Revelación básica contenida en las santas Escrituras, Lapor Witness Lee
ISBN: 978-1-57593-323-8
Copia impresa: Living Stream Ministry disponible en línea
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Cuando los hijos de Israel fueron llevados al monte de Sinaí, Dios les reveló el designio de Su tabernáculo, y ellos lo edificaron. Eso era un tipo. En el Lugar Santísimo, dentro del tabernáculo, no se podía ver nada más que el oro. El oro cubría las tablas, y sobre el techo se podía ver los cordones dorados. Puesto encima del sumo sacerdote estaba el pectoral dorado, que tenía doce piedras preciosas. Las doce piedras que estaban en el pectoral tenían los nombres de las doce tribus de Israel (Ex. 28:15-21). Este era el “abecedario” especial de Dios, el cual revelaba Su mente a Sus hijos por medio del Urim y el Tumin (Ex. 28:30). Así que, podemos ver que el tema del edificio de Dios, en el cual se usan las piedras preciosas, también se encuentra en Exodo.
En el Nuevo Testamento se nos manda mirar cómo sobreedificamos (1 Co. 3:10-12). No debemos usar la madera, el heno o la hojarasca; es decir, no debemos usar nuestro hombre natural. La iglesia no se edifica con el hombre natural. Se edifica con el hombre regenerado y transformado. Cuando traemos nuestra vida natural a la iglesia, la iglesia cesa de ser la iglesia. Esto es lo que está sucediendo hoy en día. Muchos cristianos, aun los colaboradores cristianos, por usar la manera natural, la manera carnal, la manera del hombre, y no la manera regenerada y transformada, convierten a la iglesia en algo que no es la iglesia.
Pedro dice que nosotros, como recién nacidos, debemos beber la leche de la Palabra para que seamos transformados en piedras preciosas para ser edificados como casa espiritual (1 P. 2:2-5). Los escritos de Juan ponen énfasis especial en el asunto de la transformación. En el primer capítulo de su evangelio vemos al Cristo encarnado como tabernáculo de Dios (1:14). Luego en los dos últimos capítulos del libro de Apocalipsis, también escrito por Juan, vemos el tabernáculo agrandado, el cual incluye no solamente a Cristo, sino también a todos los que creen en El, porque para entonces han sido regenerados, completamente transformados y edificados como una sola entidad. Así es la Nueva Jerusalén. Esta es la verdadera revelación de Dios.
La Biblia comienza por la obra creadora de Dios y concluye con Su edificio. Este edificio es una entidad regenerada y transformada. Las perlas indican la regeneración. Es por esto que todas las puertas de la entrada son perlas. Sin la regeneración nadie puede entrar en el reino de Dios (Jn. 3:5). La regeneración es la entrada al reino de Dios, según la simbolizan las puertas de perlas. Las piedras preciosas representan la transformación. Después de entrar en este reino por la puerta de perla, somos transformados poco a poco para ser parte del edificio.
La Nueva Jerusalén será el tabernáculo de Dios con los hombres en la eternidad. El tabernáculo en Apocalipsis no es un término nuevo, sino que es plenamente revelado y descrito en el libro de Exodo, del capítulo 25 al 40. Luego en Juan 1:14 dice que el Verbo se hizo carne y fijó tabernáculo entre nosotros. Cuando Jesús estaba en esta tierra, El era un tabernáculo. Luego en los dos últimos capítulos de la Biblia se ve el tabernáculo eterno. Por consiguiente, para poder entender los últimos dos capítulos de Apocalipsis, debemos volver a estudiar los capítulos del 25 al 40 de Exodo y Juan 1:14.
La ciudad santa, que está en el monte de oro, es el conjunto de todos los candeleros. La ciudad entera tiene una sola calle (21:21; 22:2); sin embargo, esta calle llega a cada una de las doce puertas. ¿Cómo podría una sola calle pasar por doce puertas? Además, el muro tiene una altura de ciento cuarenta y cuatro codos (21:17), y la ciudad misma tiene una altura de doce mil estadios (21:16). Estos hechos indican que la ciudad misma debe de ser un monte. Encima del monte hay un trono, del cual la calle desciende en espiral hasta el fondo, donde llega a las doce puertas. Debe de ser una calle en espiral, que desciende del monte hasta que pase por las doce puertas cercándolas. Una sola calle, que desciende del pico al fondo, llega a todas las doce puertas. Encima de este monte de oro está el trono como centro. En el trono está Cristo, el Cordero de Dios, en quien está Dios (22:1). Este Cordero es la lámpara en quien está Dios como luz (21:23; 22:5). Esto indica que Dios está en el Cordero así como la luz está en la lámpara.
Este monte alto y dorado es un pedestal. Y puesta encima de este pedestal está una lámpara; por lo tanto, éste es un candelero de oro. Es un candelero de oro que tiene a Cristo como lámpara en la cual está Dios como la luz que resplandece por toda la eternidad. Por consiguiente, la ciudad santa, el monte de oro, es el conjunto de todos los candeleros, la totalidad de todos los candeleros de hoy, que irradia la gloria de Dios en el cielo nuevo y la tierra nueva, en la eternidad.
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