Cristo y la iglesia revelados y tipificados en los Salmospor Witness Lee
ISBN: 978-0-7363-6426-3
Copia impresa: Living Stream Ministry disponible en línea
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Hemos abarcado seis salmos acerca de Cristo: los salmos 2, 8, 16, 22, 23 y 24.
Observe que la palabra tierra es una palabra clave en casi todos estos seis salmos. Salmos 2:8 dice: “Pídeme, / y te daré [...] / por posesión Tuya los confines de la tierra”. Las naciones serán una herencia dada a Cristo, y la tierra, incluyendo las partes más remotas, serán posesión de Cristo. Luego en el salmo 8 encontramos esta exclamación: “Oh Jehová, Señor nuestro, / ¡cuán excelente es Tu nombre / en toda la tierra!” (v. 1). No creo que ninguno de nosotros podría olvidar la palabra tierra que aparece en el salmo 8. La gente hoy en día se muestra muy interesada en las cosas relacionadas con el cielo, pero Dios está más interesado en la tierra. Cuán excelente es Su nombre en toda la tierra. Salmos 16:3 nos habla de los que son excelentes en la tierra. También encontramos las palabras suerte y herencia en este salmo. El Señor Jesús dijo: “Tú sustentas lo que me tocó en suerte. / Las cuerdas de medir me han caído en lugares placenteros; / ciertamente para mí la herencia es bella” (vs. 5-6). ¡La suerte y herencia del Señor Jesús es la tierra! Luego en el salmo 22 encontramos más menciones de la tierra: “Todos los confines de la tierra / se acordarán y volverán a Jehová” (v. 27). La tierra no se menciona en el salmo 23, pero se presenta claramente en el salmo 24: “De Jehová es la tierra y su plenitud; / la tierra habitable y los que en ella habitan” (v. 1).
La intención de Dios es recobrar la tierra para Su Cristo. La tierra es de Jehová. En el salmo 8 mientras el salmista contemplaba los cielos, dijo: “Cuando veo Tus cielos, obra de Tus dedos, / la luna y las estrellas, que has establecido...” (v. 3). Sin embargo, su alabanza fue: “Oh Jehová, Señor nuestro, / ¡cuán excelente es Tu nombre / en toda la tierra!” (v. 9). Él contempló los cielos, pero su alabanza estaba relacionada con la tierra.
El Señor recobrará la tierra, la cual ahora se encuentra usurpada por el enemigo. La clave de ello se halla en el salmo 24. La tierra es del Señor; por lo tanto, Él tiene el derecho, el título de propiedad, sobre la tierra. Él ejercerá este derecho por medio del “monte”. Así que el monte es la clave, el peldaño, que le permitirá al Señor recobrar la tierra. Sobre este monte está la casa, y la casa es edificada con los hermanos. Los hermanos fueron producidos por la resurrección de Cristo, y la resurrección vino como resultado de Su crucifixión. Antes de Su crucifixión, tenemos la maravillosa vida que el Señor llevó en la tierra, una vida que fue resultado de Su encarnación. Por lo tanto, vemos todos estos pasos tan importantes que conducen al paso en el que Dios recobra la tierra: Su encarnación en el salmo 8, Su vivir humano en el salmo 16, Su crucifixión y resurrección en el salmo 22 (Su resurrección también se menciona o se alude a ella en los salmos 2, 8 y 16), Sus hermanos en el salmo 22, Su casa en el salmo 23 y finalmente el monte sobre la tierra en el salmo 24. No se olviden de estas palabras clave halladas en estos seis salmos acerca de Cristo. Si no tuviéramos el libro de Salmos, sino únicamente el Nuevo Testamento, ¿cómo podríamos conocer a Cristo de esta manera? Para ello, además del libro de Salmos, necesitamos recibir la visión celestial mientras leemos este libro, pues, de lo contrario, únicamente recibiremos cierta inspiración. Debemos ver en todos estos salmos las piedras preciosas, las gemas, los puntos cruciales. No es suficiente que sólo recibamos un buen sentimiento y una inspiración vaga.
Ahora debemos seguir adelante. El pensamiento principal del primer libro, los salmos del 1 al 41, es que la intención de Dios es hacer que los santos que le buscan se vuelvan de la ley a Cristo a fin de que puedan disfrutar de la casa de Dios. Estoy seguro de que todos nosotros ahora nos hemos vuelto a Cristo. Ya hemos abarcado veinticuatro salmos; ahora en este capítulo abarcaremos los diecisiete salmos restantes de este libro. Examinemos específicamente los salmos del 25 al 41. El propósito principal aquí es mostrar cómo los santos experimentan y disfrutan a Dios por medio de Cristo, y especialmente en la casa y ciudad de Dios.
El tema del primer salmo es la ley. Pero inmediatamente después, en el segundo salmo, el tema cambia de la ley a Cristo. ¡Aleluya! Empezando a partir del salmo 2, encontramos seis salmos que nos hablan de Cristo, el último de los cuales es el salmo 24. Sin embargo, no importa cuánto apreciemos lo precioso que es Cristo, debemos comprender que Cristo no es la consumación. Cristo es para la casa, es decir, Cristo es para la iglesia. En Mateo 16, cuando Pedro vio a Cristo gracias a la revelación del Padre, el Señor de inmediato dirigió su atención a la iglesia: “Yo también te digo, que tú eres Pedro, y sobre esta roca edificaré Mi iglesia” (v. 18). Aquí en el libro de Salmos primeramente tenemos la ley, según el concepto humano, natural y religioso de los santos. Sin embargo, Dios hizo que los santos se volvieran a Cristo. Es entonces que Cristo es revelado, presentado y descrito detalladamente en los salmos 2, 8, 16, 22, 23 y 24. Debemos repetir una y otra vez estos salmos que presentan lo precioso que es Cristo. Sin embargo, en esta sección, del salmo 2 al salmo 24, se menciona muy poco la casa. Sí, se menciona la casa en estos salmos (véase 5:7; 11:4; y 18:6), pero no es el énfasis principal. Estas pocas menciones de la casa únicamente hablan de entrar en Su casa, de alabar a Dios en Su templo y de que las oraciones son escuchadas en el templo. Pero después del salmo 24, esto es, de los salmos del 25 al 41, la casa se presenta de una manera más rica. En todos estos diecisiete salmos, no se menciona a Cristo con frecuencia, pero sí se recalca la casa repetidas veces. El pensamiento principal en esta sección es la casa. Se hace referencia a ella una y otra vez. ¡Oh, la casa, la casa, para el disfrute de Dios! Es en esta sección que hallamos este maravilloso versículo: “Gustad y ved que Jehová es bueno” (34:8). Pero, ¿dónde podemos gustarlo a Él? ¡En la casa! Únicamente podemos gustar a Dios en Su casa.
En el salmo 1 la ley lo es todo. Pero inmediatamente después, el Espíritu cambia el tema a Cristo. Luego, del salmo 2 al salmo 24, se nos presenta a Cristo de una manera rica y poderosa. Sin embargo, en estos salmos, la ley aún no ha sido completamente abandonada. No obstante, cuando llegamos a los salmos del 25 al 41, es bastante difícil encontrar un solo versículo que hable de la ley. No puedo encontrar ni siquiera uno. La ley se halla en el salmo 1, pero del salmo 2 al salmo 24 Cristo llega a ser la figura principal, y la ley empieza a desaparecer. Luego del salmo 25 al salmo 41, la ley ya no se menciona más, y la casa de Dios llega a ser la figura principal. Nos hemos vuelto de la ley a Cristo, y Cristo nos ha traído a la casa. ¡Oh, la casa! ¡Aleluya por la casa de Dios!
Los salmos del 25 al 41 nos muestran cómo los santos experimentan y disfrutan a Dios por medio de Cristo, especialmente en la casa y ciudad de Dios. En estos salmos los sufrimientos de los santos son idénticos a los sufrimientos de Cristo. Hay varios versículos que aluden a los diferentes aspectos de los sufrimientos de Cristo y de Su actitud ante el sufrimiento. Él llevó una vida llena de aflicciones; fue objeto de oprobio del pueblo, fue calumniado y amenazado, y los hombres conspiraban contra Él y planeaban quitarle la vida (31:10-13; cfr. Is. 53:3; Jn. 7:44; 8:59; 11:56-57; Mt. 26:3-4). Los malos lo espiaban y procuraban matarle (Sal. 37:32; cfr. Lc. 11:54). Él confiaba en Dios (Sal. 31:14; cfr. He. 2:13). Sus tiempos estaban en la mano de Dios (Sal. 31:15; cfr. Jn. 7:6-8), y Él encomendó Su espíritu en la mano de Dios (Sal. 31:5; cfr. Lc. 23:46). Todos estos versículos del libro de Salmos eran las palabras de santos que estaban sufriendo, pero sus sufrimientos eran idénticos a los sufrimientos de Cristo.
En estos salmos también encontramos varias profecías acerca de Cristo. Él se consideraba un sacrificio y una ofrenda a Dios, y se deleitaba en hacer la voluntad de Dios (Sal. 40:6-8; cfr. He. 10:5-7); los hombres le aborrecieron sin causa (Sal. 35:19; cfr. Jn. 15:25); uno de Sus discípulos lo traicionó (Sal. 41:9; cfr. Jn. 13:18); y ninguno de Sus huesos fue quebrado (Sal. 34:20; cfr. Jn. 19:36). Todas éstas son profecías de Sus sufrimientos.
Estos salmos también muestran cómo, por medio de Cristo, los santos experimentan y disfrutan a Dios como su luz, su salvación, su fuerza y su escudo (27:1; 28:7), y ellos gustan a Dios mismo (34:8).
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