Lecciones de la verdad, nivel uno, tomo 1por Witness Lee
ISBN: 978-0-87083-242-0
Copia impresa: Living Stream Ministry disponible en línea
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David cometió solamente un mal en toda su vida: él asesinó a Urías por lujuria para casarse con su esposa Betsabé. En un sólo hecho, él cometió los dos pecados grandes de fornicación y asesinato. Dios a propósito envió a Natán para que lo reprendiera y lo condenara (2 S. 12:1-12). Después que fue condenado, él se arrepintió y confesó a Dios. El Salmo 51 es el salmo del arrepentimiento de David. Después del arrepentimiento de David, Dios le perdonó, y él engendró a Salomón (2 S. 12:24). De esta manera, Salomón es el fruto de la transgresión y el arrepentimiento del hombre, junto con el perdón de Dios.
La intención de David de edificar un templo para el Señor fue aceptable a Dios. Sin embargo, puesto que él era un hombre de guerra, y la tierra todavía no estaba en paz, Dios le prohibió que lo hiciera. En vez de esto, Dios le prometió que su simiente que le iba a suceder edificaría una casa para el nombre de Dios (2 S. 7:12-13; 1 Cr. 28:2-3, 6). Dios además mostró a David el patrón del templo por Su Espíritu. Antes de que muriese David, El ya había entregado el patrón a Salomón su hijo (1 Cr. 28:11-19).
La primera cosa que Salomón hizo después de subir al trono de David fue adorar a Dios y hacer sacrificios a Dios en el tabernáculo en Gabaón. Durante la noche, Dios en Su benignidad apareció a Salomón en un sueño, para preguntarle qué deseaba. Salomón no pidió riquezas ni longevidad para sí mismo, sino solamente sabiduría para gobernar al pueblo de Dios. Por consiguiente, Dios le contestó y le dio sabiduría y entendimiento. Cuando Salomón despertó, salió de Gabaón y regresó a Jerusalén en seguida para presentarse delante del arca de Dios para ofrecer holocaustos y ofrendas de paz (1 R. 3:4-15). Esto nos muestra que al recibir sabiduría de Dios, Salomón se dio cuenta que el tabernáculo sin el arca está vacío, teniendo solamente una apariencia y no teniendo mucho valor. Por lo tanto, Salomón dejó inmediatamente el tabernáculo vacío en Gabaón, y regresó al arca que estaba en Jerusalén. Salomón también entendía que mientras el tabernáculo sin el arca era nada más que una cáscara vacía, el arca sin el tabernáculo también era anormal. Poco tiempo después, Salomón edificó el templo conforme al patrón que vio su padre David. El templo llegó a ser la habitación apropiada y sólida que Dios había deseado. En esa coyuntura, no solamente consiguió Dios un reino para demostrar Su autoridad, sino que también El logró un templo para manifestar Su gloria.
Tanto David como Salomón ocuparon lugares especiales en la edificación del templo de Dios. Aquél preparó los materiales para la edificación y el sitio, mientras que éste terminó la obra edificadora. Tanto David como Salomón tipifican a Cristo. David tipifica al Cristo que sufría, peleaba y que fue crucificado. Así como David preparó materiales para la edificación en dificultad, Cristo también nos redimió a través del sufrimiento y en la muerte para prepararnos como materiales para la edificación. Salomón tipifica al Cristo resucitado, incluyendo Su ascensión y Su segunda venida. Así como Salomón terminó la edificación, Cristo también está edificando Su iglesia en Su resurrección hasta Su regreso.
Durante el reinado de Salomón, el templo fue edificado en Jerusalén. El capítulo ocho del Primero de los Reyes nos dice que la gloria de Dios llenó el templo (vs. 10-11). La edad de la edificación del templo fue una edad de oro en la historia de Israel. Cuando la obra de la edificación del templo fue terminada, Salomón ofreció una oración maravillosa. No obstante, poco tiempo después, en 1 Reyes 11 el corazón de Salomón se apartó de Jehová Dios de Israel, quien se le había aparecido dos veces, y que le había mandado acerca de esto, que no siguiese a dioses ajenos (vs. 9-10). Y Salomón hizo lo malo ante los ojos del Señor, y no siguió cumplidamente a Jehová como David su padre (v. 6). Además de casarse con la hija de Faraón, Salomón amó a muchas otras mujeres gentiles. El tenía setecientas esposas y trescientas concubinas. En su vejez, estas esposas gentiles volvieron su corazón a dioses ajenos, y por causa de ellas él reconstruyó los lugares altos de los dioses gentiles, los cuales Moisés les había mandado a los israelitas destruir después que entraron en la tierra de Canaán. Deuteronomio 12:2-3 dice: “Destruiréis enteramente todos los lugares donde las naciones que vosotros heredaréis sirvieron a sus dioses, sobre los montes altos, y sobre los collados, y debajo de todo árbol frondoso. Derribaréis sus altares, y quebraréis sus estatuas, y sus imágenes de Asera consumiréis con fuego; y destruiréis las esculturas de sus dioses, y raeréis su nombre de aquel lugar”. Después de la destrucción de estas cosas, los israelitas habían de ir al lugar único que Dios escogió (Dt. 12:5, 11). Moisés mandó esto para preservar la unidad del pueblo de Dios, porque él sabía bien que el lugar único que Dios escogió y la destrucción de los lugares de adoración de los gentiles tenían mucho que ver con el destino del pueblo ante Dios. Si eran fieles en destruir los centros de adoración de los gentiles, y en venir al único lugar que Dios escogió, entonces hacían lo que era bueno a los ojos de Dios. Si no estaban dispuestos a obedecer este mandamiento, estaban haciendo lo malo ante los ojos de Dios. Después que los israelitas entraron en la buena tierra, de hecho destruyeron los lugares altos y los nombres de los ídolos. Como resultado, ellos conquistaron y sojuzgaron aquella tierra, introdujeron el reino de Dios, y edificaron el templo de Dios.
En el tiempo de Salomón, sin embargo, las cosas destruidas fueron restablecidas. Los lugares altos, los pilares, los símbolos de madera, y las esculturas fueron todos recobrados. El mismo rey que había edificado el templo conforme al deseo de Dios en realidad edificó un lugar alto él mismo (1 R. 11:6-8). El mismo rey de sabiduría no superada tomó mujeres gentiles como esposas y las siguió en idolatría. Esto ofendió a Dios y resultó en la división y el desorden del pueblo de Dios.
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