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Revelación básica contenida en las santas Escrituras, Lapor Witness Lee

ISBN: 978-1-57593-323-8
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CUATRO DISPENSACIONES PARA EL EDIFICIO DE DIOS

En la vieja creación, antes de la llegada del cielo nuevo y la tierra nueva, hay cuatro dispensaciones. La dispensación de los patriarcas, de Adán a Moisés, era la dispensación anterior a la ley. Se puede llamar la dispensación anterior a la ley o la dispensación de los patriarcas. La segunda dispensación es la de la ley, de Moisés a la primera venida de Cristo. La tercera dispensación es la de la gracia, de la primera venida de Cristo a Su segunda venida. Luego, cuando Cristo venga la segunda vez, la cuarta dispensación comenzará, es decir, el reinado de Cristo que durará mil años. Después de la cuarta dispensación, la vieja creación ciertamente será renovada por completo porque mediante estas dispensaciones Dios habrá cumplido lo que quiere hacer.

La obra creadora de Dios quedó completa en los primeros dos capítulos de la Biblia. Luego, desde la segunda mitad de Génesis 2, Dios empezó Su obra de edificación. Esta obra se lleva a cabo por todas las cuatro dispensaciones: la de los patriarcas, la de la ley, la de la gracia y finalmente, la dispensación del reino de mil años. Por medio de estas cuatro dispensaciones Dios realiza Su obra de edificación.

LA OBRA DE DIOS: UNA OBRA DE EDIFICACION

La obra de Dios por todas las cuatro dispensaciones es una obra de edificación. En el Antiguo Testamento vemos la edificación del tabernáculo y del templo, los cuales son el enfoque de la historia antiguotestamentaria. Cuando el Señor Jesús vino, El era el tabernáculo. Después de ayudar a Sus discípulos a comprender que El era el Cristo, Hijo del Dios viviente, inmediatamente reveló que edificaría Su iglesia (Mt. 16:18). Con esto indicaba que El hacía una obra de edificación.

El pensamiento de la edificación es predominante en la Biblia. Aun en Hechos 4 Pedro dijo a los líderes judíos que ellos eran los edificadores que habían rechazado a Cristo, la piedra viva; sin embargo, Dios lo había resucitado y lo hizo la piedra del ángulo de Su edificio (Hch. 4:10-11). Pedro nos dice en sus escritos que el Señor es la piedra viva, y que todos nosotros como piedras vivas nos acercamos al Señor y somos edificados como casa espiritual (1 P. 2:4-6).

Pablo también habla de la edificación. Nos dice que El ha puesto el fundamento único, y que nadie puede poner otro. Sin embargo, el problema gira en cómo sobreedificar. Podemos edificar con oro, plata y piedras preciosas o con madera, heno y hojarasca (1 Co. 3:10-12).

En los escritos de Juan el pensamiento de la edificación predomina más. Cuando Simón fue al Señor Jesús en Juan 1:41-42, el Señor le cambió su nombre a Cefas, una piedra. Más tarde, en el mismo capítulo, el Señor dijo a Natanael que éste vería el cielo abierto, y “a los ángeles de Dios subir y descender sobre el Hijo del Hombre” (v. 51). En realidad, el Señor remitía a Natanael al sueño de su antepasado Jacob (Gn. 28:12, 17, 19), indicando que la obra de edificar a Betel, la casa de Dios, estaba comenzando. Luego en el capítulo dos el Señor indicó que edificaría Su cuerpo en resurrección como el templo corporativo de Dios (2:19, 21-22).

Juan escribe más en el libro de Apocalipsis diciendo que los vencedores serán edificados en el templo de Dios como columnas (Ap. 3:12). Finalmente en Apocalipsis 21 él nos muestra que la máxima consumación de la obra de edificación será la Nueva Jerusalén, el tabernáculo y templo de Dios, edificada con oro, perlas y piedras preciosas, y con los apóstoles como los doce cimientos.

Observe, pues, que en toda la Biblia sólo un capítulo y medio trata de la obra creadora de Dios. El resto de la Biblia, de la segunda mitad de Génesis 2 al final de Apocalipsis, trata del edificio de Dios. Este edificio es llamado el tabernáculo y el templo una y otra vez en el Antiguo Testamento, en el Nuevo Testamento y en la conclusión de la Biblia. En el Antiguo Testamento tenemos el tabernáculo y el templo. En el Nuevo Testamento tenemos la realidad del tabernáculo y del templo. En la conclusión de estos dos testamentos se encuentra la máxima conclusión del tabernáculo y del templo.

EL CONJUNTO DE LA FILIACION DIVINA

Esta consumación, la Nueva Jerusalén, es el conjunto de la filiación divina cuyo fin es la expresión corporativa del Dios Triuno (Ro. 8:23). El Hijo es la expresión del Padre. Nadie le ha visto a Dios jamás, pero el Hijo unigénito le ha dado a conocer (Jn. 1:18). Un padre y sus hijos tienen una sola imagen. Las caras de los hijos son semejantes a la del padre. Jesucristo como Hijo de Dios es la misma expresión de Dios el Padre. No obstante, Dios quisiera tener más que un hijo. Cristo se llama el Hijo unigénito en Juan 1:18 y en Juan 3:16, donde dice que Dios dio Su Hijo unigénito. De Romanos 8:29 sabemos que en resurrección el Hijo único de Dios llegó a ser el Primogénito entre muchos hermanos. El Señor Jesús en Su resurrección mandó a una de las hermanas a ir “a Mis hermanos” (Jn. 20:17), y Hebreos 2:11 dice que El “no se avergüenza de llamarlos hermanos” porque todos nacieron del mismo Padre. La única diferencia es que El es el Primogénito, y nosotros somos los muchos hijos.


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