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Conclusión del Nuevo Testamento, La (Mensajes 050-062)por Witness Lee

ISBN: 978-0-7363-6924-4
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LA CONCLUSIÓN
DEL NUEVO TESTAMENTO

MENSAJE SESENTA

CRISTO: SU PERSONA

(40)

En este mensaje llegamos al último aspecto de lo que Cristo es en Su persona: Cristo en la administración divina.

W. EN LA ADMINISTRACIÓN DIVINA

1. El Soberano de los reyes de la tierra

En la administración divina Cristo es el Soberano de los reyes de la tierra (Ap. 1:5). El Cristo que es el Dios eterno, el cual se hizo hombre, vivió en la tierra por treinta y tres años y medio, murió una muerte todo-inclusiva en la cruz, resucitó para llegar a ser el Espíritu vivificante y ascendió a los cielos para ser el Señor, el Cristo y el Albacea de la economía neotestamentaria de Dios, es ahora el Soberano de los reyes de la tierra. Como Soberano de los reyes, Él está muy por encima de todo gobernante terrenal. Aparentemente la tierra está gobernada por reyes y presidentes; en realidad, el Señor Jesús gobierna toda la tierra por medio de las autoridades terrenales. Incluso todos los reyes y presidentes están bajo Su gobierno. Él es el Soberano de todos los que están en el poder. Él es el máximo Soberano en el gobierno divino para el cumplimiento del plan eterno de Dios. Él es el Rey de reyes y el Señor de señores (19:16). Por ser tal Soberano, Él gobierna en toda la tierra. En la actualidad toda la tierra está bajo el gobierno del Señor; Su soberanía está sobre todos y sobre todo.

2. El Juez de las iglesias

En la administración divina Cristo también es el Juez de las iglesias (Ap. 1:13-16). Como Aquel que anda en medio de las iglesias, Él tiene ojos que son como llama de fuego (v. 14), con los cuales observa y escudriña para ejercer juicio al iluminar. El libro de Apocalipsis es un libro caracterizado por el juicio, y el fuego sirve al propósito del juicio divino (1 Co. 3:13; He. 6:8; 10:27). “Nuestro Dios es fuego consumidor” (12:29). Su trono es como llama de fuego cuyas ruedas son como fuego ardiente, y un río de fuego procede y sale de delante de Él (Dn. 7:9-10). Todo esto tiene por finalidad el juicio. El principal significado de que los ojos del Señor sean como llama de fuego es que ellos tienen por finalidad Su juicio (Ap. 2:18-23; 19:11-12).

Apocalipsis 1:15 dice que Cristo, como Juez de las iglesias, tiene pies que son “semejantes al bronce bruñido, fundido en un horno”. Los pies representan el andar de una persona, y en tipología el bronce representa el juicio divino (Éx. 27:1-6). Cuando Cristo estuvo en la tierra, Su andar terrenal y cotidiano fue puesto a prueba y examinado. Debido a que Su andar fue puesto a prueba, se manifestó de modo resplandeciente. Ser fundido en un horno es ser probado al pasar por el fuego. El andar de Cristo fue probado por Sus sufrimientos, incluso por Su muerte en la cruz. Ahora los pies de Cristo son como bronce bruñido, lo cual significa que Su andar perfecto y resplandeciente lo hace apto para ejecutar el juicio divino.

La espada aguda de dos filos que sale de la boca de Cristo (Ap. 1:16) también guarda relación con el juicio. Esta espada representa la palabra de Cristo que discierne, juzga y aniquila (He. 4:12: Ef. 6:17), con la cual Él hace frente a las personas y cosas negativas. Las palabras que salen de la boca del Señor son agudas, pues penetran nuestro ser, dividen nuestra alma de nuestro espíritu y disciernen las intenciones del corazón. Debido a la degradación de la iglesia, todos necesitamos ser juzgados por la palabra del Señor.

En Apocalipsis 2:12 y 18 nuevamente vemos a Cristo como Juez de las iglesias. Dirigiéndose a la iglesia en Pérgamo, el Señor dice en el versículo 12: “El que tiene la espada aguda de dos filos dice esto”. Así también, al dirigirse a la iglesia en Tiatira, Él dice en el versículo 18: “El Hijo de Dios, el que tiene ojos como llama de fuego, y pies semejantes al bronce bruñido, dice esto”. La iglesia en Pérgamo, una iglesia mundana, necesitaba recibir el juicio del Señor contenido en Sus palabras agudas. La iglesia en Tiatira, una iglesia apóstata, necesitaba recibir el juicio que efectúan los ojos escudriñadores del Señor así como Sus pies que aplastan. Los ojos del Señor escudriñan las partes internas y el corazón, y Sus pies juzgan y retribuyen a cada uno según sean sus obras (v. 23). Como Administrador de la economía neotestamentaria de Dios, Él juzga, y Su juicio comienza por la casa de Dios (1 P. 4:17). Cristo juzga las iglesias al arreglar las lámparas despabilándolas y podándolas.


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