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Visión del edificio de Dios, Lapor Witness Lee

ISBN: 978-0-7363-6775-2
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El significado del tamaño y del peso

Un asunto final que debemos aprender de la manera en que Dios recobra las cosas y las agranda, lo vemos en el modelo del templo. Cuando Dios le dio a Moisés la visión del tabernáculo, le reveló principalmente las dimensiones del tabernáculo y sus utensilios, con el peso de algunos de sus elementos. Pero en el modelo del templo, se le dieron a David todas las dimensiones y el peso de todos los utensilios del templo (1 Cr. 28:11-19). David no sólo vio en la visión el tamaño de los utensilios, sino también su peso. El principio que debemos aprender con esto es que en la vida de iglesia hay toda clase de dones y funciones, y todos deben guardar su debida proporción. Los diferentes aspectos de las experiencias de Cristo deben estar en muy buena proporción y equilibrio. Hoy en día algunos cristianos hacen hincapié en una sola cosa, como por ejemplo, en el hablar en lenguas. Al hacerlo hacen que la lengua sea más grande que el resto del cuerpo. Esto es un verdadero problema. Otros cristianos prestan atención solamente al conocimiento, estudiando hebreo y griego cada día. Tienen una cabeza gigantesca, totalmente desproporcionada con respecto al resto del cuerpo. Algunas de las así llamadas iglesias dan énfasis a la necesidad de ir a los campos misioneros, con lo cual alargan sus pies fuera de toda proporción. Otros hacen hincapié en actividades de toda índole y por ello tienen dos manos grandes que trabajan y laboran con gran esfuerzo. En todos estos casos alguna parte del cuerpo crece desmedidamente, mientras que el cuerpo permanece minúsculo. La situación hoy en día entre el pueblo del Señor y en las así llamadas iglesias se halla fuera de toda proporción y equilibrio.

En algunos lugares he observado a algunos hermanos que realmente han aprendido algo respecto a tener comunión con el Señor. Para ellos nada es más importante que la comunión que uno tiene con el Señor. Siempre que ven a otros estudiar las Escrituras juntos, les dicen que se olviden de ello, puesto que de nada sirve estudiar. Si observan a otros sirviendo de ujieres en una reunión, les dicen que abandonen eso y simplemente aprendan a tener comunión con el Señor. Ellos recalcan la comunión a tal grado que no se preocupan por nada más. Todo en el Cuerpo, en la vida de iglesia, debe ser equilibrado y guardar su debida proporción. Considere nuestro maravilloso cuerpo humano: tiene diversos miembros, pero a la vez es tan equilibrado. Tenemos dos manos, dos oídos y dos ojos, pero todo está en su debida proporción. Si un hombre tuviera dos ojos como los faros de un automóvil, sería un monstruo. Alabado sea el Señor porque en la visión que David recibió, él no sólo vio el tamaño de los utensilios, sino también su peso. Todas las experiencias espirituales que tenemos de Cristo en la vida de iglesia deben ser equilibradas y tener su debida proporción. Está bien y es aceptable hablar en lenguas, adquirir conocimiento, servir al Señor e ir a los campos misioneros; pero todas estas experiencias deben estar en buena proporción.

DOS ASPECTOS DE CRISTO
QUE VEMOS EN DAVID Y SALOMÓN

Tanto David como Salomón, los dos hombres vitalmente relacionados con la edificación del templo, eran tipos de Cristo que lo representaban en dos aspectos. David tipifica al Cristo sufriente, y Salomón tipifica al Cristo resucitado, el Cristo de gloria. Cristo, desde Su encarnación hasta Su crucifixión, es tipificado por David; y Cristo, desde Su resurrección hasta Su entronización es tipificado por Salomón. Todo lo necesario para la edificación del templo fue preparado por David; esto significa que todo lo necesario para la edificación de la iglesia fue preparado por el Cristo sufriente. La edificación del templo fue llevada a cabo de manera concreta por Salomón; esto significa que la verdadera edificación de la iglesia la lleva a cabo el Cristo resucitado. En el capítulo 2 del Evangelio de Juan, Cristo les dijo a los judíos: “Destruid este templo, y en tres días lo levantaré” (v. 19). Esto significa que Cristo edifica la iglesia en resurrección.

Algunos maestros de la Biblia dan la impresión equivocada al decir que Salomón tipifica sólo al Cristo que vendrá de nuevo en gloria. Otros enseñan que cuando Cristo regrese, entonces edificará la iglesia. Esta enseñanza da a entender enfáticamente que esta era presente no es la era para que la iglesia sea edificada, sino el tiempo para preparar los materiales. El resultado de esta enseñanza es que no se preste ninguna atención a la edificación presente de la iglesia, puesto que se espera que esto se cumpla en el futuro. Esta clase de enseñanza está seriamente equivocada. Salomón no sólo tipifica al Cristo que ha de venir, sino también al Cristo de resurrección. La resurrección de Cristo no está por cumplirse en el futuro, sino que ya se cumplió. Ciertamente estamos esperando la segunda venida de Cristo, pero en el presente nos encontramos en el período del Cristo resucitado. Si la edificación de la iglesia va a cumplirse en la próxima dispensación, ¿qué fue entonces lo que ocurrió el día de Pentecostés? ¿Fue eso sólo la preparación de los materiales? ¡No! En aquel entonces hubo una verdadera edificación de la iglesia. Los apóstoles en sus escritos fueron muy claros y enfáticos en ese entonces con respecto a la edificación de la iglesia en esta era (1 Co. 3:10, 12; Ef. 2:22; 1 P. 2:5). Debemos entender claramente que Cristo por medio de Sus sufrimientos y Su muerte preparó todos los materiales, y que ahora en Su resurrección Él está edificando la iglesia.

Toda la degradación y fracaso de la iglesia no pudo ni podrá derrotar al Señor. Esto simplemente abre y prepara el camino para que el Señor haga algo aún más maravilloso. Alabado sea el Señor; nosotros no estamos desanimados. Muchos se han acercado a mí lamentándose por la degradación que existe entre el pueblo del Señor hoy. Les he recordado a algunos de ellos el principio presentado en Génesis 1. Allí no se menciona la mañana y la noche, sino primero la noche y después la mañana. Si cada mañana sólo nos condujera a una noche, tendríamos motivo para estar desilusionados. Pero la obra del Señor siempre se lleva a cabo en la noche y después en la mañana. Para nosotros, la noche nos conduce a la mañana. Debemos leer las Escrituras de nuevo. El Señor no está retrocediendo sino avanzando, de Génesis a Apocalipsis. Por supuesto, en la marcha pasamos por algunos valles, pero no debemos permanecer allí; debemos continuar avanzando con el Señor. Finalmente llegaremos a la meta gloriosa. A pesar de las desilusiones que experimentemos, tenemos completa certeza de que llegaremos a la meta. No importa cuántas noches haya, al final tendremos una mañana brillante y eterna.

Alabado sea el Señor por estos cuadros del Antiguo Testamento. Para la época de la edificación del templo, Dios estaba avanzando más gloriosamente que en la época en que terminó de construirse el tabernáculo. Al comparar estas dos fases de edificación, vemos la manera en que Dios recobra las cosas y las agranda. El Señor sigue avanzando.


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