Información del libro

Estudio-vida de Levíticopor Witness Lee

ISBN: 978-0-7363-6571-0
Copia impresa: Living Stream Ministry disponible en línea

    Por favor, utilice Firefox o Safari
Actualmente disponible en: Capítulo 3 de 64 Sección 2 de 3

I. REPRESENTA A CRISTO
NO PRINCIPALMENTE COMO AQUEL
QUE REDIME AL HOMBRE DEL PECADO,
SINO COMO AQUEL QUE LLEVA UNA VIDA
PARA LA SATISFACCIÓN DE DIOS

El holocausto representa a Cristo no principalmente como Aquel que redime al hombre del pecado, sino como Aquel que lleva una vida para Dios y para la satisfacción de Dios. Como ofrenda por el pecado, Cristo redime al hombre de su pecado, pero como holocausto, Él lleva una vida de absoluta entrega a Dios para Su total satisfacción. Durante toda Su vida en la tierra, el Señor Jesús siempre llevó una vida que satisfizo plenamente a Dios. En los cuatro Evangelios Él es presentado como Aquel que era absolutamente uno con Dios. Sus atributos divinos se expresaron en Sus virtudes humanas, y a veces Sus virtudes humanas se expresaron en Sus atributos divinos y con ellos. Cuando fue confrontado, examinado e interrogado por Sus malignos y astutos opositores —los escribas, los fariseos, los saduceos y los herodianos— durante Sus últimos días en la tierra, en algunas ocasiones Sus virtudes humanas se expresaron por medio de Sus atributos divinos, y en otras ocasiones, Sus atributos divinos se expresaron en Sus virtudes humanas.

En la vida del Señor Jesús no había ninguna mancha, defecto o imperfección. Él era perfecto, y llevó una vida perfecta y de absoluta entrega a Dios. Él era completamente apto para ser el holocausto. Puesto que mediante la encarnación le fue preparado un cuerpo para que fuese el verdadero holocausto (He. 10:5-6), Él hizo la voluntad de Dios (vs. 7-9) y fue obediente hasta la muerte (Fil. 2:8). En la cruz Él ofreció Su cuerpo a Dios una vez para siempre (He. 10:10).

II. UN MACHO DEL GANADO VACUNO,
UNA OVEJA O UNA CABRA DEL REBAÑO,
O UNA TÓRTOLA O UN PALOMINO DE LAS AVES

Levítico 1 habla de diferentes categorías de holocaustos: un macho del ganado vacuno (v. 3), una oveja o una cabra del rebaño (v. 10), o una tórtola o un palomino de las aves (v. 14). Las ofrendas en estas tres categorías son de distintos tamaños: los novillos son los más grandes, y las tórtolas y los palominos son los más pequeños.

A. Conforme al aprecio
que tiene el oferente y su capacidad

El tamaño del holocausto dependía del aprecio que tuviera el oferente y de su capacidad, y se conformaba a dicho aprecio y capacidad. Tal vez apreciemos mucho la ofrenda, pero puede ser que no tengamos la capacidad de preparar una ofrenda grande, un novillo, sino solamente una ofrenda pequeña, una tórtola o un palomino. Esto, por supuesto, no significa que Cristo como holocausto sea de diferentes tamaños. En Sí mismo, Cristo es siempre igual; no existe tal cosa como un Cristo grande, un Cristo pequeño y un Cristo mediano. No obstante, en términos de nuestra experiencia, el tamaño de Cristo puede variar. Conforme a nuestra experiencia, Cristo puede ser un holocausto pequeño o mediano, pero conforme a la experiencia de Pablo, Cristo era un holocausto grande, un novillo, ya que la experiencia que él tenía de Cristo era mucho más grande que la nuestra, y su aprecio por Cristo y capacidad de ofrecerlo a Dios eran mayores. Por consiguiente, en Sí mismo, Cristo es el mismo, pero conforme a nuestra experiencia, Él puede ser de diferentes tamaños.

B. Capaz de moverse
y actuar según su propia voluntad

Todos los holocaustos mencionados en Levítico 1 eran animales vivos, capaces de moverse y actuar según su propia voluntad. Esto indica que un holocausto tiene que ser algo que posea vida. Una persona muerta no puede ser obediente a Dios; sólo una persona viva puede serlo. Sin embargo, para obedecer a Dios, se requiere que ella sujete su voluntad a la de Dios. A fin de que Cristo pudiera ser un holocausto para Dios, Él tenía que ser una persona viviente y con una voluntad férrea, pero cuya voluntad estuviese sujeta a la voluntad de Dios.

La mejor manera de ser protegidos es sujetar nuestra voluntad a la voluntad de otro. Esto se aplica especialmente a los jóvenes. La mejor forma en que un joven puede estar protegido es que tenga una voluntad subyugada. Puesto que la voluntad del Señor estaba sujeta a la voluntad de Dios, Él fue resguardado y protegido en Su perfección, sin defecto alguno. Una vida capaz de conducirse y actuar por su propia voluntad es una vida que se puede contaminar. A medida que el Señor Jesús vivió y se movió en la tierra, Él jamás tuvo defecto alguno, pues Su voluntad siempre estuvo sujeta a la voluntad de Dios.


Nota: Esperamos que muchos se beneficien de estas riquezas espirituales. Sin embargo, para evitar cualquier tipo de confusión, les pedimos que ninguno de estos materiales sean descargados o copiados y publicados en otro lugar, sea por medio electrónico o por cualquier otro medio. Living Stream Ministry mantiene todos los derechos de autor en estos materiales, y esperamos que ustedes los que nos visiten respeten esto.

Back to Top