencia de hombre, sentado sobre él”. En la Biblia, hombre es una palabra importante. La intención de Dios está vinculada al hombre, el pensamiento de Dios se enfoca en el hombre y el corazón de Dios está fijo en el hombre. El deseo de Dios es ganar al hombre. El hecho de que los cuatro seres vivientes tengan apariencia de hombre y que Dios en el trono también tenga apariencia de hombre indica que tanto el pensamiento central de Dios como lo dispuesto por Él guardan relación con el hombre.
Es posible que al leer los cuatro Evangelios estemos bajo la influencia de un concepto religioso que pone un énfasis indebido en la divinidad de Cristo. Como resultado de ello, es posible que no sintamos el aprecio apropiado por la humanidad del Señor. Cuando leemos en los Evangelios cómo el Señor Jesús manifestó Su divinidad al realizar milagros, probablemente alabemos al Señor por el poder de Su divinidad. Sin embargo, cuando leemos en Juan 13 cómo el Señor lavó los pies de Sus discípulos, tal vez no ofrezcamos alabanza alguna. Asimismo, al leer acerca del milagro por el cual el Señor alimentó a más de cinco mil personas con cinco panes y dos pescados, tal vez nos parezca que esto fue algo grandioso, pero quizás no sintamos el mismo aprecio por el hecho de que Él ordenó a la gente sentarse en grupos, o por la manera en que dirigió a los discípulos a recoger las sobras de modo que nada se desperdiciase. Es posible que tales cosas no nos impresionen. Si sabemos cómo leer los Evangelios apropiadamente, comprenderemos que la hermosura gloriosa del Señor Jesús es manifestada en Su humanidad. Él manifestó Su gloriosa hermosura no mediante Su dignidad divina, sino mediante Su humanidad con humildad y ternura. En la reunión de la mesa del Señor, debemos alabar al Señor por Su humanidad.
Muchos cristianos han sido influenciados por el concepto de que es mejor ser un ángel que ser un hombre. Si usted pudiera escoger, ¿qué preferiría ser: un ángel o un hombre? Quizás muchos entre nosotros preferirían ser un ángel. Sin embargo, Dios tiene suficientes ángeles, pero le hacen falta hombres. Dios no siente tanto aprecio por los ángeles. Los ángeles son Sus siervos. Dios les dice que vayan, y ellos van; Él les dice que vengan, y vienen. Los ángeles también son nuestros servidores (He. 1:13-14). Por ser creyentes, todos tenemos nuestro propio ángel (Hch. 12:12-15). Debemos abandonar el concepto de que es mejor ser un ángel que ser un hombre. Debemos ver cuán glorioso y maravilloso es que seamos hombres.
Si no deseamos ser como ángeles, por lo menos quizás deseemos ser como Dios. Muchos cristianos se esfuerzan continuamente por ser como Dios. Sin embargo, Dios quiere ser como nosotros. Él incluso se hizo hombre a fin de dar a conocer a Dios (Jn. 1:18), y hoy en los cielos el Señor Jesús, quien es Dios, sigue siendo un hombre. Hay un hombre en el trono (Hch. 7:56).
La Biblia claramente revela que el hombre es el medio por el cual Dios es manifestado. Dios no puede ser manifestado sin el hombre. El hombre fue creado a imagen de Dios para ser la expresión de Dios. Dios es el centro del universo, pero Él requiere de una expresión, y esta expresión es lograda por medio del hombre. Sin el hombre, Dios no tiene una expresión. Los millones de ángeles no pueden ser la expresión de Dios. Dios requiere de un hombre corporativo que lo exprese. Jamás deben menospreciar el hecho de ser hombres.
En realidad, en la Biblia hay únicamente cuatro hombres: el primer hombre, el segundo hombre, el nuevo hombre y el hijo varón. Nosotros fuimos el primer hombre; Cristo es llamado el segundo hombre (1 Co. 15:47); llegamos a ser el nuevo hombre mediante la regeneración; y ahora existe la posibilidad de que lleguemos a ser el hijo varón. Este ministerio no sólo tiene por finalidad el nuevo hombre, sino también el hijo varón.
Tal vez hablemos de la iglesia como expresión de Cristo, pero sin percatarnos qué es la expresión de Cristo. El Cristo a quien la iglesia tiene que expresar es el hombre que está en el trono. Si hemos de expresar a Cristo, debemos comprender que hoy en día Cristo sigue siendo hombre. No expresamos únicamente a Dios, sino que expresamos a Dios en el hombre. La iglesia es la expresión de Cristo. Esto significa que la iglesia es una expresión no meramente de Dios, sino también del hombre.
Ezequiel 1:26 nos muestra que hoy en día el Señor es un hombre que está en el trono. Dios necesita obtener un hombre y, finalmente, Él se hizo hombre. Nosotros, como seres vivientes, le expresamos a Él en calidad de hombre. Él es el hombre que está en el trono, y también nosotros tenemos la apariencia de hombre. Es el hombre quien cumple el plan de Dios, es el hombre quien expresa a Dios, es el hombre quien derrota al enemigo y es el hombre quien introduce el reino de Dios en el linaje humano. Dios tiene necesidad de tal hombre.
Las enseñanzas religiosas en el cristianismo nos incitan a ser como ángeles o a ser como Dios. Sin embargo, la revelación divina revela que el deseo de Dios es obtener un hombre. Debemos recordar que el astuto tentó al primer hombre diciéndole que si comía del fruto del árbol del conocimiento del bien y del mal, sería como Dios (Gn. 3:5). A partir de entonces, el concepto de ser como Dios corre por nuestras venas. Todo ser humano caído tiene el concepto de desear ser como Dios. Ciertas enseñanzas diabólicas incitan a las personas a ser algo distinto al hombre. Pero en Su redención y salvación, Dios no tiene intención alguna de obtener otra cosa que no sea un hombre. La redención y salvación efectuadas por Dios tienen como finalidad llevarnos de regreso al principio y recobrarnos a fin de que seamos seres humanos apropiados. Nosotros somos los seres vivientes y poseemos la vida de Dios en nuestro interior; no obstante, tenemos apariencia de hombre. No debemos intentar ser como un ángel; más bien, en todo cuanto hagamos, en todo cuanto digamos y en todo lo que expresemos, debemos ser hombres. Esto es lo que Dios necesita hoy en día.
La visión en Ezequiel 1 revela tres asuntos cruciales con respecto al hecho de que los cuatro seres vivientes tengan apariencia de hombre. Primero, la gloria de Dios es manifestada sobre ellos. La manifestación de la gloria de Dios depende de que ellos tengan apariencia de hombre. Allí donde ellos están, está la gloria de Dios. La gloria de Dios no está separada de ellos, y la gloria de Dios no puede ser manifestada sin ellos. Segundo, estos seres vivientes son el medio por el cual Dios lleva adelante Su mover. El mover de Dios depende de ellos. Cuando ellos se muevan, Dios se moverá, pues Su mover está con ellos. Tercero, los cuatro seres vivientes, que tienen apariencia de hombre, son el medio por el cual Dios ejerce Su administración. Ezequiel 1 revela que Dios está sentado en el trono. El trono de Dios ejerce dominio sobre todo en la tierra y sobre todo cuanto consta en este libro. Este trono, por tanto, es el centro de la administración de Dios. Sin embargo, el centro de la administración de Dios depende de que los cuatro seres vivientes tengan apariencia de hombre. Debido a esto tenemos la administración del trono de Dios. Si consideramos estas tres cosas en su conjunto, veremos que el hombre es el medio por el cual Dios es manifestado, que el hombre es el medio por el cual Él lleva adelante Su mover y que el hombre es el medio por el cual Dios ejerce Su administración. A los ojos de Dios y en las manos de Dios, el hombre ocupa tan importante posición.
Todos debemos comprender que el deseo de Dios es ganar al hombre. Dios usa el viento, la nube, el fuego y el electro para vivificarnos a fin de obtener al hombre como el medio para Su manifestación, Su mover y Su administración. Puesto que el hombre es tan importante para Dios, es crucial que nosotros seamos hombres y tengamos apariencia de hombre. Es necesario que seamos hombres para la manifestación de Dios, para el mover de Dios y para la administración de Dios. Para ello, debemos ser los seres vivientes que han sido vivificados al experimentar el viento, la nube, el fuego y el electro.
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